30 Nov Más de 100 pacientes trasplantados de hígado celebraron en Parque Norte
Por Yésica de Santo
Tenía once años y me podía morir. Los médicos me dijeron ‘aferrate a algo’, y yo elegí la vida. En otro lugar, una nena salía corriendo de su colegio, cruzó General Paz sin mirar y murió, pero su familia eligió donar sus órganos, y me salvó”, contó Guillermo Brandan de 31 años, quien hace dos décadas se convirtió en el primer niño en recibir un trasplante de hígado en un hospital público de la Argentina.
Guillermo sufre de hepatitis crónica autoinmune, una enfermedad incurable en la que las defensas comienzan a atacar y a afectan a los órganos. En su caso, fulminó al hígado y no quedaba más remedio que un trasplante en una clínica privada o en Cuba, pero su familia no contaba con el dinero necesario para afrontarlo. Gracias al esfuerzo de los especialistas argentinos del Hospital Garrahan, pudo ser operado con éxito.
Al cumplirse 20 años de aquella primera incursión de la salud pública en un trasplante hepático, el Ministerio de Salud de la Nación y autoridades del Garrahan se reunieron el 21 de noviembre para festejar con más de 100 pacientes provenientes de todo el país que fueron sometidos a esta intervención. “Este es el mejor homenaje que le podemos brindar a la vida. Emociona ver a tantas criaturas con sus familias celebrando este logro de todos, que está institucionalizado como una política de Estado”, dijo el ministro de Salud Juan Manzur.
En la última década, el trasplante hepático se constituyó en la mejor alternativa terapéutica para la enfermedad hepática terminal, tanto en pacientes pediátricos como en adultos. Según datos del INCUCAI durante el período 2000/2012 se realizaron en nuestro país un total de 784 trasplantes hepáticos pediátricos. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba son las únicas cuatro jurisdicciones que cuentan con programas habilitados de trasplante hepático pediátrico, aunque el 90% de la actividad de trasplante hepático en población pediátrica se desarrolló en el Hospital Garrahan, el Hospital Italiano, el Hospital Universitario Austral y la Fundación Favaloro.
Oscar Imventarza es el jefe del Servicio de Trasplante Hepático, y fue el cirujano que intervino en el trasplante de Guillermo. En 1990 el especialista trabajaba en Estados Unidos, donde realizaba trasplantes de este tipo a diario. “Recibí una llamada sorpresiva en la que me pedían que fuera a trabajar al Garrahan, la idea me tentó y acepté, diez meses más tarde estaba en el quirófano operando a Guillermo. Para mí es todo un orgullo seguir trasplantando a cientos de niños y poder verlos jugar y reírse, es el mejor premio de mi vida”, dijo emocionado Imventarza en diálogo con Tiempo Argentino.
Hoy Guillermo Brandan, reside en la localidad de Carpintería en San Luis con sus padres Liceo y María del Carmen, allí trabaja en diseño gráfico de cartelería y los domingos toca el teclado en una iglesia evangélica. “Mi vida es normal, sólo que tomo tres pastillas por día”, dos inmunosupresoras para evitar el rechazo del órgano y otra para evitar que la enfermedad (que no tiene cura) avance nuevamente sobre el hígado. “Pero eso no es nada”, dijo. No es nada comparado con lo vivido, porque Guillermo lleva marcados a fuego muchos recuerdos de aquellos tiempos difíciles. “No podía comer, estaba amarillo, y siempre en cama. Recuerdo que mis amigos salían a jugar y yo no podía.” Sin embargo, el joven también conserva buenos recuerdos como los de sus “amigos del Garra”, los chicos que conoció mientras estuvo internado. Es el caso de Juan Manuel, quien también tenía once años y esperaba por la pronta llegada de un hígado. Si bien, se habían reencontrado por Facebook hace unos años, ayer volvieron a encontrar en un abrazo. “Éramos muy chicos y estábamos internados y aburridos, conocernos y poder intercambiar lo que nos pasaba nos sirvió mucho”, dijo a Tiempo.
Para Guillermo, donar los órganos es “vital”. “La gente está tomando conciencia, y de a poco descartan la idea de que se trata de un negocio. Yo les puedo decir que está todo controlado y es todo legal, los órganos no andan por ahí dando vueltas”, aseguró el joven, y agregó: “La nena que lamentablemente murió en 1992, no sólo me salvó a mí, sino también a tres personas más, porque su familia donó su corazón, pulmones y riñón. No me va a alcanzar la vida para agradecerle, es un gracias eterno.”
TIEMPO ARGENTINO