20 Feb Sherlock Holmes en televisión
Por Natalia Gelós
En Estudio en escarlata (1887), sir Arthur Conan Doyle presentó su Sherlock Holmes al mundo a través de la mirada del doctor John Watson:
En altura andaba antes por encima que por debajo de los seis pies, aunque la delgadez extrema exageraba considerablemente esa estatura. Los ojos eran agudos y penetrantes, salvo en los períodos de sopor a que he aludido, y su fina nariz de ave rapaz le daba no sé qué aire de viveza y determinación. La barbilla también, prominente y maciza, delataba en su dueño a un hombre de firmes resoluciones. Las manos aparecían siempre manchadas de tinta y distintos productos químicos, siendo, sin embargo, de una exquisita delicadeza, como innumerables veces eché de ver por el modo en que manejaba Holmes sus frágiles instrumentos de física.
En realidad, aunque no lo sabía entonces, no sólo lo presentó; lo dio como legado. Ya nunca más fue suyo. Por eso, hasta se vio obligado a hacerlo volver de la muerte. En ese mundo que recibió al detective de la calle Baker, muchos, cientos, se animaron a llevarlo al cine y la televisión. Como la marea, la fiebre por la dupla fue y vino a lo largo de los años. En este tiempo, el de ahora, otros metieron mano a la historia: Steven Moffat (responsable de la serie ya de culto Doctor Who) y Mark Gatiss, para la británica BBC, con Sherlock, y Robert Doherty, para la norteamericana CBS, con Elementary (aquí se ve por Universal). Así, establecieron un dispar juego de contrapuntos con el personaje inmortal.
El elenco, el foco por donde pasará la historia, el respeto o no por las líneas que trazó la obra literaria; en esas decisiones ambas series establecen sus diferencias, que son radicales. El Holmes inglés aparece en pantalla por primera vez de cabeza, por la parte superior del cuadro. Es la subjetiva desde una bolsa mortuoria. Se lo ve exultante, alguien que disfruta de su juego. El Holmes “a la norteamericana”, que mantiene su nacionalidad inglesa pero se ubica en Nueva York, irrumpe en escena de espaldas: a Watson, a la cámara, ¿al Holmes original? Luego de ver los hasta ahora seis capítulos de la versión inglesa, es justo preguntarse: ¿era necesaria otra versión?
Persiguen objetivos diferentes: si en la BBC los impecables Benedict Cumberbatch (como Sherlock) y Martin Freeman (como Watson) se ponen al servicio de los creadores para refrescar la obra sin perder su fidelidad y mantener el aire literario, pleno de vértigo, humor y misterio, la versión estadounidense es polémica. Sí, un inglés interpreta a Holmes (Jonny Lee Miller), pero Watson. es Lucy Liu, Ese juego hombre-mujer les permite, según sus creadores, explorar otras facetas del vínculo, y será eso y no tanto la resolución de los crímenes lo que concentrará sus esfuerzos en esta primera temporada. Holmes está en Nueva York para recuperarse de su adicción a las drogas y Watson, una ex cirujana con una mala pasada en la profesión, es su tutora. Son, sobre todo, dos seres rotos que encuentran en la asistencia a la policía neoyorquina un bálsamo al ardor interno.
En Sherlock, además de la vibración justa de humor a lo ConanDoyle, se produce algo diferente: esos dos hombres tienen voracidad por el juego. Cada temporada de tres capítulos (la primera, en 2010; la segunda, en 2012: una apuesta, como suele hacer la televisión inglesa, de la calidad por sobre la cantidad) evidencia el trabajo de dos fanáticos de Holmes y de toda la literatura victoriana. Eso explica, entre otras cosas, la fidelidad y el modo en el que logran darle vida al espíritu de los libros. “Otros detectives tienen casos, Sherlock Holmes tiene aventuras y eso es lo que importa”, ha dicho Moffat, exponiendo el nervio de la obra.
Si para los puristas nada será digno de sir Arthur, la versión inglesa, al menos, es difícil de destrozar: como ejemplo, el primer capítulo toma con lealtad pasajes de Estudio en escarlata. A lo largo de la serie, además, aparecen los personajes célebres: Irene Adler, “la” mujer que consigue conmover la estructura sherlockiana, yMoriarty, el archienemigo. Los cambios son naturales: a Watson su psicóloga le recomienda sanar su pasado en la guerra a través de un blog, en el que luego narrará las aventuras como investigador. Y hay superaciones: es un hallazgo el recurso de edición que consigue darles imagen a las cadenas de pensamiento de Holmes, que siempre van un paso adelante.
En esos consensos de época, las dos series coinciden en la utilización de la tecnología como herramienta para encubrir y resolver los crímenes: ahora hay cámaras, teléfonos que graban conversaciones, archivos electrónicos que piden ser “hackeados”. Elementos todos que ayudan al desarrollo dramático de los capítulos.
¿Por qué Estados Unidos hace una versión nacional de todo? ¿Con qué objetivo se recrea un clásico? ¿Al libro se le debe respeto? Abundaban las series que hacían guiños al investigador del genio superlativo. Sherlock ya imprime su sello personal en el clásico de Conan Doyle, lo actualiza, lo cuestiona y, a la vez, le es fiel como ninguno. Si Elementary tuviera como única referencia la obra literaria, sería una buena serie basada en las aventuras de Holmes. Si no se basara en eso, sería un buen policial. Pero está Sherlock, y entonces cambia el escenario y las comparaciones son siempre odiosas, sobre todo, para la versión norteamericana. Sin embargo, Elementary cruzó una línea: según el libro Guinnes, con esta serie, Holmes se consagró como el personaje más recreado de la historia..
LA NACION