Doce libros para leer o para releer

Doce libros para leer o para releer

Por Luis Gregorich
Febrero y marzo son meses especiales. Muchos han vuelto ya de las vacaciones. Otros las tomarán próximamente; entre ellos, se dice, los psicoanalistas y los jubilados. Otros se quedan en casa. Es la mitad final del verano: tiempo de descuento, segunda vuelta. El optimismo estival se hace menos estentóreo, más exigente.
Por eso, al sugerir lecturas o relecturas en febrero y marzo, vamos a desechar las caudalosas novelas policiales en boga, y las exitosas investigaciones político-biográficas. Para qué recomendarlas: se venden solas. En cuanto a géneros, nos vamos a limitar al cuento, a la novela no demasiado larga y al libro de viajes.
¿Qué les pedimos a esta docena de títulos (algunos muy recientes, otros con más de un siglo de edad) que nos atrevemos a ofrecer? Que estén bien escritos. Que su forma de usar el lenguaje nos brinde placer. Que disfrutar de la felicidad de sus tramas y la verdad de sus personajes nos haga mejores. Quizá sea mucho pedir, pero creo que la literatura tiene ese poder.
Damos a los autores por orden alfabético. La casualidad quiso que el primero y la última fuesen argentinos. No son los únicos. No citamos los datos comerciales. En cualquier buena librería, o por Internet, se consiguen.

1. El país imaginado , de Eduardo Berti (n. 1964).
No siempre los ganadores de concursos de importantes casas editoras terminan decepcionando a sus lectores. La novela del argentino (residente en España) Berti consigue el pequeño milagro de hacer disfrutable y verosímil una historia que transcurre en la China tradicional y ritualista de la década de 1930. Están cuestionados, a la vez, el documentalismo y la invención pura. El lector se rinde ante el personaje central -una adolescente- y la historia de amor que protagoniza. Hay fantasmas, ventas de novias y casamientos con muertos. La ficción manda.

2. Estrella distante , de Roberto Bolaño (1953-2003)
Novela corta, quizá la obra más perfecta, aunque no la más ambiciosa, de uno de los creadores emblemáticos de la nueva narrativa hispanoamericana. Tras el golpe contra Allende, Bolaño, joven militante, partió al exilio y vivió sucesivamente en México y España. En Estrella distante ensambla con maestría, sobre el fondo del mundillo literario (obsesivo en su producción), los temas de la doble identidad, la traición y la justicia. Carlos Wieder, aviador, poeta que escribe entre las nubes y asesino pinochetista, no puede eludir la determinación de su destino.

3. Ladrón de caballos y otros cuentos , de Erskine Caldwell (1903-1987)
Hay que volver a los maestros. Y los cuentos de Caldwell, norteamericano del sur, son una extraordinaria muestra del género, en la que se dosifican sabiamente el humor negro, la ironía y la denuncia de duras condiciones sociales. Caldwell también escribió novelas, la más conocida de las cuales es El camino del tabaco . La selección de cuentos incluida en Ladrón de caballos (y cualquier otra buena antología del autor) presenta a sus personajes típicos: los granjeros blancos pobres, los (teóricamente) liberados trabajadores negros.

4. Las hortensias y otros relatos , de Felisberto Hernández (1902-1964).
Las enciclopedias lo definen como “cuentista y músico uruguayo”. Representó, superlativamente, las tres condiciones, y terminó reuniéndolas como escritor. Trabajó como pianista itinerante. Se casó seis veces. Su escritura, liviana y a la vez expresiva, descubre los escenarios de un fantástico cotidiano. Podría calificárselo como la contracara de su contemporáneo Borges, pero en realidad resiste cualquier esquematismo. Dijo que tenía “como un proceso de amistad con las palabras”, y que “quedaba contento cuando aparecían juntas? las que nunca lo habían estado”.

5. Aguafuertes norteamericanas , de O. Henry (William Sydney Porter, 1862-1910).
Muy populares a principios del siglo XX, algo desvalorizados más tarde, los cuentos urbanos de O. Henry (seudónimo derivado del llamado a un gato: “Oh! Henry”) han vuelto a ser apreciados por su magistral construcción y la inteligencia y sorpresa de sus desenlaces. El escritor tuvo una existencia tormentosa, que incluyó episodios de alcoholismo, un desfalco a un banco y varios años de prisión. Recomendamos, entre las varias buenas antologías que hay en español, la selección de cuentos de las Aguafuertes , por la excelente traducción del inglés de Virginia Erhart.

