01 Feb Mamíferos argentinos en peligro de extinción
Por Leonardo Moledo
Experto en la historia natural de los roedores, Michel Mares lleva cuarenta años de trabajo recorriendo el mundo para estudiar a los mamíferos. Aquí nos habla de la diversidad de los mamíferos argentinos y del peligro que corren.
–Usted se dedica a…
–Los mamíferos argentinos. Es a eso a lo que me dedico actualmente. Usted escuchó alguna vez una charla mía en la que me ocupaba de hablar de los mamíferos que hay en los museos (no sólo de Argentina sino también de Europa), que es un trabajo que nadie ha hecho. Yo me ocupé de ir y verificar y anotar todos los especímenes que han sido recolectados en 200 años. He ido a Suecia, a Inglaterra, a Ginebra, a Francia, a España, a Alemania, por todos los Estados Unidos y Argentina. La idea es tener, como punto final, una buena base de datos sobre la fauna argentina, que no existe ahora.
–¿Y qué se puede decir de los mamíferos argentinos?
–El punto uno es que hay muchísimos. Argentina es uno de los países llamados de “megadiversidad”. Actualmente tiene más de 470 especies, incluyendo las marinas, con datos fuertes para el país en los museos. Eso pone a la Argentina en el sexto o séptimo lugar en la lista. Y todavía hay muchas especies que falta nombrar, que son nuevas para la ciencia.
–¿Son mamíferos especiales de nuestro país? ¿Qué se puede contar de ellos?
–Se puede contar, para empezar, que los ambientes de los mamíferos están desapareciendo, que los mamíferos están desapareciendo. Que de los mamíferos de Argentina, de las 400 especies, de 136 hay menos de diez especímenes en los museos del mundo. Es decir: son rarísimos en las colecciones, no sabemos nada de esas especies (salvo que existen), no sabemos el rango, el ambiente, nada. Algunos fueron colectados hace 100 o 200 años y no han sido vistos desde ese entonces. Yo creo que hay, en total, 55 mil ejemplares en todos los museos del mundo. Suena como mucho, pero lo cierto es que la Argentina es un país muy grande con muchas especies. Pero EE.UU., por ejemplo, tiene un millón de ejemplares. En la provincia de Santa Fe, solamente 351 especímenes han sido coleccionados.
–¿Y eso qué quiere decir?
–Que hay pocos ejemplares de cada especie, y que nunca ha habido un buen relevamiento de la fauna del país. Lo que yo encuentro es que los museos mismos están luchando para invertir en Argentina, pero no tienen mucho apoyo. Hay poca plata, poca gente y pocos medios, y entonces muchas colecciones están en peligro. O sea: no sólo están en peligro las especies representadas en esa colección, sino que las colecciones mismas están en peligro. Eso es un desastre, porque lo que uno ve con el cambio de ambiente que viene marchando, en el cual el ambiente del Chaco está desapareciendo, se están afectando los montes con sobrepastoreo, mucho turismo que va con doble tracción… la Patagonia, lo mismo; el bosque del este, en Misiones, casi desaparecido; las yungas también. Esos son los ambientes más ricos para las especies de mamíferos (el bosque paranaense, el Chaco y el bosque de yungas) y los tres más en peligro. Ni hablar de la Pampa misma: casi no existe pampa natural ya. Lo que ocurría allí ya no sabemos si sigue ocurriendo. Todo está pasando sin que nadie se dé cuenta.
–¿Y hay muchas especies en peligro de extinción?
–Sí, muchas.
–¿Cuántas de las 400?
–No sé el número exacto. Hay que distinguir, primero, entre especies en peligro real y especies en peligro oficial. Yo conozco muchas especies que, si bien no están en la lista oficial, tienen poquísimos ejemplares en museos, y nadie las estudia ni las ha buscado ni se sabe si siguen existiendo. Esas son las especies en peligro real o ya extinguidas. Yo creo que el 25 por ciento de esas 400 y pico de especies está en peligro de extinción.
–Es mucho.
–Sí. Se habla de los monos que desaparecen, los quirquinchos, muchos roedores… Hay muchas especies que están en peligro.
–¿Y por qué es importante cuidar la biodiversidad?
–Hay varios argumentos. El otro día oí hablar a un investigador de Israel que pasó mucho tiempo estudiando roedores subterráneos, más subterráneos que el tucu-tucu. Nunca salen, ni siquiera tienen ojos. Pero tienen genes que evitan el cáncer, tienen genes que afectan la oxigenación y cómo duerme el animal. Son genes que podrían ser traducidos en forma de tratamiento al ser humano. Cuando uno destruye el medio ambiente y las especies van desapareciendo, estamos desperdiciando información genética que podría servir muchísimo para traducir al ser humano, si no ahora, por lo menos en cien años.
–Pero ése es un problema puramente utilitario…
–Bueno, hay más argumentos. Hay uno “moral”, diría yo: somos una especie entre miles de especies; ¿por qué deberíamos decidir nosotros la extinción de todas las demás? Moralmente eso es indefendible.
–Lo que pasa es que hubo muchas extinciones en la historia de la vida.
–Sí, claro. Hay extinciones naturales, como la de los dinosaurios, pero eso es algo que va con el flujo de la evolución. Cuando los dinosaurios desaparecieron, por ejemplo, se levantaron los mamíferos. Pero eso pasó naturalmente. Permanentemente las especies están luchando entre sí, contra el clima, contra los cambios continentales. Pero nosotros con estas extinciones no estamos ayudando a la marcha de la evolución ni mucho menos. Estamos jugando al ajedrez con la vida y eso no tiene sentido. Lo que sabemos es que cada día estamos más en un engranaje de la vida en el que el hombre también se interpone. Ahora que cortamos los bosques aparecen enfermedades, y eso tiene que ver directamente con la acción del hombre.
–¿Por qué cortar el bosque hace que aparezca el dengue?
–Porque en esa área el dengue anda tranquilo y los animales han desarrollado protección a lo largo de la evolución. Cuando se queda sin ese ambiente, vienen nuevos animales, se mezclan los animales y plantas en un área para la que no tienen armamento y se tienen que enfrentar con nuevos virus, nuevas bacterias, elementos que nunca han conocido en su vida. Es lo mismo que si uno inocula un virus en un país para el cual ni la gente ni los animales tienen defensa.
–Claro, pero el dengue es un ataque para la gente más que para los animales. ¿Por qué el dengue se propaga más cuando no hay bosques?
–Es que no necesariamente se propaga más cuando no hay bosques. Lo que pasa es que el dengue ha evolucionado donde está el mosquito. El asunto es que cuando se corta el bosque cambia el ambiente: entra la soja, supongamos, o cualquier otra cosa, y ese cambio de ambiente no es natural. En realidad, es natural en tanto el hombre es natural, pero el hombre es la especie que más incide de manera “no natural” sobre los ambientes naturales. Es la especie que puede causar la extinción de él mismo y de todas las especies. Es el único animal que puede hacer eso en toda la historia de la evolución. Yo le decía hoy que de las 400 especies de Argentina, si conocemos algo de 50 es mucho. Lo otro son nombres, pero no sabemos nada de ellos: qué comen, con quiénes viven, a qué parásitos resisten. Nada.
–¿Y por qué es importante todo eso?
–Porque tarde o temprano todo eso va a llegar a nosotros.
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