Historias que no envejecen

Historias que no envejecen

Por Javier Porta Fouz
Pixar cambió el mundo. El grado de exageración de la oración anterior dependerá de la importancia que cada uno le otorgue al cine y al cine de animación en particular. Y también al paisaje global de jugueterías, ropa, útiles colegiales y un largo etcétera de merchandising presente en millones de hogares con -y también sin- niños. Y ni que hablar de expresiones como “al infinito y más allá”. Pixar no existía hace veinte años. En realidad sí, existía, y hacía cortometrajes. Pero el primer largo fue Toy Story, estrenado en 1995 (en 1996 aquí) y ahí ya nada volvería a ser igual. Con una velocidad para establecerse digna de figurar entre los grandes hitos culturales del siglo XX, Pixar, de forma casi inmediata, pasó a ser conocido como estudio de animación. Si había dos grandes estudios de animación conocidos masivamente como Disney para el cine y Warner para la televisión, de repente apareció otro más, y nació con tremenda buena estrella, bueno, con tremenda buena película: Toy Story era y es muchísimo más que un hito técnico, “el primer largo completamente hecho en animación digital”. Pixar se hizo grande, enorme, por su tremenda habilidad narrativa, por su trabajo sobre grandes temas, por su genuina capacidad para dirigirse a niños y a adultos sin forzar el tono y sin condescendencia.
Hablar de Pixar en general tiene los defectos típicos de hablar en general: Pixar es un montón de películas. Hasta hoy, trece largometrajes y un número mayor de cortos. Esta nota, lo que queda de ella, será sobre los largos. Hoy se reestrena el que fuera el quinto largo de la compañía: Buscando a Nemo, no solamente una de las mejores películas de Pixar sino además responsable de que a los peces payasos los nenes les dijeran directamente “un Nemo”, y que se incrementara la venta de estos peces para acuarios hogareños. Y se popularizó, por el personaje de Dory, el conocimiento masivo de la pérdida de memoria de corto plazo (mucho más que lo que había logrado Memento). Más allá de esas consecuencias laterales, Buscando a Nemo es una de esas películas ricas, de varias capas, que resisten revisiones.
Les proponemos revisar brevemente, hoy, con la excusa de este re estreno, todos los largometrajes de Pixar según su grado de “aptitud para la revisión”, calificados con un sistema de “erres”. De una R a cinco. Hagamos el camino desde el presente hacia el pasado (y dejemos el análisis de los diversos directores y creadores de Pixar para otro momento):

Valiente (2012). Si bien es muy pronto para saber su capacidad de permanencia, Valiente es una de las películas más flojas de Pixar, con desacostumbrados ripios narrativos en la que se notan los diversos vaivenes en la producción (con una directora que abandonó la película ya avanzada). Por otro lado, nunca una película de Pixar había tenido tantas concesiones simplonas a referencias para adultos, e incluye también guiños al mundo de hoy en una historia medieval, por ejemplo, el contestador de la bruja (Calificación: R).

Cars 2 (2011). Secuela que nos hizo pensar que era lo más flojo de Pixar (después llegó Valiente), una película con mucho de automático, que simplemente pone a unos personajes ya existentes a vivir otras aventuras no demasiado memorables. Notoriamente diferente es lo que hizo Pixar con las Toy Story, en las que cada nueva secuela marca una propuesta de renovada riqueza (R).

Toy Story 3 (2010). La gran obra maestra de la compañía. Con los juguetes más en primer plano que nunca, una reflexión sobre la maduración, las etapas de la vida e incluso la muerte. Tremenda potencia dramática, chistes memorables y una gran facilidad para crear muchos nuevos personajes. Pocas otras películas tan coloridas y graciosas han tocado tantos abismos emocionales. Para repetir muchas veces (RRRRR).

