07 Mar Venezuela en vilo: el impacto interno y en el mundo
Por Beatriz Lecumberri
¿Y tú qué piensas de Chávez?” En Caracas, la pregunta es como pedir el número de DNI. La respuesta dice quién eres, te da o te quita amigos, te pone una etiqueta en un país partido en dos por razones políticas. No pronunciar una opinión rotunda sobre el presidente venezolano resulta casi sospechoso.
¿Eres chavista o antichavista, socialista o burgués, revolucionario o imperialista? Los términos medios no están de moda en Venezuela. Chávez, un animal político superdotado, avivó este desgarro en la sociedad y desde siempre generó una idolatría desmedida o un rechazo visceral . Reconocer hoy con lucidez los logros y los fracasos de estos 14 años de revolución bolivariana resulta una tarea imposible para buena parte del país.
¿Cómo es Venezuela en 2013? ¿Es un país más libre y más justo y uno de los pilares de la integración sudamericana o una sociedad muy dependiente del Estado y del petróleo, aquejada de males crónicos como la terrible inseguridad y con una economía estancada?
“A mí Chávez me hizo persona”, hace su balance María del Cruz Godoy. La frase impresiona, sobre todo cuando brota sin fanatismo, con una certeza sin fisuras y un agradecimiento profundo. Analfabeta y pobre, esta anciana siempre se consideró una ciudadana de segunda hasta que, pasados los 60 años, aprendió a leer y a escribir gracias al gobierno. Chávez puso con acierto en el centro de su discurso y quehacer político a estos venezolanos olvidados por gobiernos anteriores y los hizo conscientes de sus derechos. Las mayores victorias del chavismo son las decenas de miles de venezolanos con nombre y apellido a los que la revolución bolivariana sí les cambió la vida.
“En este sentido, creo que el chavismo era una necesidad histórica”, decía en una entrevista Vicente Díaz, uno de los rectores del Consejo Nacional Electoral venezolano.
Un país no veía a otro país, el este y el oeste de Caracas no bailaban la misma música ni hablaban de la misma manera y los líderes económicos y políticos ignoraban la existencia y las necesidades de la parte más frágil de la sociedad hasta que el chavismo dio un sonoro golpe en la puerta y dijo: “Estamos aquí”. Este cambio es irreversible, hasta la oposición más recalcitrante lo sabe, y cualquier gobierno futuro no podrá pasar por alto esta realidad.
Sin embargo, Chávez, con los años, fue dejando también fuera de su proyecto de país a una parte importante de los ciudadanos. Conmigo o contra mí. Y la exclusión política sustituyó a la exclusión social.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pobreza en Venezuela se situaba en un 49,4% en 1999 y era del 27,8% en 2010. Para los adversarios de Chávez, al impulsar estos programas en educación, salud, vivienda o alimentación, el presidente no buscó la justicia social, sino los votos para perpetuarse en el poder.
La pregunta ahora es si los proyectos sociales que apuntalaron tantas victorias del chavismo en las urnas tienen la estructura necesaria para sobrevivir sin Chávez o cuando se desplome el alto precio del petróleo que los ha logrado financiar.
Desde 1999, la dependencia de los ingresos del crudo se acentuaron y la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) se convirtió en la gallina de los huevos de oro que patrocina el deporte, la distribución de alimentos o buena parte de los proyectos de integración regional lanzados por la Venezuela bolivariana, como Petrocaribe o el ALBA.
El petróleo también sirvió para hacer frente a las nacionalizaciones y expropiaciones decretadas en sectores como la agricultura, el petróleo, la siderurgia, las finanzas, las telecomunicaciones o el suministro eléctrico. Sin embargo, y según la Confederación de Industriales (Conindustria), sólo un 10% de las 1400 empresas nacionalizadas entre 2001 y 2011 recibió la indemnización correspondiente.
El Estado venezolano se convirtió en un gigante que crece y crece cada día y ya no puede operar con eficacia. La necesidad de contar con el sector privado para impulsar la economía se entendió muy tarde.
Chávez batió récords de popularidad, pero miles de venezolanos se sienten hoy estafados por un proyecto político que no se parece en casi nada al que votaron en 1999.
¿Hubo en Venezuela una verdadera revolución? En muchos casos, la desilusión y la impotencia son rabiosas porque el presidente contaba con el apoyo y los recursos necesarios para haber transformado el país y resuelto sus problemas más acuciantes. Comenzando por la creciente violencia, que terminó con la vida de 21.000 personas en 2012, y si bien no se debe al líder venezolano, sí se vio favorecida por la dolorosa inacción del gobierno.
Es difícil saber hasta qué punto Chávez fue consciente de sus fracasos, de que el socialismo y la lucha contra el capitalismo que impregnaron sus discursos no calaron en un pueblo consumista, individualista y convencido de que el petróleo resolverá sus problemas.
Con el tiempo, el presidente venezolano cedió a la tentación de un narcisismo extremo que parecía cegarlo y le impidió incluso institucionalizar el chavismo para darle continuidad más allá de su persona.
El líder de la revolución bolivariana favoreció que nadie le hiciera sombra en sus filas mientras la oposición, totalmente desorientada y dividida, necesitó años para encontrar un proyecto constructivo y un candidato capaz de medirse con el jefe del Estado en las elecciones de 2012. La realidad es que Hugo Chávez fue durante mucho tiempo líder del oficialismo y de la oposición.
“Después de mí, el vacío, el caos”, dijo en 2009, convencido de ser imprescindible. Finalmente, su único adversario de peso desde 1999 habrá sido un elemento inesperado con el que nadie, y mucho menos él, parecía haber contado. La enfermedad.
LA NACION