06 Jan Diez libros para leer este verano (y seguir leyendo durante todo el año)
Por Maximiliano Tomas
¿Hay algo más sospechoso que las listas de libros para leer en el verano? Es una idea que debería poner en guardia a cualquiera, y sin embargo, ¿por qué alguien que no lee habitualmente lo iría a hacer justo en el momento en que puede descansar de toda responsabilidad? Ah, misterio. Pero las librerías siguen llenándose de clientes curiosos que se dejan sorprender por las novedades, entre las que destacan libros de investigación periodística sin investigación, biografías no autorizadas de personajes que hasta ayer desconocíamos, revisionismo histórico al paso y tratados del más afilado sentido común que pretenden guiarnos en la esquiva caza de la felicidad conyugal y la fortuna económica. Seamos sinceros: si usted todavía no se hizo millonario, ni encontró al amor de su vida, ni conoce de primera mano los secretos sucios de los políticos, va a ser difícil que algo de esto se lo depare la lectura de un libro.
Seleccioné únicamente títulos que superaran con holgura las cuatrocientas o quinientas páginas
Para los que pasen de todo eso, entonces, decidí hacer mi lista, que en verdad es algo así como una antilista de lecturas de verano. Primero, porque estos libros no fueron publicados recientemente, muchos ni siquiera este año. Segundo, porque pueden leerse en cualquier momento. Eso sí: la elección fue en busca de obras literarias de autores contemporáneos, porque hubiera sido demasiado sencillo remitirse a clásicos que pueden conseguirse por pocos pesos en las librerías de usados (a cualquiera le alcanzaría con encontrar Las mil y una noches, Tristram Shandy, Don Quijote, Crimen y castigo, Ana Karenina o En busca del tiempo perdido para asegurarse unos meses de buena lectura). Y además, como guiño a los compradores de verano, que suelen preferir libros voluminosos, seleccioné únicamente títulos que superaran con holgura las cuatrocientas o quinientas páginas.
Queda dicho: ninguna de estas obras lo hará sentir mejor, lo volverá más atractivo o deseable, más inteligente o culto, ni tampoco le advertirá qué es lo que le depara el año que viene. Para casi todo lo demás, existe la literatura.
La vida, instrucciones de uso, de Georges Perec: en marzo se cumplieron treinta años de la muerte de Perec, considerado uno de los escritores más originales de la literatura francesa del siglo XX. Esta novela contiene decenas de historias y personajes que se despliegan de forma simultánea, conformando un delirante rompecabezas. Perec describió su idea original así: “Me imagino un edificio parisino al que se le ha quitado la fachada de modo que, desde la planta baja a la buhardilla, todos los aposentos que se hallan en la parte anterior del edificio sean inmediata y simultáneamente visibles”.
Cuentos completos, de Graham Greene: no debe haber casa con biblioteca en que no haya un libro de Greene. Y todos son buenos. Más conocido por novelas como El americano impasible, Nuestro hombre en La Habana o El factor humano, Greene fue también un maestro del relato breve, y hace poco más de un año y medio apareció esta antología que contiene sus cuatro libros de cuentos más algunos textos nunca antes compilados. Como si fuera poco, la traducción es de Enrique Pezzoni.
Las islas, de Carlos Gamerro: no era tarea sencilla escribir una obra de ficción sobre la Guerra de Malvinas después de que Fogwill publicara Los pichiciegos. Y Gamerro lo hizo. Esta novela (que transcurre en 1992 y que es, claro, mucho más que un libro sobre Malvinas), de imaginación desbordante e inolvidable crudeza, fue descripta como “un relato de ciencia ficción, una narración bélica, un diario de viaje, un cuento de hadas, un thriller alucinante”, y ocupa desde su aparición un lugar central en la literatura argentina.
