El encanto prohibido de compartir intimidades

El encanto prohibido de compartir intimidades

Por Matt Ritchel
Las parejas jóvenes señalan su devoción mutua de distinta forma: regalando una campera del colegio o la Universidad, o intercambiando anillos o pulseras con sus nombres. Los mejores amigos comparten las combinaciones de sus lockers.
Y la era digital llevó estas actitudes a costumbres más íntimas. Está de moda entre los jóvenes expresarse el afecto compartiendo sus contraseñas de e-mail, Facebook y otras cuentas. Novios y novias incluso a veces crean contraseñas idénticas, y se permiten mutuamente leer sus mensajes privados.
Dicen saber que tales conjunciones digitales son riesgosas, porque al cortar una relación se pueden usar secretos online de uno en contra del otro. Pero eso justamente es, dicen, lo que las hace tan poderosas.
“Es signo de confianza”, dice Tiffany Carandang, una chica de 17 que cursa los últimos años del secundario en San Francisco, acerca de la decisión de compartir sus contraseñas de e-mail y Facebook, que tanto ella como su novio tomaron hace varios meses. “Yo no tengo nada que ocultarle y él tampoco tiene nada que ocultarme.”
“Es tan lindo -opina Cherry Ng, de 16, sobre el gesto de su amiga Carandang-. Realmente confían uno en el otro.”
“Sé que él nunca haría nada para arruinar mi reputación”, dice la novia confiada.
Pero no siempre resulta todo tan bien. Cambiar una contraseña es fácil, pero los estudiantes, consejeros escolares y padres están de acuerdo en que con frecuencia el daño ya está hecho antes de que la contraseña se cambie, o también que el hecho de compartir sus vidas online puede ser una causa de que la relación fracase.
Las historias de rupturas incluyen un novio de los primeros años de la secundaria, rechazado, que intentó humillar a su ex novia divulgando sus e-mails secretos; momentos muy incómodos en los que se leen detenidamente unos a otros sus mensajes privados en busca de deslealtad o infidelidad, o agarrar el celular de un ex mejor amigo, desbloquearlo con la clave y enviar mensajes de texto amenazando a alguien.
Algunos adolescentes, en tanto, intercambian sus contraseñas con otros objetivos: para forzarse unos a otros a estudiar para los exámenes finales. Un estudiante le dará su contraseña a otro para que la cambie y, así, no le permita entrar por un tiempo a su cuenta de Facebook y la aleje de esa gran distracción.
Alexandra Radford, una estudiante de 20 años en San Francisco State University, dice que lo hizo varias veces con sus amigos durante los exámenes. Cierta vez, una amiga quiso saber su nueva contraseña antes de que terminaran los finales, pero Radford se negó. “Se la di cuando terminaron los exámenes, y ella estuvo muy agradecida.”
LA NACION