Lujo en el Mar Rojo

Lujo en el Mar Rojo

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Por Liliana Morelli
Puestas de sol reflejadas en las dunas, magníficos arrecifes de coral y la historia de Oriente como fondo es la propuesta de MSC Cruceros, de cuya flota zarpará el MSC Armonía desde Venecia, Italia, el 2 de noviembre. La travesía dura ocho días y su destino es el puerto de Sharm El Sheikh, en Egipto, donde las aguas invitan a zambullirse hasta llegar a la arena dorada de las playas.

Comodidad y elegancia.
La diversión comienza con solo subir a bordo. De marcado estilo italiano, el crucero tiene capacidad para 3.000 personas y está diseñado con la atención puesta en los detalles: ofrece 777 cabinas decoradas con estilo. Para el más exigente paladar, la cocina mediterránea e internacional puede saborearse en sus 4 restaurantes: 1.a Pérgola. Marco Polo. II Girasolc, clise nado para los amantes del aire libre, y la cafetería La Brasserie. Además de las comidas habituales, se ofrece un buffet de medianoche para desvelados y se contemplan las nece¬sidades de vegetarianos y celíacos. Por las noches, mientras los adultos disfrutan del casino y la discoteca, el club de chicos organiza actividades perfectamente diferenciadas entre los más pequeños, y los mayores, hasta los 17 años.
Con tantas propuestas no hay lugar para la rutina. Así se avista el fascinante mundo de vida silvestre acuática y tortugas gigantes que rodea al barco y se descubre, más de cerca, en excursiones con snorkel, las montañas: Casa Delle Monache, 11 Poggio, y el más elegante: 11 Borgo, con piscina, solarium, parking y amplias terrazas. Buen gusto y confort. con sobrio estilo campo. Los menúes de los dos restaurantes se elaboran con productos orgánicos provenien¬tes de la hacienda, una condición del gobierno italiano para quienes se dediquen al agroturismo. Vinos, licores -de limón, naranja, mandarina, uvas, canela y el muy digestivo hinojo-, los licores crema de chocolate, pistacho y almendras, las mermeladas y confi¬turas. las aceitunas, los vegetales y el famoso Rusücello (aceite de oliva extra virgen) son frescos, rozagantes, con el perfume y los sabores del valle del Etna. Aquí, una lechuga tiene gusto a lechuga. Un jamón no se confunde con telgopor.
Muy cerca, la joya más preciada del Valle: un imponente cañón de roca de lava basáltica, el Parco Botánico e Geológico Gole dell’Alcantara. En una prehistórica y desvastadora erupción, el Etna liberó un gran torrente de lava incandescente que bajó en pendiente, excavó la tierra y, al solidificarse, el lecho de lava fue llenado por el río I Alcántara. Si busca adrenalina, nada como ingresar a la Gole (garganta) y emprender un trekkig fluvial, canotaje o ráfting en las cascadas. Los menos audaces pueden bañarse, tomar sol y alquilar bicicletas. El Parco cuenta con restaurante, y es insoslayable una visita al Museo Silvio Benedetto, donde el artista plástico y director de teatro italo-argentino (que trabajó con Siquelros y realizó grandes murales en la isla), expone su colección privada y organiza los encuentros culturales de “La vía del mare”.

Otros imperdibles.
A Motta Camastra, una aldea medieval colgada a 3.800 metros en la montaña, se accede caracoleando por un paisaje estremecedor. Con callecitas tortuosas y parroquianos jugando a las cartas en las veredas del bar, su rica historia se inicia en el 965 a.C. Fue regida por el normando Guillermo I; Carlos de Anjou la vendió al reino de Nápoles; fue baronía, devino marquesado y es comuna desde 1813. La estrella del lugar es la nuez, con alto contenido en selenio, y en octubre celebran la “Festa delli noel”: la gente abre sus casas y ofrece antipastos, salchichas. peperonis, turrones, cannolis, licores, helados, quesos y panes, todo a la nuez. Motta significa “caserío enros-cado sobre una nube”, y el silencio, la prepotencia de la naturaleza, aquí impactan de veras.
Otro hito del paseo es Francavilla di Sicilia, de origen medieval, célebre por el Convento de los Capuchinos construido en 1585 y por la representación del Viernes Santo; 500 personas desfilan narrando la pasión y muerte de Jesús. Quedan restos del castillo normando del 1.100 sobre una colina, punto estratégico en la feroz batalla de 1.719 entre españoles y austríacos; la fuente de San Pablo, el Palazzo Cagnone, varias iglesias. ¡Y otra vez la comida! Melanzane (berenjena) preparada de cien mane¬ras, pastas gloriosas. la tradicional casata, los cannolis de ricota y el helado, tres invenciones sicilianas. En verano, y solo en fines de semana, vale la pena llegarse a la cercana ciudad de Acireale y ver a los famosos “puppis” en el Piccolo Teatro Opera dei Puppi di Ariosto e Calabretta: los títeres guerreros de más de 1 metro de alto, con corazas y cimitarras. evocan gestas caballerescas de las Cruzadas.
Merece una visita Gaggi, de origen musulmán, con su bella iglesia de la Annun-ziatta. Y allí, almorzar en Zapalla Palace: el exquisito Filippo Zapalla prepara antipastos alucinantes y. por ejemplo, polpette con hojas de limón, cebolla fresca con panceta, salchichas con hinojo y fe-tas de carne; y de postre, biscotüs de sésamo. Después, proa a la fascinante Taormina -elogiada por Goethe y De Amicis-, cayendo a pique sobre el mar, con la Torre del Reloj, el castillo sarraceno del 1.200, el Teatro Griego, y sus preciosas cerámicas con faunos, Bacos, gorgonas, soles y lunas, moros y medusas. Dos souvenirs inevitables: agarraderas del Mafluso (el mafioso) y delantales con la receta de cannolis.
Para irse, necesitará un tremendo esfuerzo. La mórbida sensación de estar conectado con un sensual modo de vida, y el fuerte vínculo sentimental que los sicilianos tienen con la Argentina, lo persiguen a uno. Sicilia, como los buenos amores, es intensa, pasional, generosa. Inolvidable.
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