24 Nov El sentido de la vida
Por Cecilia Hopkins
En una visita fugaz a Buenos Aires, la actriz Julia Varley realizó el 21 de noviembre en el Teatro Empire (H. Yrigoyen 1934) una única función de Ave María, espectáculo unipersonal dirigido por Eugenio Barba en el que la actriz vuelve a metamorfosearse en el personaje de Mr. Peanuts. También directora y maestra de actores, la inglesa Varley integra desde 1976 el Odin Teatret de Dinamarca. Desde 1980 la actriz está asociada al personaje de Mr. Penuts (el Sr. Maníes) con el cual participó en innumerables presentaciones callejeras del grupo y protagonizó también espectáculos de sala, como El castillo de Holstebro, que también trajo a Buenos Aires. Subida en zancos, vestida de frac negro y guantes blancos, la actriz sostiene una calavera sobre su cabeza. Si bien este personaje nació con cualidades agresivas (tomó su nombre en referencia al presidente norteamericano Jimmy Carter y sus plantaciones de maní) cuando Varley lo heredó de uno de sus compañeros, Mr. Peanuts se volvió afable y juguetón. Ave María está dedicado a la memoria de la actriz chilena María Cánepa, fallecida en 2006: “Conocí a María en 1988 cuando el Odin Teatret viajó a Chile por primera vez”, cuenta Varley en la entrevista con Página/12. “El país estaba todavía bajo dictadura, pero el teatro, que no molestaba mucho por las pocas personas en las que podía influir, se había vuelto una pequeña isla de libertad”, afirma. Cuenta también que en esa oportunidad el Odin Teatret presentó su espectáculo en una iglesia, y aclara: “Al contrario de lo que sucedió en la Argentina, en Chile la Iglesia apoyaba los movimientos de resistencia en contra de la dictadura; incluso conocí por medio de María a un sacerdote de la Teología de la Liberación que oficiaba misa en una villa miseria”, recuerda.
–¿Cómo fue su relación con María Cánepa?
–Durante esa gira viví en la casa de ella y de su esposo, el director Juan Cuevas, treinta años más joven que María. Me habló de cómo se acercó al teatro, me contó de su primer marido y maestro, de las ilusiones y esperanzas que representó el gobierno de la Unidad Popular y de la llegada de la dictadura. Del velatorio de Neruda en su casa de San Cristóbal, destruida por los militares. Con ella visité la tumba secreta de Salvador Allende, donde dejamos un clavel rojo.
–¿Qué rasgos de su personalidad le impactaron?
–Su voz me conmovía, tanto en el escenario como en la vida privada. María tenía una inocencia impresionante. Podía hablar del amor o de la confianza en el ser humano con una simplicidad que es difícil de aceptar en nuestro mundo escéptico y pragmático. La admiraba también por sus elecciones sencillas, pero eficaces. Por ejemplo, decidió enseñar dicción a mujeres de un pueblo y el resultado fue asombroso: ellas después tuvieron el coraje de hablar en las asambleas tomando el lugar de sus maridos encarcelados.
–¿Ave María es un espectáculo que habla del sentido de hacer teatro?
–Cuando María falleció, en el 2006, quise hacer algo para mantener viva su memoria, para que otras jóvenes mujeres pudiesen inspirarse en ella, en su fuerza vulnerable, en su sencillez efectiva, en su rigor y fervor profesional. Muchos viven más allá de su muerte a través de las obras que realizan o los escritos que dejan, pero una actriz que vive en el presente de la representación, ¿cómo puede continuar existiendo más allá de la memoria de algunos espectadores? Entones sí, de alguna forma Ave María habla del sentido del teatro, como revuelta contra el olvido y como necesidad de perpetuar la vida.
–¿También fue ésa la motivación para su director, Eugenio Barba?
–Pienso que, en parte, para él el desafío fue hacer otro espectáculo con el personaje de Mr. Peanuts, casi un arquetipo del Odin Teatret, sin repetirse y encontrando nuevas facetas. Cuando preguntamos a los espectadores de qué se trata el espectáculo nos responden: de la vida, del amor, de la familia, de la esperanza… Es divertido que sea la Muerte quien haga sonreír y reflexionar sobre la vida.
–¿Por qué es la figura de la muerte la que oficia este ritual escénico?
–Que fuese la Muerte la que oficia una ceremonia para María Cánepa fue una elección de Eugenio. Tuve mucha dificultad para comprender esta elección, pero me doy cuenta ahora de que el espectáculo logra referirse al sentido que tiene una vida, en este caso, la de María. Es el deseo de ir más allá de la comprensión lógica, en una dimensión de emotividad y celebración.
–¿Se transforma Mr. Peanuts a lo largo de este homenaje?
–En este espectáculo Mr. Peanuts es un hombre vestido de negro, una mujer de rojo, una esposa de blanco, pero también aparece como mujer velada con un gran sombrero inspirado en la Catrina mexicana (imagen creada por el caricaturista José Guadalupe Posada y bautizada por Diego Rivera). Cuenta historias ambiguas y a la vez, muy claras, es solemne, juguetón, trágico, cómico, a veces asusta, a veces consuela. Demuestra afecto, pero también cumple su inexorable tarea. Es la madre de todos los vivientes y al final de sus vidas los pone en la cuna, de la cual nacerán flores.
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