20 Sep Agobiados por lo tecno
Por Alejandra Folgarait
La generación multitasking (M) ya es parte del paisaje urbano. Con el celular adherido a sus pulgares y varias pantallas simultáneas a las que prestarles atención, los niños y jóvenes nacidos con la computadora se imponen como agentes de consumo y entretenimiento. Los padres y abuelos tratan de aggiornarse, y muchas veces logran ponerse a la altura de los “nativos” digitales. Pero nuevos estudios científicos muestran que tantos esfuerzos tienen un costo neurológico, que se paga hoy o se manifestará mañana con el envejecimiento.
Internet, mails, chat, YouTube, Flickr, Facebook, Twitter, BlackBerry, tabletas, notebooks, canales de cable, series online, videojuegos, home banking, Skype, monitores de LCD o LED… la lista se hace cada vez más larga y demandante. Si bien todo el mundo se siente fascinado por las redes sociales y los avances tecnológicos, los lados oscuros se hacen presentes por vía de la ciberadicción –cada vez más presente como motivo de consulta psicológica en los adolescentes– y por vía de la fatiga, la pérdida de memoria y el estrés, en los adultos.
Sin duda, la información hoy se mueve a la velocidad de la luz a través de conexiones digitales. Estar a la moda significa navegar por internet al mismo tiempo que se atiende a Twitter, a los mensajes de texto que entran por celular, a la tele y a la música que suena de fondo. Cada vez somos más hábiles para surfear rápidamente los mundos virtuales, nos enteramos antes de todo, pero ¿entendemos más lo que ocurre en el mundo?, ¿aprendemos mejor y más rápido?, ¿nos agobia la información?
La nueva generación M realiza tres o cuatro tareas en promedio mientras navega por internet, y dos a tres actividades adicionales mientras mira televisión. Su enorme consumo mediático, dicen algunos expertos, puede generar problemas para aprender.
Si bien muchos creen que es cuestión de adaptarse a los nuevos tiempos, hay una realidad biológica incontrastable: los neurólogos confirman que no se puede atender a más de dos o tres estímulos al mismo tiempo. Pedirle más al cerebro es cruel. Y puede tener consecuencias funestas como mostró la tragedia ferroviaria ocurrida en el Gran Buenos Aires, cuando un maquinista se puso a mandar mensajes de texto por celular mientras conducía un tren.
Con todo, hay quien sostiene que la plasticidad de las neuronas para crear nuevas conexiones permite adaptarse a los crecientes estímulos. De hecho, un estudio de la Universidad de Vanderbilt mostró en 2009 que se puede entrenar al lóbulo prefrontal para establecer prioridades en el procesamiento de la información entrante. Pero un flamante estudio de la Universidad de Stanford reveló que los usuarios multitasking tienen problemas para concentrarse y enfocarse, ya que sus cerebros están atentos constantemente a todo tipo de señales y son incapaces de filtrar aquellas que interfieren en sus procesos mentales.
“No hemos encontrado en nuestros experimentos ningún beneficio en el multitasking, lo que nos sorprendió mucho”, asegura Clifford Nass, profesor de Comunicación de la Universidad de Stanford, a El Guardián. “En los jóvenes, hay evidencias de que el multitasking lleva a un pobre desarrollo emocional. Es una actividad mala, social y cognitivamente, para todos”, subraya.
El psicólogo Russell Poldrack , de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), confirmó que el multitasking no es positivo para el aprendizaje. “Aunque se aprenda algo mientras se pasa de una actividad a otra, ese aprendizaje es menos flexible y más especializado, por lo cual luego no se puede recordar fácilmente”, advirtió Poldrack.
La razón de los problemas para aprender y memorizar que surgen con los nuevos modos de leer simultáneamente varias cosas es que el multitasking activa una región cerebral diferente a la del aprendizaje y memoria habitual (estriado versus hipocampo). Al estar utilizando todo el tiempo la memoria provisional, y no activar el sistema de almacenado, se aprende más superficialmente, y luego cuesta aplicar lo aprendido a nuevos problemas.
Es cierto que los videojuegos mejoran la capacidad de los jóvenes de pasar de un estímulo a otro. Y que hay un 2,5% de personas que puede manejar un auto y al mismo tiempo hablar por teléfono o memorizar números, según una investigación de psicólogos de la Universidad de Utah.
Pero sacando a estos supertaskers, a los pilotos de avión y a los cirujanos que operan con minicámaras digitales, que mejoran su rendimiento gracias a los videogames, ¿hay otras personas que se benefician con la tendencia a atender a mil cosas al mismo tiempo?
