10 Mar Bruce Willis:héroe a pura repetición
Por Marcelo Stiletano
Cinco veces John McClane. Para los que están furiosos, rendidos o directamente hartos frente al despliegue ostentoso e inabarcable de secuelas que parecen entusiasmar a Hollywood cada día un poco más, se trata de una cifra difícil de digerir. ¿Pero qué podría esperarse a esta altura, en un universo entregado al reciclaje perpetuo, de un personaje concebido para resistir cualquier adversidad? No podría haber papel más propicio para el regreso recurrente que quien haya recibido alguna vez el título de Duro de matar . En el caso de McClane, el bautismo de fuego se produjo hace 25 años, durante una frenética noche de Navidad en un rascacielos de Los Ángeles, con un héroe en musculosa resuelto a salvar a una multitud de rehenes (entre ellos su esposa) de las garras de uno de los más extraordinarios villanos de las últimas décadas, el Hans Gruber de Alan Rickman. Ahora, para festejar las bodas de plata, McClane (que es decir Bruce Willis) regresará mañana por quinta vez a la pantalla, en un año en que el actor, duro de jubilar como héroe de acción, reaparecerá en al menos tres continuaciones de sendos éxitos de armas tomar. Para no perder la costumbre.
Ya se dijo hasta el cansancio que el destino de Walter Bruce Willis, nacido hace 57 años en Idar-Oberstein, en la entonces Alemania Occidental, parecía escrito desde la cuna, ya que su padre era militar y estaba destinado allí junto con un contingente de fuerzas norteamericanas asentadas allí una década después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pero en este caso, más que el origen, ligado a las comedias amables con alguna buena dosis de arrojo (la celebrada serie Moonlighting en TV y un par de películas dirigidas por Blake Edwards en el cine), lo que impresiona es la llamativa y envidiable capacidad de Willis de perdurar en el tiempo y conservar la vigencia como héroe de acción. Una historia que empezó justamente hace un cuarto de siglo gracias al portentoso éxito de la primera Duro de matar.
Tal vez por no depender tanto de los anabólicos y mostrar que el mejor músculo (más allá de un impecable estado físico) está en el cerebro, Willis logra hasta hoy conservar sin problemas un lugar en el Olimpo de los héroes de acción que supo ganarse en los lejanos años 80.
Con los años, además, se las ingenió para sacar provecho de una característica física que para varios de sus colegas resulta un verdadero martirio: la afirmación de su calva perfecta como elemento identificatorio fue, en su caso, de la mano con el aprovechamiento cada vez más visible y frecuente del humor autoparódico. Es bueno reírse de sí mismo como antídoto frente a la edad, el paso del tiempo, la aparición de ciertos achaques y la sensación de que puede ser descartado en cualquier momento.
Indestructible de verdad
Con ese espíritu se sumó a la banda de Los indestructibles, rearmada por Sylvester Stallone con el propósito simultáneo de rendir tributo y refirmar la actualidad de los héroes de acción ochentosos. La película colectiva cumplió con creces su propósito, pero cuando los dos grandes bastiones del grupo (Stallone y Arnold Schwarzenegger) encararon la continuidad del regreso cada uno por las suyas, el público les dio la espalda. El último desafío (Arnold) y la aún inédita en la Argentina Bullet to the Head (Sly) ya tienen impresa en Hollywood la leyenda que nadie quiere lucir: fracaso completo en la taquilla.
Es cierto que Willis tiene diez años menos que sus esforzados colegas. Pero quedó como ellos igual de expuesto al paso del tiempo y a la evolución de las modas cinematográficas. Si hasta aquí pudo encontrar la salida del laberinto fue por el astuto manejo de su propia imagen (aun en hechos personales tan delicados como su separación de Demi Moore, quien lo dejó por un colega mucho más joven como Ashton Kutcher) y las criteriosas elecciones que marcaron la evolución de su carrera en el cine en los últimos años: la excelente Looper: asesinos del futuro es un ejemplo inmejorable.
De paso, Willis supo equilibrar esta búsqueda más abierta de papeles (y de públicos) con sucesivos retornos al personaje que lo consagró. No parece haber hasta ahora en el público síntomas de agotamiento en su interés en seguir nuevas aventuras de Duro de matar, una serie que acumula desde su origen en la taquilla global unos 1130 millones de dólares.
Ahora, después de cinco años, John McClane reapareció en Duro de matar: un buen día para morir. Se trata de su primera aventura fuera de Estados Unidos, ahora en compañía de su hijo homónimo (Jai Courtenay, figura de la serie Spartacus y dueño del papel luego de una desgastante búsqueda de cinco meses): los dos deben enfrentarse a una red de crimen, intriga y corrupción en el corazón de Moscú, cuyas calles, convenientemente salpicadas de persecuciones y autos destrozados, fueron recreadas en un rodaje que en su totalidad se realizó en Budapest.
Willis promete ratificar aún más su vigencia en varias secuelas que promete para este año. Y también augura el sexto regreso de John McClane. Para que los detractores de la fiebre repetidora de Hollywood se enojen y para que muchos otros vuelvan a entusiasmarse.
LA NACION