La solidaridad se aprende

La solidaridad se aprende

Por María Laura Favarel
¿Usted se considera solidario? La experiencia de Oscar García, el creador de la primera cátedra que estudia académicamente el tema en el país, demuestra que el 90 por ciento de las personas a las que se les plantea esta pregunta responde que sí, pero cuando se las cuestiona sobre si la Argentina es un país solidario dicen que no. El profesor de la Universidad de San Martín (Buenos Aires) pide que en las escuelas se implemente el voluntariado y asegura que mucha gente quiere ayudar, pero no sabe cómo hacerlo.

—¿Se nace solidario o se aprende?
—La solidaridad se puede aprender a través de una vivencia personal y por eso es muy bueno que las escuelas implementen el voluntariado, porque así se puede ir construyendo una cultura solidaria.

—¿Cómo define la solidaridad?
—Creo que es un sistema recíproco que busca remover las causas y no solamente paliar un problema puntual. Se basa en la idea de intercambio entre dos sujetos: uno que dona y otro que recibe, pero no es uno más importante que el otro. Y lo más rico es el intercambio.

—¿En qué lugar sitúa las donaciones de las celebridades, tan de moda?
—Critico la postura que realza al donante y no sabe quien es el recep¬tor. Como aquellos que dicen que donaron a una escuelita del Chaco pero no saben nada de esos chicos ni de la realidad del lugar. Es una buena acción, pero no llamo a eso solidaridad.

—¿Cuándo las acciones llegan a generar cultura?
— Cuando se plantea como un sistema de cinco pasos donde lo primero es la conmoción ante un hecho como puede ser el ver a un chico pidiendo o alguien durmiendo en la calle. Es el primer paso, pero no basta con eso. Hay que preguntarse por qué pasa esto, “racionalizar” compartir en un grupo las ideas. Esto genera una acción solidaria concreta de ayuda o de colaboración. Si se saltea la racionalización corremos el peligro de clausurar la solidaridad porque la persona hace una donación y cree que resolvió un problema. El cuarto paso es la institucionalización, que se da cuando lo que se atiende por solidaridad adquiere la categoría de derecho y pasa a ser algo de justicia. Allí una organización podría dar por concluida su misión, pero en cambio hay que redoblar la apuesta y recrear la solidaridad con nuevos horizontes. El mundo es inagotable mirando desde la solidaridad.

—¿Vivimos en la indiferencia?
—Hay un gran reservorio de gente que quiere hacer cosas pero no sabe cómo. Hicimos una encuesta a 450 personas que nunca habían hecho voluntariado, y descubrimos que las principales causas eran por no haberse animado a empezar y porque nadie los había invitado. Dos cuestiones muy relacionadas y que nos demostró todo lo que tenemos por hacer. En esa misma encuesta, el “no tengo tiempo” o “no me interesan” aparecían muy por debajo. Esto deja claro que la gente tiene ganas de ayudar. Y para sorpresa de todos, la edad en la que se hacen más tareas voluntarias es entre los 35 y 45 años, en plena etapa laboral, profesional. Hay una gran deseo de querer crecer, estar y ayudar a los demás.