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño: quizá no sea la mejor novela del escritor chileno muerto en 2003 (no tiene la perfección de Estrella distante ni el desborde narrativo de 2666), pero es la que condensa su universo ficcional y la que lo hizo conocido en buena parte del mundo. La primera parte del libro, que narra las aventuras en la noche mexicana de los escritores Arturo Belano y Ulises Lima, está señalado como uno de los momentos más altos de la literatura latinoamericana posterior al Boom.
Aquí empieza nuestra historia, de Tobias Wolfe: otra compilación de cuentos, esta vez seleccionados por el propio autor. Wolfe fue, junto a Raymond Carver y Richard Ford, uno de los tres exponentes del llamado “realismo sucio americano” (una etiqueta utilizada para referirse a una actualización de rasgos minimalistas del cuento clásico estadounidense). Amigos y colegas, entre los tres influyeron a generaciones de escritores durante las últimas décadas. Wolfe tiene más recursos narrativos que Carver y es más dúctil que Ford, y eso queda demostrado en estos veintiún relatos, diez de los cuales permanecían inéditos.
El mundo según Garp, de John Irving: esta es la historia de un personaje inolvidable llamado Garp, narrada (literalmente) desde el momento de su concepción hasta su muerte. Nadie que la haya leído olvidará jamás la escena del choque dentro de la camioneta. El libro, de 1976, le sirvió a Irving para convertirse en lo que es hoy: un escritor de prestigio y buen pasar, un guionista premiado por Hollywood, pero también un narrador de corte clásico que no hace concesiones, aunque sus historias sean al mismo tiempo profundas y divertidas.
El traductor, de Salvador Benesdra: ¡un libro publicado a fines de 2012! Lo cierto es que la novela de Benesdra, un secreto para entendidos desde su aparición, fue editada a principios de los 90. Desde entonces fue ganando su fama de novela maldita, apoyada en parte en su originalidad, y en parte en la biografía de su autor, periodista de una erudición proverbial (era traductor y dominaba siete idiomas). Para agregarle un condimento más al mito, Benesdra se suicidó en 1996, tirándose del balcón del edificio en el que vivía.
El aliento del cielo, de Carson Mc Cullers: ¿quién no leyó aún a Carson McCullers? Esta escritora estadounidense, admirada por Gore Vidal, Graham Greene y Tennessee Williams, no sólo escribió tres novelas cortas magníficas ( La balada del café triste, Reflejos en un ojo dorado y Frankie y la boda ) sino que sus cuentos y relatos están entre lo más alto de la narrativa breve del siglo XX. Nada que envidiarle a Hemingway, Fitzgerald, Yates u O’Connor. Este libro, publicado hace algunos años en español, reúne todos sus relatos y las tres novelas mencionadas.
Libertad, de Jonathan Franzen: ¡otro libro de 2012! Pero en verdad esta novela se publicó a fines de 2011 en España y llegó a la Argentina tiempo después. Generación tras generación, los escritores americanos buscan escribir la “novela total”. Nombres que sonaron para heredar el trono de Melville: Thomas Pynchon, Philip Roth, Don Delillo. Desde el 2001, cuando publicó Las correcciones y empezó a ganar todos los premios, el nuevo candidato se llamó Franzen. Con Libertad, un retrato de una familia del Medio Oeste americano que utiliza como metáfora para ilustrar una época, el heredero más joven renovó la apuesta.
La novela luminosa, de Mario Levrero: muy cada tanto se hace justicia en el mundo de la literatura. Fue el caso de Levrero, cuya obra pasó de la oscuridad y la dispersión al rescate frenético. Desde mediados de la década pasada (Levrero murió en 2004) no pasa un año sin que se reimprima alguno de sus libros (y muchas veces más de uno). Levrero hizo de todo: fue librero, guionista de cómics, humorista, creador de crucigramas y autor de novelas, cuentos y ensayos. Siempre habrá algo nuevo de él por publicar o leer. Esta novela, aparecida luego de su muerte y dividida en dos partes, es quizá su trabajo más ambicioso.
LA NACION