Ricardo Darín: “No soy garantia de calidad”

Ricardo Darín: “No soy garantia de calidad”

Por Karina Mazzocco
Aunque promediando la charla confesaría que la parte que menos disfruta es justamente la de promocionar sus películas, Ricardo Darín llega a esta nota dispuesto, sonriente y con ese encanto que lo caracteriza y lo convierte en uno de los actores argentinos más queridos, un símbolo nacional. Normalmente, me pasa con varios artistas (contando los extranjeros y los argentinos) que me cuesta creerles. Pero definitivamente le creo todo a Darín. Cada uno de sus trabajos en cine me sedujeron y convencieron desde la primera escena. Si se preguntan si es ésta una declaración, están en lo cierto. Es una declaración de admiración profunda y verdadera a un actor que nos tiene acostumbrados a la excelencia.
¿Alguna vez habías estado en alguna villa?
Sí, había estado, pero no así, no viviendo.
¿Cuánto tiempo pasaste allí esta vez?
Casi tres meses. Lógicamente entrás en contacto con las distintas realidades y tenés la oportunidad de ver hasta qué punto se comete la injusticia de meter a todo el mundo en la misma bolsa. Cuando hablamos de villas, para los habitantes de las ciudades es poco menos que hablar del “Cuco”. Eso se debe a que, por supuesto, hay grupos nefastos que no están únicamente allí, sino en todos lados. La realidad es que más del 90% de la gente que vive ahí es decente, trabajadora, que lucha todos los días para seguir adelante.
¿Cómo te recibó la gente? Porque sos un hombre muy querido, pero me imagino que al llegar a ese lugar, te querían contar todo…
Sí, eso pasó. En este doble juego del famoso reconocido, se sumó el hecho de que, por las características particulares del trabajo que teníamos que hacer, se borraba un poco la frontera que separa la realidad de la ficción. Hacíamos de sacerdotes, entonces no sé si por la vestimenta, por la actitud, por las escenas que tuvimos que hacer o por el necesario contacto que tuvimos que tener con mucha gente, se confundía un poco la imagen nuestra. Creo que a partir de la primera semana que nos veían vestidos de cura, estaban convencidos de que éramos sacerdotes.
Es que el cura tiene un rol muy importante en las villas, y el cura en este caso encima era Darín…
Increíble, sí. Era una cosa rara, nos reíamos bastante y cuando las cosas sobrepasaban ciertos límites, yo les tenía que recordar que no era cura. No había forma igual de sobrevolar la villa sin mezclarte y sin interesarte, sin intentar profundizar. Es muy doloroso profundizar cuando te metés en la realidad particular de una señora como Zulma, con tres chicos, abandonada por su marido, sin trabajo, sin contención a nivel social, y además estigmatizada por cómo ella vive en ese lugar. Ella nos contaba que cada vez que quieren calificar para un trabajo, lo único que no pueden decir es que viven en una villa, porque sino automáticamente están descartados. Es como un círculo vicioso, injusto y doloroso.
¿Te angustió ver esa realidad, tomar contacto, sentiste ganas de reaccionar al respecto?
Yo hago cosas desde hace mucho tiempo en determinadas direcciones, no necesariamente muy planificadas. La sensación que me queda es que todo lo que puedas hacer es poco pero necesario, y que para intentar modificar esas realidades habría que viajar inteligentemente hacia los puntos originarios de esas situaciones. Los paliativos no pueden ser cosméticos. Si alguien no tiene para comer, tenés que intentar darle de comer, pero en realidad lo que hay que trabajar es en el origen del problema. Hace muchas décadas que se está trabajando en la dirección equivocada. Yo hago cosas desde hace mucho tiempo endeterminadas direcciones, no necesariamente muy planificadas. La sensación que me queda es que todo lo que puedas hacer es poco necesario y que para intentar modificar esas realidad habria que viajar inteligentemente hacia los puntos originarios de esas situaciones. Los paliativos no pueden ser cosméticos. Si alguien no tiene para comer, tenes que intentar darle de comer, pero en realidad lo que hay que trabajar es en el origen del problema. Hace muchas décadas que se está trabajando en la dirección equivocada.