Up (2009). Una película muy valorada en su momento, con un comienzo inmejorable, algo así como un corto romántico y melodramático separable de la película. De ahí se pasa a la aventura de altura, que es extraordinaria hasta que un villano poco interesante -y a la vez muy presente e intenso- debilita el interés en nuevas revisiones (al menos completas) (RRR).

Wall-E (2008). Como en el caso de Up, el principio es mejor que la resolución. En este caso es un comienzo sin palabras que es casi un mediometraje en sí mismo y que es sin dudas magistral, para dar paso a una aventura más convencional (claro, en comparación con el extraordinario comienzo), en la línea del futuro pesimista de La idiocracia (2006) (RRRR).

Ratatouille (2007). Revisada a los pocos días de verla por primera vez, y vuelta a ver años después, Ratatouille es una de las películas más rítmicas, divertidas y coloridas de Pixar. La variedad de recursos, las ideas puestas en juego y hasta la belleza visual de la comida digital son realmente milagrosas (RRRRR).

Cars (2006). No es que sea floja Cars, pero fue una señal: a esas alturas Pixar podía hacer también películas “sólidas” pero no geniales o, al menos, que no demostraran ese crecimiento artístico que parecía ser inexorable. Con el tiempo, Cars fue ganando un lugar innegable como la película de Pixar “para varones” y produjo una cantidad enorme de merchandising (RR, aunque para muchos niño es RRRRR).

Los Increibles (2004). Una de las películas narrativamente más pulidas de Pixar, una máquina de llamativo funcionamiento, llena de chistes y de reflexiones sobre la familia y la pareja, sufre mínimamente en el ranking de revisión porque es demasiado humana: no tiene el poder adictivo de animalitos ni monstruos, ni juguetes, ni autos hablantes (RRRR).

Buscando a Nemo (2003). De gran belleza visual, la técnica Pixar demostró estar a la altura del desafío del agua digital. Gran cantidad de personajes, escenarios cambiantes, el viaje como aventura, los miedos y los desafíos de la paternidad y un largo etcétera de temas bien tratados (y muchas variantes en el humor) la hacen adictiva. Se viene la secuela para 2016 (RRRRR).

Monsters, Inc (2001). Muchos de los que la vimos en diciembre de 2001 (se estrenó el jueves 6), en unas semanas agitadas en las que la entrada para esta película se puso a $ 2 (sí, dos pesos, para recaudar rápido en medio del corralito) no nos dimos cuenta de la estatura real de esta película: una creación de un universo paralelo, con lógica perfecta y tocada por la gracia por todos lados. La precuela llegará el año próximo (RRRRR).

Toy Story 2 (1999). Una secuela con brillo propio. La aventura del rescate de Woody enmarcada en una historia en la que el villano humano es un coleccionista de juguetes. Nuevos personajes protagónicos, acciones relatadas en paralelo y la gran idea de volver a ver a un Buzz Lightyear sin conciencia de su condición de juguete (RRRR).

Bichos (1998). Bichos no estuvo a la altura de las expectativas generadas por Toy Story (el síndrome de la segunda película), y se tuvo que aguantar la proximidad del lanzamiento de Antz de Dreamworks (pocas semanas antes, con un escándalo entre hombres y compañías que involucró grandes nombres). Pixar había revolucionado la estética y la narrativa animada, y también había revolucionado el negocio; los competidores emergían, incluso “llevando” ideas de un lado a otro. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que, aunque no carecía de personajes simpáticos, Bichos tenía algunos problemas de lógica (la araña vegetariana) y no era tan deslumbrante narrativamente como Toy Story (RR).

Toy Story (1995). Solo por presentar personajes extraordinarios como Woody y Buzz, entre otros, es fundamental. Pero además es un relato con gracia, chistes y aventura (componentes básicos de casi todo Pixar) sobre los celos. Buzz es, obviamente, el nuevo “hermanito”. Técnicamente, Pixar mejoraría con los tiempos. Narrativamente, seguiría casi siempre en este noble camino (RRRR).
LA NACION