Dickens y sus diversas contribuciones al cine

Dickens y sus diversas contribuciones al cine

Por Fernando López
ace unos años, cuando abordó su propia adaptación de Oliver Twist , Roman Polanski se confesó enamorado de Dickens (de cuyo nacimiento se cumplirán dos siglos el 7 de febrero) y que él lo descubrió gracias al cine, en la versión de Grandes esperanzas que David Lean dirigió en 1946. “Después de ver ese film -contaba entonces-, me lancé con avidez a leer cuanto libro suyo estuviera a mi alcance. Uno era Oliver Twist , y por supuesto me identifiqué con él: hacía poco que yo había experimentado el abandono en mi propia piel”. Pero no fue sólo por esa resonancia personal que quiso volver a contar la historia, sino por su vigencia. “Los buenos libros jamás envejecen -sostiene-; sus temas son universales y nos hablan a todos, poco importa la época. El itinerario de un huérfano en un país en plena mutación, por ejemplo, es siempre un tema de actualidad”.
El cine recurrió temprano a Dickens para recrear el sombrío cuadro social de una Londres victoriana en cuyas legiones de desplazados y menesterosos se veían las consecuencias de la revolución industrial: el primer film, Death of Nancy Sykes , de 1897, fue un corto basado en un tramo de la citada novela. Lo ha seguido haciendo hasta ahora: está en posproducción otra versión de Grandes esperanzas en la que Mike Newell dirige a Ralph Fiennes y Helena Bonham-Carter. Son alrededor de 400 las adaptaciones de las que se tiene constancia, aunque muchas de ellas han sido abordadas por la TV, lo que tiene su lógica, ya que el formato de la miniserie se acomoda mejor a las extensas y variadas aventuras que el autor de David Copperfield publicaba en entregas periódicas.
Durante parte del siglo pasado, hubo una moda que desestimaba a Dickens por sentimental. En tiempos duros como los actuales, su vigencia se hace más notoria: nadie como él pintó con tanta veracidad, adhesión y sensibilidad a los excluidos; nunca olvidó el miedo, el dolor y la vergüenza de estar en la calle y nunca olvidó tampoco la esperanza.
Puede decirse que las historias de Dickens recorren la historia del cine. Sería reiterativo y abrumador repetir la lista de versiones: las que siguieron al pie de la letra sus textos, las que vanamente intentaron modernizarlos o las que los tomaron como inspiración. Y sería inconducente retomar la vieja discusión acerca de la “fidelidad” de cada film respecto de su original literario (conviene recordar que cada obra vive en la dimensión en que ha sido concebida: un film es un film; una novela, una novela). Más interesante parece recordar voces autorizadas a propósito de las contribuciones que el autor de Historia en dos ciudades hizo al cine. Einsenstein, por ejemplo, escribió en 1944 que sólo gente irreflexiva o presuntuosa podía creer en un nacimiento virginal del cine y que el norteamericano David W. Griffith había tomado muchos recursos de su lenguaje (el fundido, el primer plano, el montaje paralelo) de novelas como Oliver Twist . Griffith lo admitió. En una de sus primeras películas, una versión de El grillo del hogar (1909), incorporó experimentos de montaje, y se dice que cuando su cameraman le reprochó “¿Cómo puede contar una historia así, saltando de una cosa a otra”, él le contestó: “¿Acaso Dickens no escribía así?”.
Queda claro que, aunque murió veinticinco años antes del nacimiento del cine, sus aportes al nuevo arte no se limitaron a prestarle sus maravillosas historias