Para componer al cura Julián, tu personaje,¿estuviste cerca de verdaderos curas que viven en la villa?
No sé si tan cerca, pero sí me contacté. Recibí mucha ayuda por parte de algunos de ellos, sobre todo del padre Sergio, un tipo que hace un trabajo descomunal. En general, todos lo hacen. Más allá de su trabajo pastoral y de atender la parroquia, el rol concreto del cura dentro de la villa está orientado a atajar todos los penales. Todos van a él con el reclamo. Verlos me hizo dudar de mi (alta de fe porque me consideré casi sin derecho a no tener fe. Recibí educación, puedo dársela a mis hijos, tengo medicina prepaga… Pero cuando no tenes nada de todo eso, lo que te queda es creer en que existe algo superior que pueda equilibrar un poco las cosas.
Entonces dudaste de tu falta de fe, ¿funcionó como una bisagra, te dio ganas de tener fe?
Siempre pensé en lo bueno de tener fe y poder depositar tus temores y tus incertidumbres en algo superior que aparezca dando respuestas a tantas incógnitas. Mi mirada era burguesa, de alguien que tiene todos los platos de comida necesarios por día. Cuando dudé de mi falta de fe fue porque cambió mi enfoque, y pude ver la realidad desde el ángulo en que la viven ellos todos los días. Ellos sí depositan su confianza y su fe en Dios y sus representantes.
No tenes fe pero, ¿en qué crees?
Yo todavía, y quizás es un poco infantil, sigo creyendo en el ser humano. Creo que nosotros tenemos grandes posibilidades, que somos una especie amenazada de extinción, y que hasta tanto eso no ocurra podríamos hacer cosas buenas en este planeta, en una dirección contraria a lo que creo que estamos haciendo. la humildad, la sencillez, la simplicidad de la gente con la que estuve en contacto, fue algo muy fuerte.
¿Te trataron de evangelizar los curas?
Son muy piolas, gente que está acostumbrada a tomar la vida como se presenta. Son mucho más realistas. Creo que esa fusión entre el trabajo de ellos y esa necesidad de tener fe fue la que me produjo esa duda sobre mi falta de ella. Lo que hacen es realmente invalorable.
¿Se va a poder ver en la película lo que ellos hacen?
No lo sé. Creo que sí, porque la historia y el guión hablan de eso, pero en el cine, la edición, que es el último pensamiento importante.
te de una película, es de alguna forma una reescritura, y eso ya no está en manos de ninguno de los que participamos ahí -salvo del director y el editor, que en algunos casos es el mismo-. Depende del enfoque de ellos y de su vibración sobre qué cosas quieran cargar al desarrollo narrativo de la historia.
Estás en la etapa de promoción de la película, ¿te gusta o lo padeces un poquito?
Es la etapa que menos me gusta, porque no soy buen vendedor en ese sentido. Cuando aparece alguien queriéndome vender algo, me genera no querer comprar. Distinto es que alguien me cuente de qué se trata. Entonces, quizás se pueda generar en mí la atracción. La gente espera tus nuevas películas confiando en que sos garantía de calidad. ¿Cómo te pesa esto a vos?
Es durísimo, primero porque desconfío de eso. Creo que no hay garantías, sobre todo en el mundo del espectáculo. Es decir, puede haber buenas intenciones, pero afortunadamente todavía los espectadores tenemos la libertad de decir me gusta o no. Con respecto a eso de que haya una tendencia a decir “voy a ver una de Darín”, es una deformación y un simplismo. Les ponemos la cara o el nombre de alguien que nos resulta claramente identi-ficable y lo sintetizamos de esa forma, pero en realidad es injusto. Hay muchas personas trabajando, empezando por los directores y guionistas. Por otra parte, también es como un valor agregado que no me resulta lo contrario. Me resulta más bien incómodo porque siempre sobrevuela ese miedo a defraudar. Yo prefiero una cosa más democrática: digamos “vamos a ver una película en la que trabaja fulano, que escribió sultano y realizó mengano”. A lo mejor es de egoísta, pero no quiero cargar con toda la responsabilidad.
MIRADAS