César Millán, de inmigrante ilegal a superestrella de Hollywood

César Millán, de inmigrante ilegal a superestrella de Hollywood

Por Violeta Gorodischer
“No pasa nada”, dice César Millán mientras enfrenta el ataque de un pitbull que lo lastima en el brazo hasta hacerlo sangrar, delante de los ojos llorosos de su dueña. “No pasa nada”, repite, como un mantra, con su voz calma y su postura firme. Y pasado el minuto de tensión, con apenas un toque (¿mágico?) en el cuello del animal, lo tranquiliza hasta dejarlo acostado en el piso. Frente a él, la dueña seca sus lágrimas. “Simulo con mis dedos los dientes de otro perro y los muerdo en el cuello, muy suave, eso ya los distrae y los relaja”, explicará luego Millán en El líder de la manada , el nuevo show que conduce después de haberse ganado a la audiencia con El encantador de perros , el programa más visto en la historia de Animal Planet. Es que hay algo que hace que todos confíen en él: los perros, la gente. No es casual que desde que llegó de México a los Estados Unidos, hace ya veinte años, se haya transformado en el entrenador de perros más famoso de la televisión. Su historia traza el derrotero del self made man , casi como en una película: a los 21 años cruzó la frontera guiado por un “coyote”, sin visa y con cien dólares. Se escondieron en un pozo, corrieron por el barro y por una autopista. Un taxi lo llevó a San Diego y ahí vivió dos meses en la calle, hasta que consiguió su primer trabajo bañando y peinando perros. Ahorró para llegar a Los Ángeles y después a Hollywood, donde terminó limpiando las limusinas de un comerciante que tenía una pareja de perros. Mientras el hombre trabajaba, César intentaba entrenarlos. Tan bueno fue el resultado, que los amigos del comerciante empezaron a llevarle sus mascotas. Pero el toque de gracia llegó cuando lo contactó Jada Pinkett, la esposa de Will Smith, que, encantada con él, lo recomendó entre otras celebrities como Oprah Winfrey, Nicolas Cage y Scarlett Johansson. Además, como César todavía chapoteaba en un spanglish de recién llegado, le pagó un profesor particular de inglés y lo ayudó a conseguir contactos en la televisión. Todo porque el mexicano tenía un know how que ellos desconocían: ese saber que se adquiere en la infancia y que tiene que ver más con el orden de lo intuitivo, que con los estudios formales. “Yo me crié con mi abuelo en una granja, en Culiacán, Estado de Sinaloa”, cuenta Millán, en comunicación con LA NACION. “Crecí rodeado de perros. Mi abuelo fue el que más influyó en mi decisión de entrenarlos. Él me decía: «Gánate la confianza de los perros para que ellos te den un regalo que se llama lealtad». Hay que ganarse esa confianza”, explica.
Porque en esos primeros tratos con los dueños de animales, mientras todavía tomaba clases de inglés, César descubrió algo que le llamó la atención: en las familias norteamericanas, los perros eran tratados como chicos. Y casi siempre, sus problemas eran causados por los dueños.
“Me esfuerzo en enseñarle a la gente que no trate a los perros como humanos. Cuando uno cambia la identidad de quien sea, va a causar un desbalance. Si nos esforzamos en hacer al perro humano, le estamos faltando el respeto a su identidad”, plantea Millán. Él suscribe a la idea de que la dependencia de un perro con su amo nace de la fidelidad instintiva que lo une al líder de la manada. Por eso insiste en la idea de crear una sumisión calma. “Pero cuando digo esto, lo explico como una mente abierta a aprender, no como debilidad”, explica. “El líder de la manada tiene que dar protección y dirección a su grupo. Cuando desarrollamos liderazgo, nuestra energía tiene que ser calma y en confianza. El animal está programado para seguir esa energía: los perros no siguen gente famosa ni millonaria. Todos mis clientes tienen estas cualidades, pero a los perros no les interesa, no los motiva. En el mundo animal, los humanos somos energía.” Así, lo que él busca es transmitir que cualquier comportamiento erróneo de un perro, es reflejo del comportamiento de su dueño: su transformación empieza con la nuestra. “El problema es el humano, que no tiene la educación necesaria para mantener el balance con la naturaleza”, dice Millán, que, a la hora de hablar de razas, señala la moda de los pitbulls como una consecuencia de la fascinación de los hombres por lo poderoso. “Es una raza muy barata, pero la gente los adquiere para usarlos: los hacen pelear, los llevan para protegerse, no es una raza vista con buenos ojos”, dice, y admite sentirse identificado en ese punto: “Fíjate qué gracioso, somos un mexicano y un pitbull que salimos en televisión enseñándole al mundo lo que son las relaciones. Es un ejemplo significativo: yo llegué como ilegal, conmigo tampoco fueron muy amigables”. Claro que aquellos días en que el camino se le hizo cuesta arriba quedaron bien lejos. Hoy, además del nuevo programa en el que expone cómo ser líderes de una manada y rehabilitar perros abandonados, Millán dirige un Centro Psicológico Canino en el Sur de Los Ángeles y fundó la César Millán Foundation. Además, lanzó la primera revista de perros en Latinoamérica (La revista de César Millán) y National Geographic sumó a su flamante programa (se emite los jueves a las 19.30) un documental sobre su vida.
Millán no sabe cuál es su secreto, pero podríamos arriesgar una mezcla de carisma, actitud y, por qué no, un golpe de suerte. Como sea, y aunque en los programas advierten “no intente esto en su casa”, él sostiene que cualquiera puede hacer lo que él hace con sólo seguir tres reglas: disciplina, ejercicio y afecto. “Es el mejor combo para prevenir”, asegura. “El problema no es el perro ni la raza, es el humano: yo entreno gente para rehabilitar perros. Nadie en el mundo te conoce como tu perro. Él no sabe qué haces para ganar plata, pero entiende cómo estás anímicamente. ¿Hay algo comparable a eso?”.
LA NACION