Frankenweeinie

Frankenweeinie

Por Sebastián Tabany
Alla por 1984 Tim Burton no era un realizador conocido, de hecho, no era realizador. Trabajaba en los estudios The Walt Disney Company como animador y en sus ratos libres dibujaba y filmaba cortos caseros. Uno de ellos se llamó Frankenweenie y se trataba de una versión de Frankenstein, pero con el perro de Víctor, un chico de diez años, en lugar de una criatura compuesta por diferentes cadáveres. El cortometraje, de menos de media hora de duración, ya anunciaba lo qué más tarde serían varias de las características del director: un desplazamiento del protagonista común y corriente hacia un antihéroe monstruoso, pero de buen corazón, la utilización del blanco y negro con mucho contraste al estilo del cine de género de los años treinta y una reverencia a aquellas películas clásicas tamizadas por un sentido estético kitsch y cubista.
Si bien Frankenweenie estaba filmada con actores, por entonces Burton probó la técnica de animación cuadro por cuadro en otro de sus cortos, Vincent, en homenaje al que sería su mentor invisible durante toda su carrera: el actor Vincent Price. A medida que Burton fue creciendo y adquiriendo popularidad, logró, como pocos lo hacen, constituirse como un director de industria, pero con sello propio, ya que pudo incorporar su visión estética y varios homenajes dentro de sus películas. Además, consiguió trabajar con Price en El joven manos de tijera y se dio el gusto de reverenciar a Ed Wood, otro director optimista como él. Y de
lo que tampoco se olvidó fue de Frankenweenie y de la animación cuadro por cuadro.
Los estudios donde se realizó el film, 3 Mills Studios, se encuentran en una zona industrial a la vera del río Thames en Londres o, mejor dicho, se encontraban. La productora Allison Abbate nos da la bienvenida y con tono elegiaco informa: “Todo esto que ven será utilizado para las Olimpíadas”.
Era septiembre del 2011 y el rodaje, después de tres años de mover muñecos cuadro por cuadro, estaba llegando a su fin. Filmada con más de treinta y cinco decorados simultáneos, la película es el sueño del pibe Burton: desde joven quiso hacerla y finalmente, gracias a su carrera y prestigio, pudo concretarla. Asimismo es, en cierta forma, una venganza dulce, porque The Walt Disney Company había despedido a Burton cuando redujo el departamento de animación, y ahora el film está producido ni más ni menos que por el estudio del ratón.
Burton fue el diseñador de los personajes y el factótum de la historia. La fabricación de los muñecos corrió por cuenta de la empresa inglesa Mackinnon & Saunders, que ya había trabajado en El cadáver de ¡a novia y en El fantástico Sr. Fox de Wes Anderson. Para escribir la historia, Burton llamó al guionista John August, un colaborador del director en Sleepy Hoílowy en El gran pez. Y para completar el bingo, Danny Elfman, su amigo de toda la vida, se hizo cargo de la música.
Frankenweenie no sólo hace referencia a Frankenstein, sino también al género de monstruos de los estudios Universal de los años treinta. En el film, la dueña de la perra caniche y vecina de Victor, el protagonista, se llama Elsa, tal como Lanchester, de La novia de Frankenstein; el profesor de ciencia tiene un aspecto similar a Vincent Price; mientras que el compañero de clase, jorobado y dientudo, tiene por nombre E. Gore, al igual que Igor, el asistente del científico. También hay referencias al cine kaiju, el de monstruos gigantes japoneses, con unos Sea Monkeys anárquicos y destructores que son la frutilla del postre.
Andrew Gent, el jefe del departamento del “Hospital de títeres”, tal como denominan a la habitación donde se fabrican y reparan los más de 300 muñecos que forman parte de la historia, cuenta que del personaje de Victor hay 18 títeres
y de Sparky, su perro, 15. Asimismo, comenta que el equipo construye los diseños de varios tamaños porque algunas partes tienen primeros planos: “El títere más complejo es Sparky, porque tiene un armazón mecánico que permite mucha movilidad y también cambiar expresiones en las cejas. Puede mover los hombros y sacar la lengua. Sparky es la primera marioneta que construimos, y le da escala a todo lo demás. Por eso nuestras marionetas son grandes, de 70 cm de alto en promedio”, dice Gent. Trey Thomas, el director de animación, da una idea sobre cómo es realizar un film de estas características: “Cada animador filma dos segundos por semana aproximadamente, y tratamos de que sea siempre el mismo para cada personaje, mientras que cuando hay escenas con muchas personas, son varios”. En cuanto al manejo de las marionetas, explica que si bien lo hacen a mano, usan
un software para previsualizar el movimiento y ver cómo quedará la secuencia, para prever algún error, o que una marioneta se caiga durante el proceso. Según Thomas, las bocas son distintas para cada expresión y en el caso del profesor de ciencia, son magnéticas, es decir que es posible ponerlas y quitarlas de manera simple.
De esta forma, la nueva película de Burton es más un regreso a los temas de su juventud con los que rinde homenajes que una evolución en su cinematografía. Y esto se trata de algo positivo, ya que en sus últimos trabajos con Johnny Depp, como Alicia en el País de las Maravillas y Sombras tenebrosas, la fastuosidad del presupuesto provocó films desconectados. Con Frankenweenie, en cambio, se vuelve a ver al Burton de hace veinte años, cuando no manejaba presupuestos de cientos de millones de dólares y conservaba la ingenuidad del entusiasmo intacta.
REVISTA MIRADAS