27 Feb La solución para la crisis de gobernabilidad en Italia es formar una gran coalición
Por Wolfgang Münchau
Hubo un momento simbólico en las elecciones italianas, cuando supe que el juego había terminado para Mario Monti, el primer ministro derrotado. Fue cuando en la mitad de la campaña (en plena insurgencia anti-establishment) viajó a Davos para reunirse con sus amigos de las finanzas y política internacional. Sé que su visita al encuentro de élite en las montañas suizas no complicó la campaña, pero para mí fue señal de una falta casi cómica de realismo político.
El realismo volvió el lunes. Fue casi brutal, pero no totalmente inesperado. Pier Luigi Bersani, el candidato de centroizquierda, no obtuvo una victoria rotunda en las elecciones (ni siquiera aliado con Monti, tal como indicaban los sondeos). Los partidos de Silvio Berlusconi y del populista Beppe Grillo juntos terminaron con una mayoría en el Senado. El sistema de votación italiano permite las mayorías divergentes, lo cual en si mismo no es poco habitual. Tenemos lo mismo en Estados Unidos, y también, indirectamente, en Alemania. La diferencia es que Italia no está acostumbrada a enfrentar este resultado.
Una de las cuestiones que están discutiendo los políticos italianos, ahora con los resultados de los comicios, es si llamar nuevamente a elecciones. ¿Se obtendría una verdadera mayoría? ¿Sería eso justo para el electorado? La respuesta bien puede ser No para ambas preguntas. Después de la implosión del centro, Italia tiene ahora tres grandes grupos políticos, la centroderecha, la centroizquierda y el Movimiento Cinco Estrellas de Grillo, un partido anti-establishment. Con el actual sistema político italiano, no será fácil desde ahora conseguir mayorías claras en ambas cámaras.
La situación no es comparable con la de Grecia, donde después de una ronda inicial de elecciones el año pasado simplemente no era posible formar un gobierno. Por el contrario, en Italia existe una solución para salvar esta paralización política: una Gran Coalición. Y si hubiera una segunda vuelta electoral, el resultado sería el mismo.
Habría que considerar una similitud con Alemania en 2005. En aquel entonces, Angela Merkel (al igual que el líder del Partido Demócrata Pier Luigi Bersani) y sus demócratas cristianos comenzaron la campaña con una irrefutable ventaja en las encuestas, y enfrentó una formidable oposición que logró reducir la diferencia. Merkel había considerado renunciar al liderazgo del partido Unión Demócrata Cristiana de Alemania (UDC) la noche de las elecciones, pero luego se dio cuenta de que podía aún encabezar una gran coalición.
Soy conciente de que casi todos los expertos políticos italianos sostienen que eso no es posible debido al estilo confrontativo de la política y docenas de otras razones. Con todo respecto, no concuerdo. Es cierto que los partidos políticos no tienen experiencia en grandes coaliciones. Los políticos alemanes que las crearon en 1967 o 2005 tampoco la tenían.
Las grandes alianzas definitivamente no son una buena manera de gobernar países durante largos períodos porque dejan que los partidos marginales prosperen en la oposición. Una gran coalición debería dejar a Grillo como el líder efectivo de la oposición. Pero las grandes alianzas pueden funcionar bien durante un período predeterminado, digamos por un mandato parlamentario.
Es mucho más probable que Italia promulgue una ley de reforma del mercado laboral, o de competencia en el sector de servicios o reformas regionales dentro de una gran alianza que con una mayoría partidaria más normal.
Imaginemos si las encuestas hubieran pronosticado bien los resultados, Bersani y Monti habrían formado una coalición con una mayoría pequeña en el Senado. ¿Habrían podido realmente conseguir esas reformas? La única manera de que un país grande de Europa continental con un complejo sistema político acuerde cambios tan revolucionarios es a través de grandes alianzas políticas.
Quizás, necesitemos un cambio de liderazgo en los partidos para que esto funcione. Pero los partidos políticos italianos estarían locos si se arriesgaran a otra vuelta de elecciones, en vez de aceptar el veredicto de los votantes y dedicarse a conducir el país.
El próximo gobierno italiano tiene una misión que es poner fin a la recesión. Una gran coalición estaría mejor posicionada para hacerlo. Nadie debería descartarla con el argumento de que nunca antes sucedió. Y para poner fin a este pánico en el mercado, hay que empezar ya a negociar la coalición.
EL CRONISTA