03 Oct Las redes sociales, al rescate del hablante
Por Graciela Melgarejo
Todos podemos caer en confusiones, sobre todo si se trata del idioma que hablamos diariamente. Por supuesto, si la confusión es “oral”, su vida y alcances pueden ser cortos. Pero cuando es por escrito, es más difícil desentenderse de ellos.
Escribe a esta columna el doctor Eduardo E. Kabat, cónsul general honorario de Eslovaquia, sobre una “confusión” en la que, advierte, ha reparado ya antes en este diario: “Le comento que se confunde evangelista con evangélico . Evangelistas [sustantivo masculino] son los autores de los cuatro Evangelios, mientras que evangélicos [adjetivo] son, por ejemplo, los cristianos protestantes. Y esta distinción viene a cuento porque, en la edición del lunes 2/4, Pág. 8, sección «En Off» se habla del ¿evangelista? Moyano”.
Publicada efectivamente el lunes 2, con el título “El lado místico que no se conoce de Hugo Moyano“, éste es el texto al que se refiere el lector Kabat: “Entre los funcionarios del Gobierno comenzó a correrse la voz de un aspecto poco conocido de Hugo Moyano. Cerca de la Presidenta aseguran que el carácter inflexible y arrollador del jefe de la CGT proviene de su religión evangelista. Un ministro que conoce el mundillo gremial comentó en estricta reserva a LA NACION que el líder camionero critica al Gobierno porque «se cree un instrumento de Cristo». Dicen que estas hipótesis llegaron a oídos de la Presidenta. «Muchas veces los evangelistas tienen un convencimiento y una fe que no podés frenar», dijo uno de esos funcionarios”.
Independientemente de los motivos que se aduzcan para calificar el carácter aguerrido del secretario general de la CGT -no es tarea de esta columna juzgarlos-, el doctor Kabat tiene razón, y el Diccionario de la RAE es, por ahora, concluyente: “evangelista. (Del lat. evangelista ). 1. m . Cada uno de los cuatro discípulos de Jesús con cuyo nombre se designa uno de los cuatro Evangelios. 2. m. Persona destinada a cantar el evangelio en las iglesias. 3. m. Méx. Hombre que tiene por oficio escribir cartas u otros papeles a la gente que no sabe hacerlo.” En cambio, en la entrada evangélico , ca. define la RAE: “(Del lat. evangelícus ) 1. adj. Perteneciente o relativo al Evangelio. 2. adj. Perteneciente o relativo al protestantismo. 3 . adj. Se dice particularmente de una doctrina formada por la fusión del culto luterano y del calvinista”.
Días atrás, el filólogo español Alberto Gómez Font, coordinador general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y ya mencionado en esta columna, reproducía en un tui t una cita del maestro Ramón Menéndez Pidal: “El diccionario no ha de representar las palabras como disecadas, sino vivientes y en movimiento”. La cita de Menéndez Pidal parece aplicarse muy bien hoy a las redes sociales y a su capacidad de dar respuestas rápidas a las consultas de los hablantes del español, preocupados por hablar y escribir apropiadamente.
Y ya que mencionamos por enésima vez a Fundéu (en Twitter, @fundeu , y en YouTube, www.youtube.com/user/fundeu ), la agencia de noticias española EFE publicaba un artículo, “Las redes sociales se unen a la batalla contra las faltas de ortografía”, en el cual el director de Fundéu, Joaquín Muller, contaba con orgullo que la fundación había alcanzado ya los 100.000 seguidores en Twitter -contra lo que muchos puedan creer, un logro no menor para una entidad que se ocupa de la lengua- y que ello probaba también que “los usuarios son conscientes de que las faltas de ortografía, la precipitación y la descortesía devalúan sus mensajes”, lo que ha hecho que el miedo al desprestigio en “un foro tan abierto y tan expuesto” como es el de las redes sociales les lleve a ser extremadamente cuidadosos en la construcción de sus mensajes, afirma Muller.
Si las redes sociales han de ir al rescate del idioma es un hecho para celebrar. Hoy, justamente, que es el Día Mundial del Idioma Español.
LA NACION