13 Oct Johann Le Guillerm, el domador de su propia mente
Por Alejandro Cruz
Hace frío. El viento del Mar del Norte pega fuerte. En un centro de arte de esta ciudad que es paso obligado en el trayecto París-Londres, el plato de la noche es feijoada. Lo que se dice, una extrañeza para la amplia variedad gastronómica regional. De todos modos, el menú viene a cerrar una noche dominada por todo tipo de corrimientos en función de lo establecido. De hecho, se acaba de presentar Attraction , la instalación y la performance del gran artista francés Johan Le Guillerm.
¿Quién es este señor? Formalmente se podría decir que es equilibrista, manipulador y domador de objetos imposibles creados por él mismo. De otra perspectiva formal, se podría afirmar que es una de las grandes (y más radicales) figuras del circo contemporáneo. ¿Qué hace este señor? “En vez de hacer un circo vinculado con lo físico apuesto a un circo más mental. Amo la confusión y la distorsión porque abren nuevos caminos para indagar caminos distintos que parten del circo tradicional, pero que van más allá”, explica (y se explica) apenas termina su performance. Minutos antes del aplauso final, Anne Quentin, investigadora que sigue su carrera desde hace años, acota: “Johan es un caso único, su universo no se parece a nadie. Para mí su trabajo está entre el arte contemporáneo, la performance, la ciencia y el circo”.
Coherente con esa zona de lo difuso que circula entre las artes visuales (¿acaso las extrañas prótesis que nacen de su cuerpo no remiten al trabajo de Rebecca Horn?) y la artes circences contemporáneas (y no, justamente, al Cirque du Soleil al que suele comparar con McDonald’s), su última creación, Attraction, está formado por una performance, Secret, y una instalación, Monstration . Según él, este último “es la materialización exterior de mi pensamiento y, en Secret, ese materialización pasa al cuerpo”.
En Buenos Aires, muy lejos de esta ciudad arrasada durante la Segunda Guerra Mundial, el “entramado de redes” que propone Le Guillerm fue el invitado de honor de la cuarta edición del Festival Polo Circo, que organiza el gobierno porteño. En abril, en el Centro Municipal de Exposiciones, se realizó el opening de Monstration ; y, del 3 al 13 de mayo, se presentó Secret, en la sede de Polo Circo (Combate de los Pozos y Garay). Johann está contento de haber podido mostrar sus dos trabajos en simultáneo. Sabe que, de esa manera, su investigación sobre las formas, su obsesiva indagación sobre el punto, su búsqueda por los caminos posibles del hecho mínimo tienen la posibilidad de potenciar el diálogo interno que unifica a una misma matriz.
Este tipo con cara de tímido no es un artista fácil para el espectador. Su trabajo requiere, como suele suceder con las propuestas más radicales del arte conceptual, un trabajo previo por parte del espectador que intente entrar en la lógica de su alfabeto. ¿Qué busca él en Secret ? Nada nuevo, nada que no conozca. Es que, de hecho, desde hace años viene reformulando una misma idea. En este marco, la instalación es casi una forma de abrir las puertas de su laboratorio. “Busco despegarme de las prácticas más tradicionales del circo para consagrarme a una práctica minoritaria, personal. Será por eso que a lo que hago me cuesta encontrarlo en otros trabajos, en otros creadores”, dice mientras, abajo, la taberna del centro cultural está plagada de sus seguidores.
Según una crítica de El País, de España, Secret es “un circo para gente que no va al circo. Un espectáculo en el que el rigor artístico abraza las misteriosas leyes de la física. Un poema en movimiento que convierte lo más sencillo en fuente de asombro”. Por su personalidad, él parece estar ajeno a esos mundos de las definiciones y de las críticas. Quizá tenga que ver con su propia vida: se crió en el campo, en las afueras de Le Mans. Las tardes se la pasaba cerca de un vertedero en donde vivían gitanos. El vertedero era su imán: allí encontraba todos los materiales muertos que él daba vida. Los mismos materiales que, con el tiempo, pasan por rigurosos estudios de física para cumplir con sus caprichos. Eso lo cuenta bien Anne, la periodista que sigue sus pasos: “Aunque él no tenga ninguna formación científica hace cálculos matemáticos. Para La Motte, por ejemplo, hubo tres grandes laboratorios científico franceses que trabajaron para hacer lo que quería. Dos de ellos, no pudieron. Recién el tercero logró construir ese objeto. Es decir, la ciencia tuvo que trabajar con la locura de este muchacho”.
Pero, ¿qué es eso de La Motte? El “muchacho” dirá que es su séptimo prototipo de un fenómeno mineral y vegetal (de hecho, está recubierto de pasto). Forma parte de Monstration, la instalación. Dicho de otro modo, es una cuasi bola vegetal de 2,50 metros de diámetro que, por complejos mecanismos físicos, logra un movimiento continuo. Gracias a sus nervaduras deja una única huella sobre la arena depositada sobre una plataforma de 12 x 12 metros. El sostiene que La Motte es una cita a las ferias del siglo XIX. O sea: vendría a ser su propio monstruo freak.
En Buenos Aires, Secret se instaló con la carpa de su compañía Cirque Ici. Se instaló en donde estaba la carpa central de Polo Circo. La misma que el huracán o el tornado (nos vamos a entrar en tecnicismos) se llevó. En una de las escenas de Secret aparece un perfecto cono de aire (digamos, un tornado) que este guerrero salido de la película Mad Max manipula, seduce, interviene. La escena es perfecta. El cono del tornado parece una de las tantas citas que tiende su propuesta al mundo del arte, al de la misma naturaleza y al de las leyes físicas.
En otra escena, aparece un trapecista que se mece en el aire. En verdad, es una estructura de madera con sus articulaciones que él apenas da el empujón inicial. En la última secuencia arma una carpa dentro de la carpa a partir de 62 maderas de pino de 2,50 metros de largo cada una. La estructura es complejísima. El delicado equilibrio de esa complejidad, con apenas un golpe, la desintegra. Lo mismo hace con los tigres que inventa. Lo mismo hace con un caballo que logra dominar.
Más que un espectáculo Secret es una experiencia. Puede pasar, me pasó, que después de verlo uno no tenga una opinión armada. También puede pasar, me sucedió, que a los días uno tampoco tenga una idea precisa de cómo contarla. Sin embargo, las imágenes, las sensaciones y la maravillosa percepción de lo inclasificable perduran. Esa parece ser la marca de este señor que, como él mismo dice, hace teatro mental.
LA NACION