Cartagena, perla caribeña

Cartagena, perla caribeña

Por Guido Piotrkowski
Tras sus muros. Cartagena, a unos 1.000 kilómetros de Bogotá. Colombia, es una ciudad colonial que invita a perderse en sus callejuelas de caserones seculares e iglesias centenarias. Esta joya histórica, restaurada y puesta en valor tras largos años de abandono, hoy luce radiante frente a las costas del Caribe. La ciudad que inspiró a Gabriel García Márquez lo tiene todo: arquitectura colonial, playas paradisíacas, excelente infraestructura hotelera y una intensa actividad cultural. Pero sobre todo, es uno de esos rincones que erizan la piel. Es que esta perla colombiana, que atesora un retazo grande de la historia de América Latina, propone perderse en sus callecitas, dialogar con su gente, disfrutar de su clima cálido, sus playas de arenas blancas y agua turquesa. Sentarse en sus cafés y gozar de su hospitalidad.

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Un poco de historia
Fundada por Pedro de Heredia en 1533, pronto se transformó en una de las ciudades estratégicas del Caribe para España. A su puerto llegaban los esclavos traídos desde África y hasta aquí arribaban viajeros y mercaderes de todas las regiones de Nueva Granada (que comprendía las actuales Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela) para comprar en la Feria de los Galeones. Asimismo, fue el primer mercado de productos españoles en Sudamérica. Todo eso le valió gran prosperidad, reflejada en su arquitectura. En 1586 se construyó la muralla y más adelante, las fortificaciones y baluartes que protegían la ciudad de los ataques de tropas enemigas, corsarios y piratas.
Asimismo, Cartagena fue la primera ciudad en proclamar su independencia de la corona española en 1811, y el libertador Simón Bolívar la bautizó “La heroica”, luego de soportar el sitio de 1815, cuando las tropas españolas volvieron en su intento de reconquista.

Inspiración colombiana
La mejor forma de recorrerla es a pie. Es buena idea dejarse sorprender por la cantidad de casas históricas, monumentos, palacios reales, museos y fuertes que llevaron a la Unesco a declararla Patrimonio de la Humanidad en 1984, y a Gabriel García Márquez a elegirla como hogar y entorno de varios de sus relatos, como El amor en los tiempos del cólera. Poco importa desorientarse, siempre habrá algún cartaginés amable que indicará cómo llegar al sitio buscado.
Las calles tienen nombres que remiten a hechos históricos. Así, se transita de la Calle de la Amargura a la Calle de las Damas, del Callejón de los Estribos a la Calle de la Soledad; de la Calle de la Inquisición a la Calle de las Carretas. Entre las plazas, que son muchas y bellas, se puede andar desde la Plaza de la Paz, donde está la Torre del Reloj -símbolo de la ciudad- a la Plaza de Armas, situada entre las Plazas de la Aduana y la Plaza de San Pedro Claver; de la Plaza de los Coches, que fue el sitio de venta de esclavos, a la Plaza del Pozo, ubicada en el barrio de Getsemaní, donde antaño vivían los artesanos y donde se gestó la independencia.

Pura arquitectura
En el centro histórico existen dos estilos arquitectónicos bien marcados: las casas coloniales originales y las que se construyeron o reformaron luego de la independencia con un estilo republicano, donde prevalece el uso del concreto, detalle que se puede ver en los balcones, donde la madera fue reemplazada por hormigón, así como en las arcadas y columnas. Actualmente no está permitido construir y sólo se puede restaurar de acuerdo con los libros de historia.
Entre sus iglesias de destacan San Pedro Claver, la Catedral Metropolitana y el Convento de Santo Domingo. Hay que visitar también el Teatro Heredia, el Museo de las Fortificaciones y el Museo Naval del Caribe, entre otros. Y caminar al borde de la muralla para terminar disfrutando de un espectacular atardecer en alguno de los cafés frente al mar. Por la noche, el plan es dar un paseo en carruaje y apreciar la magia de esta ciudad iluminada.

Aguas celestiales
Luego de tanto trajín, una visita a las Islas del Rosario, coronada con una estadía en la Isla de Barú, es la mejor opción. Para llegar hasta este paraíso hay que tomar una lancha en el Muelle de los Pegasos, frente a la muralla, y navegar por la Bahía de las Ánimas unos 45 minutos. Hay excursiones que recorren las islas con tiempo para practicar snorkel y se detienen en un acuario. Con uno de los ecosistemas más ricos del Caribe, Barú es ideal para practicar buceo. Tiene bares y restaurantes sobre la playa, donde se ofrecen variedad de pescados, y hospedajes sencillos para pasar la noche. Una buena forma de terminar el recorrido cartaginés. Y quizá, encontrar aquello que los piratas buscaban antaño.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS