23 Oct ¿Y, ahora, quién te escribe?
Por Débora Slotnisky
El indiscreto sonido de un SMS a deshora. La tentación de acceder a la casilla de mail ajena para detectar “algo”. Un chat furtivo. Amistades sugestivas o inexplicables. Mensajes directos confianzudos que generan suspicacia. Y más: dos personas comiendo juntas pero atendiendo, cada una, su smartphone durante una velada romántica. Peor aún, cada una de su lado de la cama con tableta, notebook o teléfono, literalmente, abstraídos.
Marcelo Berenstein dirige el portal emprendedoresnews.com . Para él, el BlackBerry es su verdadera oficina. “Trabajo por mi cuenta y aunque suene exagerado tengo la convicción de que cada correo electrónico que no reviso y respondo puede ser una oportunidad perdida”. Desde que se sumó a Twitter ( @mberenstein ) su dependencia creció aún más.
María Rosa, su pareja, es docente y también usa BlackBerry y las redes sociales, pero de manera más moderada. La excesiva interacción de Marcelo con su smartphone terminó por traer consecuencias: “Hace un año tuvimos una crisis de pareja que casi nos lleva a la separación. Mi apego al celular y a las redes sociales fueron algunas de las razones de discusión”. María Rosa reconoce que “el uso de los celulares es motivo de conversación y negociación periódica para evitar nuevas discusiones”.
Bienvenidos a la nueva gran zona de conflictos conyugales o de pareja: la tecnología. Nuevos focos para los viejos problemas de incomunicación, celos o sospechas de infidelidad que encuentran en la interacción permanente con el exterior un nuevo frente de batalla.
Según el psicólogo Gustavo Farray, la tecnología puede estar generando nuevos conflictos justamente por su novedad, por su incorporación reciente e intensa a la vida cotidiana y por que aún no hay referentes culturales que den cuenta de qué es o no es normal.
“Estos dispositivos han generado un cambio tan abrupto y repentino que todavía no existe un panorama claro. Entonces, cada uno debe pactar según sus necesidades y perspectivas con respecto a cómo se van a manejar frente a este tema. En definitiva, no hay que demonizar a la tecnología, sino entender que se trata de un contexto de novedad que hace que a veces resulte difícil adaptarse a ella”.
En Inglaterra, según cifras recientes, el asunto ofrece estadísticas que asombran: en el 33% de las demandas de divorcio se menciona la palabra Facebook como una de las fuentes o de los ámbitos donde se generó algún problema.
La psicóloga Beatriz Goldberg, que atiende a parejas, adultos y adolescentes, ha escrito numerosos libros sobre el tema. Entre otros títulos suyos ya se editaron, Cómo encontrar pareja y no morir en el intento y Parejas tóxicas . Según su experiencia, prácticamente en todas las terapias surge este tema, y ejemplifica algunos de los testimonios que le plantean: “Me roba la contraseña, me revisa la cuenta de mail, está todo el día con el celular en la mano, y la lista sigue. Además, con la excusa de que el teléfono se usa para trabajar, son muchos los que aprovechan para utilizarlo todo el tiempo con fines que exceden lo laboral”.
Gustavo López ( @GustLopez ) es licenciado en Ciencia Política y encontró en Twitter el medio ideal para leer ironías en 140 caracteres y expresarse en el mismo sentido. Julieta, su esposa, es fotógrafa, pero no tiene Twitter. “Cuando noto que Gustavo mira su BlackBerry y empieza a reírse, sé que se trata de un tuit gracioso que acaba de leer. Si fuera por él, estaría todo el día conectado. A mí me molesta cuando estamos cenando o paseando, y veo que él está pendiente del teléfono. Por suerte, basta que le diga que deje por un rato para que sigamos comunicándonos sin interferencias”, explica.
A ellas las afecta más
Para los especalistas, esta problemática afecta más a las mujeres que a los hombres. A ellas les gusta más mantener un diálogo cara a cara y sin interferencias, mientras ellos -más prácticos- piensan que si reciben un mensaje, es mejor responderlo en el momento. Al respecto, Farray cree que es absolutamente válido que cada uno guarde un marco de privacidad en su vida, incluso para qué usa su teléfono. Sin embargo, un cambio súbito en el uso puede dar lugar a sospechas: “Muchas veces sucede que una persona descubre que su pareja anda en algo raro porque antes dejaba el celular en la mesa y ahora se lo lleva hasta el baño”.
Otro tema que genera muchas controversias entre las parejas es el uso de las redes sociales. “Los conflictos que surgen son de los más variados, en líneas generales los reclamos son porque se agrega a un compañero de trabajo del sexo opuesto como amigo en Facebook, porque acepta a la familia de el o la ex, o por cosas que terceros escriben en el muro de una persona y el otro quiere saber exactamente qué quiso decir esa persona al escribir un mensaje público”, dice Goldberg.
Por otra parte, es habitual que una persona le plantee a su ser querido que no está de acuerdo con el uso que él hace de las redes sociales. “¿Por qué tenés que publicar que estás acá conmigo?”, se reclaman. De la misma manera, surgen cuestionamientos si la persona no incluye a su media naranja en sus comentarios y fotos, ya que, en este caso, su cónyuge puede sentirse excluido. La presentación oficial de una pareja, que antes se hacía ante la familia, ahora pasa por Facebook. “Una paciente me dijo que empezó a hablar con el cuñado de la ex pareja a través del Facebook, porque, en realidad, quería obtener información sobre la pareja actual de su ex. Otro de mis pacientes quiso enviar un mensaje privado a través de esta red social a su ex esposa, pero se equivocó y lo hizo a través del muro. Ese accidente se convirtió en un verdadero drama porque lo leyó su actual mujer”, dijo la psicóloga.
Con la masificación de los smartphones surge el fenómeno de la conectividad constante. Esta situación no sólo hace que al individuo le cueste desenchufarse, sino que causa en el otro la expectativa de la respuesta inmediata.
Como directora de la consultora Espósito Marketing, Luciana Bugni necesita estar todo el día conectada. Al trabajar con clientes empresariales y oficiar de nexo con los periodistas, debe estar alerta a los diversos pedidos que surgen. Su smartphone le facilita mucho la tarea, ya que puede responder a estas solicitudes, sin importar dónde se encuentre. Matías, su pareja, que trabaja en el área de comercio exterior de una petroquímica y cumple el tradicional horario de oficina, aprendió a convivir con esta forma de trabajo que lleva a Luciana a estar pendiente del teléfono hasta altas horas de la noche.
“Al principio, me costó explicar que mi trabajo requiere de respuestas rápidas sin importar el día y la hora. Matías creía que era una adicta al trabajo, pero con el tiempo comprendió que mi smartphone es una herramienta laboral tan importante como lo es el torno para un dentista”, explica Bugni, que los viernes, después de las 19, se mantiene de guardia, pero deja su celular menos a mano para poder disfrutar de los fines de semana con su pareja, sin tantas interferencias.
Laura, que vive en Capital Federal y usa BlackBerry, explica su situación con gracia: “Como voy con mi teléfono a todas partes y me gusta responder rápido los mensajes, me sucede con frecuencia que si por algún motivo no le respondo enseguida a mi marido cuando me llama o mensajea, él se preocupa y es capaz de llamarme varias veces seguidas. Le cuesta entender que si estoy en medio de una reunión no puedo atenderlo, y de repente, miro la pantalla y veo varias llamadas perdidas suyas. En tal caso, lo que hago es mandarle un SMS en el que le digo: «No puedo hablar, estoy en reunión», para que no se preocupe, porque me ha comentado que cuando no lo atiendo, teme que me esté sucediendo algo malo”. Y se sincera: “La verdad es que a veces me molesta bastante esa especie de acoso, por eso le digo que los acontecimientos malos se difunden enseguida; de modo tal que si me pisa un auto o me secuestran, alguien se va a encargar de avisarle”.
Cuestión de funciones
Como periodista, otro de los entrevistados necesita mucha concentración al momento de escribir sus artículos. “Mi esposa, que es empleada administrativa, se había tomado por costumbre llamarme varias veces al día, y me cortaba la inspiración”, dice. Después de explicarle varias veces que le molestaba muchísimo recibir sus llamadas telefónicas, acordaron comunicación a través del mail. “A mí me resultó genial porque yo llevo mi smartphone a todas partes, así que los recibo en tiempo real. A ella le costó un poco más acostumbrarse, pero decidió implementar el sistema al ver que sus llamadas me alteraban bastante. Ahora ya se acostumbró e intercambiamos entre 10 y 30 mails por día, según lo que tengamos que conversar”, dice.
Roxana, que es ama de casa y tiene dos niños, y su marido, que es comerciante, tienen un plan de telefonía móvil por el que las llamadas entre ellos son gratuitas. Como sus hijos son muy pequeños (siete meses, la beba, y dos años, el nene) está muy ocupada atendiéndolos y haciéndose cargo de llevar adelante todas las cuestiones de índole doméstica, incluidas las compras y la limpieza del hogar. Según cuenta, cuando contrataron el plan, aún no tenían hijos y estaban muy entusiasmados porque habían achicado los gastos telefónicos, al tiempo que habían logrado incrementar la comunicación entre ellos. Sin embargo, la situación cambió.
“Realmente no tengo tiempo para conversar con nadie, y me fastidia que mi marido cada vez que no hay gente en el negocio me llame para comentar cualquier pavada. Incluso, hay veces en los que no puedo atenderlo porque los chicos están llorando o por irse a dormir, entonces le envío un SMS, pero como a él no le gusta este sistema, no me los responde. Es una situación bastante frustrante”, admite.
Planteado el escenario, los expertos aconsejan a las parejas a que se tomen un tiempo para conversar sobre esta situación. “En este sentido, cada uno debe aprender a respetar el estilo del prójimo, aunque estableciendo límites”, coinciden. Los especialistas insisten una y otra vez en la importancia de hablar cara a cara sobre cómo manejar la comunicación entre ellos y pautar reglas claras respecto al uso de los dispositivos tecnológicos.
Para Farray, los conflictos que surgen en la pareja a raíz de los dispositivos tecnológicos son, en realidad, un problema menor. Lo importante es la capacidad de consenso que tienen dos personas para pararse ante eso externo, que acá es la tecnología, pero podría ser una compañera de trabajo, la suegra e incluso los propios hijos. “Si la pareja tiene capacidad de acuerdo, no habrá problemas. El asunto radica en sentarse a dialogar, consensuar una política y luego respetarla. Ni más ni menos.”
LA NACION