Preocupada por el desarrollo mental de los chicos alimentados con tantos medios digitales, la profesora de Psicología Evolutiva Patricia Greenfield, directora del Children’s Digital Media Center de la UCLA, revisó 50 estudios científicos sobre el tema y concluyó que “cada medio desarrolla ciertas capacidades cognitivas a expensas de otras”. Así como las pantallas favorecen la inteligencia visual y espacial, también disminuyen los procesos abstractos de pensamiento, el vocabulario, la reflexión, la resolución inductiva de problemas y el juicio crítico. Por eso, Greenfield recomendó a los padres fomentar la lectura en sus hijos y no instalar Wi-Fi en las aulas. “La información online no mejora el aprendizaje”, subrayó la investigadora.
Para Diego Levis, investigador argentino en medios y educación, las críticas no se justifican. “Es otra mistificación de las tantas que abundan en la actual sociedad de pantallas”, señala el doctor en Comunicación. “Cuando yo tenía 10 o 15 años, miraba televisión mientras leía una revista o jugaba con cochecitos, comía algo y escuchaba algún partido de fútbol en la radio, y seguramente no prestaba una especial atención a ninguna de esas actividades. No creo que se trate de una distracción malsana; por el contrario, pienso que se trata de una respuesta a la falta de verdadero interés o, eventualmente, la sensación de poca exigencia que requiere ninguna de estas tareas”, dice el autor del libro La pantalla ubicua.
En verdad, se sabe muy poco sobre los efectos de estar inmerso en tres o más pantallas simultáneamente, y menos aún sobre los efectos del furor por Facebook y Twitter. Por lo pronto, un estudio realizado en Holanda e Inglaterra reveló que el uso de redes sociales virtuales no mejora las relaciones amistosas offline. Por más seguidores y amigos que se tengan virtualmente, dice el psicólogo social Thomas Pollet, no cambia el mapa de las amistades ni aproxima a la gente.
“Los más jóvenes acostumbraron a las multitareas, y ya se está trasladando esto al mundo laboral”, señala el analista del mercado tecnológico Enrique Carrier. “Algunos lo ven negativamente porque no están acostumbrados a estas innovaciones, pero para los nativos digitales es natural saltar del Messenger al Facebook y de ahí a la música de un video de YouTube”, explica.
Actualmente, el 12% de los usuarios de internet en la Argentina mira la televisión y socializa simultáneamente a través de mensajes de texto, Messenger, Facebook o Twitter, según una investigación de la consultora Enrique Carrier y Asociados. Comentar el partido de Barcelona-Real Madrid, la final de Gran Hermano o la telenovela El elegido mientras se está viendo estos programas es muy frecuente, y lo será más al comprar televisores con conexión a internet incluida.
Más allá de la venta de electrodomésticos con nuevos chiches, ¿se podrá interactuar con la tele como con las ventanas de la compu? En una investigación que será publicada en la revista Cyberpsychology, Behaviour and Social Networking, Adam Brael y James Gips encontraron que tener que atender a dos dispositivos electrónicos, como una tele y una computadora, genera mucha más distracción de lo que los usuarios creen.
Puestos en una habitación con ambos estímulos, las personas mueven sus ojos de uno a otro una vez cada 14 segundos, muchas más veces de lo que pensaban. El experimento de Brael y Gips mostró que las personas creían ir de la computadora a la tele, y viceversa, unas 15 veces cada media hora. En verdad, lo hicieron unas 70 veces. “Encontramos que cuando la gente trata de prestar atención a múltiples medios simultáneamente están yendo de uno a otro a una velocidad impresionante”, señala Brasel, profesor de Marketing del Colegio de BostoN.
Como sea, al envejecer se nota que el cerebro no está hecho para el multitasking. Cuando un adulto mayor va a buscar algo a la heladera y alguien le habla, es frecuente que se quede frizado, pensando a qué iba. Un nuevo estudio, publicado en la revista PNAS acaba de revelar por qué.
Adam Gazzaley les pidió a dos grupos de personas –uno de 24 años y otro de 69 años, promedio– que recordaran una escena percibida mientras les realizaban una resonancia magnética. La imagen de una cara aparecía súbitamente durante el estudio dentro del resonador. Tras analizar las zonas cerebrales activadas, Gazzaley descubrió que los cerebros de las personas mayores no eran capaces de desentenderse del estímulo interruptor para volver a poner en marcha el circuito neuronal previo. Esta dificultad para conmutar entre las redes neuronales explica por qué los adultos mayores no son tan buenos para el multitasking como los jóvenes: cuestión de biología, no de adaptación a los tiempos que corren.
“El impacto de las distracciones e interrupciones revela la fragilidad de la memoria operativa”, señala el investigador de la Universidad de California en San Francisco (UCSF). “Dado el ambiente con interferencias en el que vivimos, y el aumento espectacular de los dispositivos electrónicos portátiles y el acceso a la información, es importante tener en cuenta este factor”, reflexiona Gazzaley.
REVISTA EL GUARDIAN