Ronaldo Fraga: “No vendo ropa, vendo historias”

Ronaldo Fraga: “No vendo ropa, vendo historias”

Por Felicitas Rossi
Le quedan cinco días para terminar su colección y presentarse en el San Pablo Fashion Week, pero está cero estresado. Dice que prefiere hacer om antes que empastillarse y lo único que parece inquietarlo es no tener tiempo para comer un rico asadito argentino. Ronaldo Fraga, uno de los diseñadores más representativos de Brasil, estuvo en Buenos Aires en el marco del Festival Internacional de Diseño organizado por el Centro Metropolitano de Diseño. Estudió moda en la Universidad Federal de Minas Gerais, con posgrado en la Parsons School of Design de Nueva York y la Saint Martins School de Londres. Y fue seleccionado como uno de los 100 mejores diseñadores del mundo según el Design Museum London, entre otras tantos reconocimientos.

-¿Sabés que sos grosso?
-Nooo, tengo mucho que aprender todavía. No soy bueno, soy el resultado de la cultura actual y es ésta la que le da forma al diseño.

-¿Lo tuyo es más creatividad u horas con la cola en la silla?
El 60 % cola en la silla, 40% creatividad. En esto hay que trabajar mucho, buscar calidad todo el tiempo y replantease por qué es preciso hacer tal o cuál prenda. Si hoy dejásemos de producir ropa tendríamos ropa por 400 años más. Entonces todo lo nuevo que se produzca no tiene que ser un producto más, tiene que ser único, tiene que hablar de algo, transmitir una historia.

-¿Esa es tu consigna para seguir sorprendiendo en la pasarela?
Lo que hago es poner mi visión del mundo sobre la pasarela. Yo preciso de mi trabajo no para sobrevivir, sino para convertirme en una persona mejor.

-Y encima estás ganando mucha plata. ¡Buenísimo!
-Los ingresos son una consecuencia de mi trabajo. Lo que hoy me mueve a hacer una nueva colección no es el desfile, éste pasó a ser una cosa más de mi trabajo.

-¿Entonces qué es lo principal?
Lo principal es lo más fascinante que tiene la moda: ser un poderoso elemento de comunicación. Otro aspecto muy interesante es que es interdisciplinaria, con la moda se habla de historia, de nuestros ancestros, de economía, del contexto en el que nos toca vivir. Es un oficio en constante renovación. Dos veces al año -en la presentación de cada colección- me transformo en otro.

-¿Como un actor?
Sí, es como si hiciese un guión y me basase en el mismo para alimentarme y seguir creando. La moda me lleva a lugares que no iría de otro modo. Por ejemplo, para mi última colección fui a Pará, en el sudeste de Brasil, en plena selva amazónica y trabajé con la gente del lugar realizando joyas naturales con semillas.

-¿Se puede hacer política a través de la moda?
Totalmente. Cuando llegó a mis manos el libro Brasil nunca más me sorprendió mucho la historia del diseñador Zuzu Angel, porque fue la primera vez que entendí que la moda era un instrumento que iba más allá de un vestido; a él le habían matado un hijo durante la dictadura, denunció este hecho y no sirvió de nada. Hasta que hizo un desfile en Estados Unidos y colocó en su colección ángeles con alas quebradas, sangre, pequeños cañones?, y logró la atención de la prensa internacional. Cuando regresó a Río de Janeiro le pusieron una bomba en su auto. Cuando leí eso, todavía no era diseñador, pero me impresionó cómo una persona con este oficio consiguió provocar una hecatombe internacional y entonces nunca más perdí la moda de vista.

-¿Por eso sos un gran provocador en tus desfiles?
Mi oficio es mi canal de comunicación. Hablo a través de la moda, no concibo pensarlo de otra forma. En Brasil la gente consume mucha moda, el desfile es lo más importante en la tele y los personajes que van al SPFW tienen estatus de celebridades. Toda esta parte a mí no me interesa. En la primera fila de mis desfiles pongo a la gente que trabajó conmigo porque tengo un compromiso muy serio para con ellos. La moda puede ser totalmente frívola o usada para comunicar. Tengo colegas que son puramente comerciales y está bien, tienen razones para ser así. Yo no tengo porqué ser así. Yo quiero contar historias a través de la moda.

-¿Cómo es esto?
Igual a cuando éramos niños y pedíamos que nos cuenten un cuento antes de ir a dormir; en realidad lo que buscábamos era un mimo. Cuando hago ropa mimo a mis clientas. Entran a la tienda y no me preguntan por una prenda puntual, sino por la colección que habló de tal o cual historia. Recién ahora soy consciente de esto, lo único que yo estaba haciendo era intentar dar al otro lo que a mí me gustaría que me dieran. Y nunca creí que eso fuera a funcionar ni que me llevaría al lugar donde estoy hoy. Desarrollo productos para varias áreas de la industria: muebles, platos, vajilla?, pero todos los que me contratan lo hacen porque quieren que les venda una historia.

-¿Estás muy atento a todo lo que pasa a tu alrededor?
Totalmente, ahí radica el secreto. Ser observador y tener una mirada amplia de las cosas y, por sobre todo, huir de las revistas de moda. Agarrá un libro, andá al cine, buscá historias particulares de gente común, escuchá música, prestale atención a las señales? Ahí está la verdadera inspiración.

-¿Nada de inspiración en la calle?
Eso es mentira y habladuría. En América latina se mira lo que hizo Prada, Marc Jacobs?, y luego se pone en contexto local.

-Se copia, entonces.
Sí, se copia. Pero hay que cambiar esto. Yo cuento una historia individual y creo que eso es lo que el mercado está empezando a buscar. Es antieconómico perseguir tendencias de moda porque lo que se lanzó en París, los chinos lo van a colocar en el comercio popular un mes después, entonces si vas a comercializar aquella pollera que viste en la semana de la moda de París, la pelea no va a ser por tener la mejor pollera, sino por el mejor precio. Entonces es desgastante y triste estar copiando. Hay demasiadas marcas internacionales que invierten masivamente en el marketing global y pocas cosas autóctonas y originarias de cada lugar.

-La tendencia dice que sólo lo local va a triunfar a nivel global.
Así es. Estuve en Bélgica, San Francisco, Portugal y Londres mostrando mi trabajo del Amazonas y todo esto gracias a que conté una historia local, de mi lugar. Lo que la gente quiere ver y escuchar es lo genuino.
LA NACION