16 Oct El nuevo varón reinventa la paternidad
Por Tesy de Biase
Los hombres están girando la rueda de la crianza y el modelo actual de paternidad -menos duro y más permeable a las expresiones afectivas- imprime una nueva matriz emocional en los hijos desde las primeras interacciones. Los estudios que indagan el link entre el estilo de ser padres y la salud mental infantil hoy se enfocan en el rol paterno. El último fue publicado por un equipo de la Universidad de Oxford que analizó los vínculos tempranos entretejidos por doscientas familias inglesas en dos momentos evolutivos: en el periodo posnatal, cuando los hijos tenían tres meses y al cumplir un año. Los investigadores británicos discriminaron tres modelos de padres: sensibles, intrusivos y distantes, y encontraron que “los niños con mejores resultados en las pruebas que midieron agresión y conductas de oposición fueron aquellos que tuvieron mejores interacciones con sus padres”, según sintetizó el autor principal, doctor Paul Ramchandani.
También encontraron una fuerte asociación entre los problemas de conducta infantil y un modelo de paternidad basado en interacciones distantes, desconectadas y desafectivizadas. Padres indiferentes, capturados por sus propios pensamientos y sin empatía pueden constituir un medio tan tóxico como el generado por hombres violentos.
Esta asociación entre las interacciones distantes de padre y los comportamientos agresivos fue más pronunciada en los varones que en las niñas. “La asociación fue mayor para varones, sugiriendo que son ellos más susceptibles a la influencia paterna desde una edad muy temprana”, expresó el investigador del Departamento de Psiquiatría.
Tampoco demostró ser saludable el modelo opuesto, el intrusivo, que interrumpe la espontaneidad de los chicos con permanentes intervenciones físicas y verbales.
La sensibilidad en las interacciones, en cambio, promueve un mejor desarrollo psicológico a futuro e inclusive se manifiestan en las capacidades cognitivas a futuro, admitieron los autores en el artículo publicado en el Journal of Child Psychology and Psychiatry y de acceso público, en inglés, en el link: http://onlinelibrary.wiley.com
Los hombres protagonizaron un “giro copernicano en su posición y actitud frente a la paternidad”, según califica Ricardo Rodulfo, director del Programa de Actualización en Clínica de Niños y Adolescentes de la Facultad de Psicología de la UBA. “Ya no se conforman con jugar de tercero, siempre mediados por las madres, y buscan tener una relación de dos, una relación por su propia cuenta, con hijas e hijos. Ese papel de venir a supuestamente poner la ley y el orden, un poder de policía al fin de cuentas, ya no les es satisfactorio. Entre otras consecuencias este cambio palidece el clásico caballito de batalla psicoanalítico del complejo de Edipo, que necesitaba un padre que fuera vivido como el intruso que viene a molestar el idilio con la madre. Un papá que se rota con la mamá y está presente desde un principio difícilmente sea vivido por el niño como intruso o tercero. En todo caso es otra forma de tercero o se turna con la madre en terceridad”.
<p>David Amorin, profesor de la Facultad de Psicología en la Universidad de la República, Uruguay, y especialista en estudios de género, teoriza sobre la emergencia de un nuevo modelo de paternidad, que seguramente tendrá consecuencias sobre las equidades e inequidades de género. “Hay nuevos varones, nuevas masculinidades. Está empezando a aparecer un varón más sensible, por ejemplo, en la crianza de los hijos y en la pareja. El modelo tradicional era el de ocultamiento de la afectividad porque ser sensible se asociaba con lo femenino”, opina.</p>
Tras coordinar una investigación con varones de entre 40 y 49 años, con hijo/a(s), pertenecientes al sector socioeconómico amplio de clase media montevideana, sintetiza: “Una amplia mayoría de los entrevistados menciona realizar con agrado algunas tareas asociadas con lo doméstico, del tipo cocinar y efectuar compras; en bastante menor medida se refieren a ordenar y arreglar cosas en la casa, y no mencionan tareas de limpieza. Todo esto en estrecha articulación con las tareas de crianza, cuidado y socialización de los hijos/as”.
De acuerdo con las conclusiones que extrae para la nacion, el grupo estudiado “se enmarca dentro de la tendencia que evidencian muchas investigaciones respecto del proceso de integración de los varones en nuevas modalidades de organización familiar: aunque tienen más participación, los hombres se siguen resistiendo a participar en tareas domésticas, mientras parece ampliarse el concepto de paternidad, a la que tienden a darle un lugar más importante en sus vidas. Seguramente resulta más tentador al varón aventurarse a interactuar con su prole que entendérselas con espacios y objetos asociados a lo doméstico, que se suelen considerar como actividades tediosas, rutinarias y no valoradas. Amorín admite que la generación de hombres que hoy transitan la cuarta década de su vida es la primera en procesar decididamente y en forma muy generalizada esta transición hacia nuevos modelos de masculinidad y paternidad.
Y se anima a construir una hipótesis que coincide con los postulados de Paul Ramchandani: “Si estos varones -que tuvieron un modelo masculino de paternidad relativamente alejado afectivamente y más alejado aun del ámbito doméstico- son capaces de liderar este proceso de cambio (junto a las mujeres), resultaría promisorio que sus hijos e hijas estén recibiendo un modelo diferente y más comprometido con la equidad de género”.
A los 45 años, el consultor regional de negocios Marcelo Duerto confiesa que vive una paternidad conectada y comprometida con su hijo Valentín, de diez años, sin invertir mayor esfuerzo en alcanzarlo. Asume su estilo paternal con absoluta naturalidad porque lo reconoce como el modelo que comprueba cotidianamente entre amigos y compañeros. Hijo de una generación que entendió y ejerció una paternidad poco presente, más bien desconectada, Marcelo elige “hacer algo distinto: estar presente”, acompañar a Valentín en sus actividades. “Y buscar otras que podamos compartir, como la música, que es un punto importante de conexión. Mi estilo -explica- no implica ejercer presión, compartimos distintas músicas, él se enganchó con los Beatles y hoy son un tema de conversación y conexión”.
Duerto prefiere no intelectualizar las posibles consecuencias de su práctica de paternidad: “Sencillamente creo que con un padre más cercano mi hijo va a estar mejor”.
Su mujer, la licenciada en letras y editora Alejandra Mirich refuerza: “Ocupa naturalmente ese lugar de padre presente y comprometido, de modo que a mí me relaja muchísimo porque confío plenamente. Pero ojo, que el tema tiene dos aristas, es decir que tiene un potencial efecto colateral no deseado -alerta-. Me ha sucedido a mí y a otras madres conocidas que en algunas situaciones nos sentimos desplazadas de nuestro histórico lugar de madres”.
¿Incorregible insatisfacción femenina? No: momento de transición.
“Hay que encontrar un nuevo equilibrio -define Alejandra-. Todos los equilibrios son inestables, es decir que exigen la búsqueda de un punto de estabilidad, por eso creo que tenemos que construir un nuevo modelo: ni el tradicional, en el que todo el peso de la crianza descansaba en la madre, ni el desplazamiento total de las madres para que los padres ocupen el lugar vacante”.
Un nuevo modelo de crianza en el que también está en juego el lugar del hijo, para evitar sostenerlo como único centro de gravedad familiar.
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