15 Jan Verdugos de Dios
Son la cólera, la justicia y la retribución. Su nombre en clave es “Kidon”, o “bayoneta” en lengua hebrea. Y, desde las sombras, encarnan la justicia terrenal más extrema sobre los enemigos de Israel, quienes ejecutan la máxima pena en forma clandestina. Nazis, terroristas, científicos vinculados a planes armamentísticos y jerarcas de la OLP palestina, Hamás y Hezbollah cayeron bajo el filo de su acero durante su medio siglo de vida. “Los enemigos sabrán que soy el Señor cuando haga caer mi venganza sobre ellos”, sella el augurio del profeta Ezequiel. Y los verdugos de Dios lo hicieron su lema.
Hace dos años, PERFIL publicó una controversial noticia: los responsables del atentado a la embajada de Israel en la Argentina el 17 de marzo de 1992, de la cual se cumplen 20 años, ya habían sido ultimados. La embajada en Buenos Aires negó haber sido el origen de semejante revelación. Pero, más allá de las fuentes, el dato era real, al menos, para uno de los vinculados a los ataques en el país, Imad Fayez Moughnieh.
El 12 de febrero del 2008, al jefe del Servicio exterior de Hezbollah la deuda de sangre lo encontró en el asiento de su Mitsubishi a escasos metros del Centro Cultural iraní de Damasco adonde había acudido por las celebraciones del 29° aniversario de la Revolución islámica. Una bomba accionada a control remoto desde un celular fue detonada en el apoyacabezas de su asiento. Una marca de fuego de los “Kidon”, según uno de los más prolíferos investigadores sobre el tema, Gordon Thomas.
Mitos
El mundo los conoce como los vengadores de Munich, los encargados de ejecutar la operación “cólera de Dios” ordenada por la premier Golda Meir sobre cada responsable de la muerte de once atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de 1972. La masacre se desencadenó tras un frustrado intento de rescate de los rehenes en manos de la organización palestina “Septiembre Negro” y la caza clandestina posterior fue inmortalizada en el libro “Venganza”, de George Joñas, que Steven Spielberg tomó para el film que lleva el nombre del escenario del desastre. Pero lo cierto es que aquella fue solo una de las tantas misiones internacionales del grupo más letal del Mossad. Y solo una prueba que la realidad puede ser tan audaz como la ficción. O aún más.
“La regla del Mossad es no admitimos nada, no negamos nada. David Kimche (considerado uno de los mejores agentes de la institución) me resumió esto cuando fue subdirector del ‘Instituto’. Le dije que me definiera el papel del Mossad en el mundo y me dijo: Es muy simple, el Mossad de principio a fin y siempre, siempre por Israel”, afirmó en una entrevista Thomas, quien se presenta como el responsable del único libro “autorizado” por el Mossad.
Pero quien primero se atrevió a hablar de ellos fue Víctor Ostrovsky en su libro “By way of deception”, publicado en 1990. Hay quienes lo vieron como una traición al secretismo que rodea a los “katsas”, los agentes del Mossad, porque Ostrovsky había sido uno de ellos en su vida pasada.
El 7 de junio de 1948, el entonces primer ministro y héroe de la recién conquistada independencia israelí a sangre y fuego, David Ben Gurión, firmó el acta de nacimiento de los temidos servicios de espionaje. En la práctica, un área subdividida en tres departamentos: un servicio militar de informaciones, responsable de las tareas de seguridad, censura y contrainteligencia; un servicio de inteligencia doméstica y otro de espionaje exterior, subordinado inicialmente al ministro de Defensa y luego a la Cancillería. Con todo, no fue hasta dos años después cuando, tras sucesivas reorganizaciones, finalmente tomó su forma definitiva con funciones unificadas el “Instituto de coordinación” que pasó a ser conocido en la jerga como “el Instituto” o Mossad.
Hasta 1996, la ley prohibía revelar el nombre de su director, apenas identificado con la letra “S” o el título “Memuneh”. Hoy, se sabe que hubo once y el último de ellos es Tamir Pardo, conocido del actual premier Benjamin Netanyahu desde que era un joven miembro de élite de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) bajo las órdenes de su hermano, Yehonatan Netanyahu, responsables de liberar en 1976 al vuelo 139 de Air France en Uganda.
“Silencioso pero luchador. Muy inteligente y tenaz”, lo describe Ephraim Halevy, ex cabeza del “Instituto” entre 1998 y 2002 y autor de ” 13 años que cambiaron el mundo. MI vida en el Mossad”. Dos rasgos de su vida lo vinculan a la Argentina: se confiesa gran admirador del club Barcelona y su goleador, el argentino Lionel Messi. Y durante su turno como subdirector del Mossad fue labrada y ejecutada la pena contra Moughnieh como brazo planificador de Hezbollah.
Preparación
La unidad Kidon está compuesta por no más de 50 miembros, en su mayor parte hombres. Se mueven en grupos reducidos de a cuatro para cumplir sus tareas, mantienen una red de informantes activa a lo largo de la región árabe y contactos con otros servicios de inteligencia, no solo aliados históricos como la CÍA, pero también enlaces con viejos enemigos como Siria. Según Gordon, la ejecución de Moughnieh jamás hubiera sido posible sin la anuencia de Damasco.
Su actividad en el campo no se ex¬tiende más allá de unos años producto de la enorme tensión y riesgo que envuelve sus vidas. Se someten a arduos entrenamientos en el desierto y, según revela el académico Eric Frattini, autor de “Kldon. Los verdugos del Mossad”, ningún “katsa” (agente) puede enrolarse motivado por el dinero, el fanatismo o la afición al peligro porque enturbian el buen juicio. Cada sentencia de muerte lleva la firma del primer ministro: “Por lo tanto, toda ejecución es patrocinada por el Estado, la máxima sanción judicial legal. El ejecutor no es diferente del verdugo nombrado por el Estado”, describe Thomas en su artículo “La licencia para matar del Mossad”. Entre los parámetros de funcionamiento del “Instituto” queda claro que su terrenos de acción no reconoce los límites de los estados: “prevenir atentados contra blancos israelíes en el exterior” y “planificar y ejecutar operaciones especiales más allá de las fronteras de Israel”, se lee en hebreo o inglés en su web oficial.
De ahí que cada vez son más los analistas de inteligencia, muchos de ellos ex miembros de los servicios, que hablan de una guerra se¬creta en Irán con el Mossad detrás de los “asesinatos selectivos” de científicos y mi¬litares vinculados al programa nuclear. Sin ir más lejos, fue la revista estadounidense Foreign Policy la que fue aún más allá y sugirió que la modalidad implementada en suelo persa podría ser la del reclutamiento bajo “fal¬sa bandera”, esto es, la contratación de mano de obra local con mayor facilidad para movilizarse, kurdos o suníes, por agentes israelíes disfrazados de otra nacionalidad. Otro de los recursos del temible Mossad.
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