6. La palabra del mudo , de Julio Ramón Ribeyro (1929-1994).
Debido a desconocimientos mutuos y aduanas interiores típicas de Iberoamérica, escritores como Ribeyro son poco leídos fuera de su país (en este caso, el Perú), más allá de las Facultades de Letras. Y merecerían serlo mucho más. Se trata de uno de los mejores cuentistas del continente, que con una escritura despojada, y el uso de un realismo personal (que no es ni mágico ni fotográfico), presenta personajes y situaciones que documentan el pasaje del Perú tradicional al Perú moderno. Ribeyro vivió muchos años fuera de su patria, en especial en Francia.

7. La revolución es un sueño eterno , de Andrés Rivera (Marcos Ribak, n. 1928).
El primer período de la obra narrativa de Rivera, definido por la novela El precio , se caracteriza por una directa veta realista y de denuncia. A partir del tomo de relatos Ajuste de cuentas su estilo se hace más escueto y expresivo, y la nueva línea culmina en La revolución? , uno de los mayores logros de la novelística argentina de las últimas décadas. Con un tono filoso, rico en significaciones, Rivera narra la aventura vital y política de Juan José Castelli, el gran orador de la Revolución de Mayo, que paradójicamente muere de un cáncer de lengua.

8. Nadie nada nunca , de Juan José Saer (1937-2005).
Con una prosa bella y minuciosa, Saer construyó una memorable saga acerca del Paraná santafecino, en la que una obsesiva iluminación de la naturaleza recorta, también, la camaradería de un grupo de jóvenes. Algunos de ellos terminarán en el exilio francés; otros tendrán un final trágico. En Nadie nada nunca una sorda amenaza empieza a nublar el paisaje; para anunciarlo, el estilo objetivista se impone al eventual sentimentalismo. Están ahí los personajes de Saer, que entran y salen de sus libros: Tomatis, el Ladeado, el Gato Garay (que será un desaparecido más).

9. Animales y más que animales , de Saki (Hector Hugh Munro, 1870-1916).
Nació en Birmania, donde su padre, escocés de cuna, era inspector de la policía colonial. Perdió de chico a su madre, y recibió una severa educación de tías y otros parientes. Practicó diversos géneros, pero sobresalió en el cuento, del que es considerado uno de los maestros modernos. Se cree que su seudónimo deriva del farsí, de un personaje de los Rubaiat de Omar Jaiam. Borges celebró su pudor y falta de énfasis, que sin embargo no le impedían cultivar el humor negro y sugerir el horror. Hay también otras buenas selecciones de sus cuentos en español.

10. El fin de semana , de Bernhard Schlink (n. 1944).
Nos hemos cansado de recomendar otros dos libros de este escritor y juez alemán: El lector , éxito mundial (seguido por una película no tan feliz), y los magníficos cuentos de Amores en fuga . Ahora, su última novela elige una escena que reformula la memoria colectiva: se trata de un encuentro que sus allegados y amigos le organizan a un ex jefe guerrillero, con varios asesinatos sobre sus espaldas, y recién indultado, después de una larga cárcel, por el jefe de Estado alemán. Hay solidaridad, reproches, análisis cruzados del presente y del futuro. ¿Cómo lo haríamos nosotros? Vale la pena leerla.

11. El tiempo envejece deprisa , de Antonio Tabucchi (n. 1943).
Entre los muchos buenos libros de este escritor italiano disponibles en el mercado, vamos a optar por el último, un tomo de cuentos que replantea dramáticamente las quiebras de la identidad y el cosmopolitismo europeos. No, Europa ya no es lo que era. Basta asomarse a sus bordes heridos, a las guerras interétnicas, al acoso de los desposeídos, a los fracasos de la economía. Ese es el trasfondo de los cuentos de Tabucchi, escritos con la maestría de siempre. En uno de ellos, “Nubes”, asistimos a un estremecedor diálogo en la playa, entre una niña adoptada y un militar enfermo.

12. Viajera crónica , de Hebe Uhart (n. 1936).
Para el firmante de estas líneas, Hebe Uhart es la mejor escritora argentina viva (sin distinción de sexo). Su amor por las palabras, su finísimo oído, su humor educado y a la vez irreverente, le otorgan una voz original, firmemente propia. Estas virtudes podrán encontrarse también en su obra más reciente, un libro de viajes típicamente “uhartiano”, sin mayores concesiones a la ortodoxia del género. Así, de las orillas del Paraná a una visita a Paysandú, de Córdoba a Asunción o a Arequipa, de Rosario de la Frontera a Nápoles, siempre la sorpresa, el descubrimiento verbal, la humanización de los datos.
Advierto que, en mi lista para febrero y marzo, he mezclado clásicos con algunos que aspiran a serlo y con libros nuevos. Pero, ¿por qué no confiar en que todos los que no lo son, algún día, se convertirán en clásicos?
LA NACION