“Soy ambiciosa, fuerte y sé lo que quiero”

“Soy ambiciosa, fuerte y sé lo que quiero”

Por Juan Manuel Strassburger
Sus logros son impactantes: más de 300 millones de discos vendidos hasta el momento, lo que la convirtió en la cantante más vendedora de la historia hasta hoy, y una de las artistas más exitosas del siglo XX. Sus constantes cambios de looks fueron copiados y analizados hasta el cansancio, mientras que varios de sus canciones (hits globales) suenan a cualquier hora del día en prácticamente cualquier parte del mundo.
“Like a Virgin” o “Material Girl” en los años ochenta, “Ray of Light” o “Frozen” en los años noventa, y ya con menor repercusión “Music” o “Give me All Your Lovin'” en los últimos años, moldearon la idolatría joven de las últimas décadas, introduciendo siempre algunos tópicos favoritos de la diva. Como ser: la utilización de la religiosidad y el misticismo con sentido erótico, la valoración de la cultura gay dentro del mundo heterosexual, la música dance y la electrónica como motor de búsqueda y expresividad, el diseño de indumentaria como armas filosas de identidad, y la condición femenina como punta de lanza de un nuevo liderazgo en las relaciones de género donde ser mujer no implica necesariamente debilidad y donde el sexo puede ser parte de una estrategia de sometimiento además de disfrute y seducción.
“Soy fuerte, soy ambiciosa. Y sé exactamente lo que quiero. Si eso me convierte en una bruja, bueno, no tengo problemas”, dijo una vez.
Aun así, Madonna no está conforme. Y pese a haber ganado la batalla contra los detractores de sus inicios (que le auguraban una pronta desaparición en la industria o la incapacidad de producir obras de relevancia artística, dos situaciones que logró refutar) aun parece pelear contra su mayor enemigo: el paso del tiempo.
Cada nuevo lanzamiento de la diva parece dirigido en ese sentido: mostrar que aun se mantiene actualizada (y hasta vanguardista) con sus lanzamientos y propuestas visuales; y que su cuerpo (trabajado con mil recursos propios y externos para mantenerse joven y deseable) es la viva demostración de ello. “Soy mi propio experimento. Soy mi propia obra de arte”, dijo en ocasión de su anterior gira, el Sticky & Sweet Tour, cuando algunos críticos señalaron el predominio de los movimientos aeróbicos por sobre los de danza.
Ahora con MDNA, su último disco de estudio como caballito de batalla, la diva regresó por tercera vez a la Argentina, dispuesta a mantener la vara alta de sus anteriores shows y con la estrategia extendida de ofrecer presentaciones en lugares donde no había estado antes. Por eso los recitales en Colombia y Emiratos Árabes Unidos, y por eso, también, el show en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, donde desplegó la misma parafernalia que en el estadio de River.
Será un recital dividido en cinco secciones: “Transgresión”, donde las armas y las violencias componen el motivo principal (suenan “Revolver” y “Papa Don’t Preach”, entre otras); “Profecía”, donde prevalecen las canciones disfrutables para lograr la unión del público (es el turno de “Express Yourself” y un popurrí de “Holiday”, “Into The Groove” y “Like a Virgin”, entre otras); “Masculino/Femenino”, donde varios clásicos son reinterpretados en clave de cabaret (aparence “Justify My Love”, “Vogue” y “Candy Shop”, entre otras); y, finalmente, “Redención” donde el show, con temas como “I’m Addicted” y “Like a Prayer” apunta a concretar “una gran fiesta de euforia y celebración”.
“Me gusta pensar que le estoy ofreciendo al público un viaje que los deje pensando cuando se retiren del estadio y no sólo un entretenimiento”, explicó al principio de la gira.
Con cifras que rivalizan y por momentos mejoran lo logrado por sus últimos tours (1,4 millones de tickets vendidos hasta el momento), Madonna busca propulsar las ventas de MDNA (en Estados Unidos se pudo comprar el álbum como parte del precio de la entrada) y mostrarse renovada a partir de su reciente alianza con la agencia y productora de shows Live Nation (integrada por Ticketmaster), que aporta todo la infraestructura necesaria para los conciertos.
Las polémicas, sin embargo, también ayudaron al MDNA Tour. Y Madonna hasta el momento tuvo varias. Algunas de las más resonantes: cuando mostró una imagen de Marine Le Pen junto a una esvástica en sus shows de Tel Aviv (que enojó a los partidarias de la ex candidata presidencial francesa que también siguen a Madonna); cuando pidió apoyo para Barack Obama a partir de su condición de “negro y musulmán” (cuando se trata de un cristiano declarado); cuando debió levantar varias performances con armas dentro de su show a partir de la matanza de Colorado (coreografías que eran en realidad críticas con su uso dentro de Estados Unidos; y cuando desnudó un pecho (en Turquía) y luego su trasero (en Francia) como manera de escandalizar a las mentes aún pacatas que aún perduran en el mundo del entretenimiento (los medios más conservadores levantaron la voz por el hecho) y de paso evidenciar que todavía se mantiene en forma.
“Soy una luchadora de la libertad. Tanto mis shows como mis canciones, como todo mi trabajo artístico, tiene que ver con la posibilidad de poder expresarnos en libertad. Libertad para elegir y libertad para actuar”, sentenció cuando en su paso por Rusia clamó por la pronta liberación de dos miembros de la banda de punk rock Pussy Riot, encarcelada “por vandalismo”.
En coincidencia con el estreno local de su segunda película como directora, Madonna llega al país, entonces, precedida por mucho de lo que habitualmente la rodeó en sus más de 30 años de carrera: grandes anuncios publicitarios, una infraestructura gigantesca a la altura de las expectativas, algún que otro escándalo, y sus canciones, que al fin de cuentas, son lo más importantes de todo.
TIEMPO ARGENTINO

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