Aaron Sorkin, guionista polémico

Aaron Sorkin, guionista polémico

Jeff Daniels es Will McAvoy, un periodista al borde de un ataque de escrúpulos. Foto: HBO

Por Natalia Trzenko
Dicen las reglas no escritas de Hollywood que tener a una gran estrella al frente de una película o un programa de TV ayuda a vender entradas y a sumar puntos de rating. Dicen esas mismas reglas que es posible que cuando el director del film o el ciclo es famosísimo, -digamos al nivel de un Spielberg, un Scorsese o un Cameron- se logre algo similar. Pero por ninguna parte del manual de promoción y venta del producto hollywoodense promedio se menciona a los guionistas. Su atractivo taquillero es de menor a nulo para el gran público. A menos que el guionista en cuestión sea Aaron Sorkin, que cinco años y un Oscar después, regresa a la TV como creador, escritor y productor ejecutivo de The Newsroom , que se estrenó el domingo 5 de agosto, a las 20.30, por HBO.
El autor, de 51 años recién cumplidos, está en la cima de la montaña, en las grandes alturas del cine y la TV norteamericana desde que, junto al director David Fincher, construyó ese nuevo clásico de la pantalla grande que es Red Social , ganó un Oscar por el trabajo y, en su tiempo libre, puso a brillar el guión y limó las asperezas varias de El juego de la fortuna, con el que nadie más había podido.
Con todo el mundo esperando su próximo proyecto en cine -está trabajando en la adaptación de la biografía de Steve Jobs-, el hombre decidió llevar su estilo verborrágico y verboso de vuelta a su segundo amor, la TV (el primero es el teatro). En ese medio construyó una maravilla de apenas dos temporadas, Sports Nightdefinió su estilo inconfundible con The West Wing y allí también se prendió fuego, primero abandonando ese gran éxito y luego retornando con el paso en falso que fueStudio 60 on the Sunset Strip. Pero aquí está de vuelta con los personajes que gatillan discursos más que decirlos, seres idealistas embarcados en una gesta tan noble como fútil. Personas más inteligentes y mejores que nosotros. Y, aparentemente, más que Sorkin también.
“Pienso en lo que escribo antes de empezar a escribirlo. Y mi proceso de pensamiento puede suceder mientras miro fútbol americano, manejo el auto o me desespero porque no se me ocurre nada. Por supuesto que trabajo con un brillante equipo que hace el programa conmigo. Ese es mi único truco: siempre ser la persona más tonta en la habitación. Si te rodeás de gente más inteligente que vos quedás mejor parado. Es un gran ejercicio escuchar sus ideas, verlos discutir entre ellos”, dice Sorkin, y es fácil imaginar cómo eso que pasa en la sala de guionistas luego se traslada -hiperbolizado- a The Newsroom.
De hecho, en los primeros cinco minutos del primer episodio, el personaje central, Will McAvoy (que interpreta magistralmente Jeff Daniels) pasa de neutro presentador de noticias a iconoclasta paladín del periodismo televisado, y se sube a bordo de un discurso sobre la decadencia de los Estados Unidos que sólo puede definirse como sorkiano . Un neologismo que no convence del todo al autor de Cuestión de honor, la obra de teatro que escribió y luego adaptó para que la interpretaran en el cine Tom Cruise y Jack Nicholson, en un duelo que se volvería marca de autor, sorkinismo sin adulterar.
“Esa palabrita me la han dicho en referencia a mi escritura como elogio y como insulto. Todo depende de si te gusta o no lo que escribo. Si sos fan de la cosas que hice, seguramente te gustará The Newsroom, que es un programa para todo el mundo. No está dirigido sólo a los periodistas y no es para un grupo político particular. Es una comedia romántica que transcurre en la redacción de un noticiero con un tono idealista, optimista, y que defiende a capa y espada, en el sentido más clásico del término, valores ya perdidos en las cadenas informativas. Hay muchas palabras, muchas discusiones y diferencias de opiniones, pero en última instancia es una ficción en la que la gente se enamora. Y se cae mucho”, explica Sorkin, y eso de caerse no es metáfora: es simple descripción. Al autor, conocido por sus diálogos cortantes dichos con los personajes siempre en movimiento, nada le parece más gracioso que la comedia física. “Me siento feliz cuando uno de mis personajes se cae pisando una cáscara de banana”, agrega, como para terminar de demoler el prejuicio de su supuesta intelectualidad y elitismo. Y lo cierto es que muchos de los personajes del nuevo programa, especialmente las productoras interpretadas por Emily Mortimer y Alison Pill, muestran una notable predisposición a la torpeza física, además de una separación entre sus aptitudes emocionales y sus capacidades profesionales. Son criaturas románticas que no sobrevivirían ni un día en una redacción real. Porque así es como Sorkin las quiere. Versiones ampliamente superiores, tanto intelectual como moralmente, de sus contrapartes en la realidad.

Un toque presidencial
“Me encanta escribir programas sobre lugares de trabajo. Eso eran Sports Night , The West Wing y Studio 60 on the Sunset Strip . Situar la acción en una redacción de noticiero fue un desafío, pero ya tenía la experiencia de The West Wing . En aquel caso, mi idea era correrme de la personificación habitual del líder político, del presidente de los Estados Unidos. A los poderosos suele mostrárselos como maquiavélicos o como idiotas. Yo quería hacer lo contrario: mostrarlos como personas hipercompetentes e idealistas. Ahora le apliqué al periodismo el tratamiento West Wing “, cuenta Sorkin, que arranca cada respuesta con un tartamudeo, hablando lento, casi el exacto reverso de sus criaturas de ficción. Pero eso es sólo el comienzo. Si se le pregunta por sus inicios en las letras, él se entusiasma, y cuando Sorkin se entusiasma habla y habla sin parar. Sólo se queda sentado, aunque no muy quieto, porque de los periodistas que lo escuchamos necesitamos grabarlo.
“Desde muy chico me fascinó el teatro. Primero pensé que sería actor, estudié teatro en la universidad, tomé un montón de clases y en cada una me daba cuenta de que me iba interesando más entender qué era una obra que la actuación en sí. La primera vez que escribí por placer, y no porque fuera una tarea escolar, fue un diálogo. Y me encantó el sonido del lenguaje: a mí me suena a música. Cuando iba al teatro con mis padres tal vez era demasiado chico para entender la trama de la historia, pero las palabras dichas me atrapaban. Quería imitar ese sonido. Escribir grandes discursos, con las palabras chocando unas con otras, superponiéndose. Muchas veces siento que la trama, la historia, es una intrusión necesaria para poder hacer lo que realmente quiero hacer, que es jugar con las palabras”, dice el autor, que más de una vez contó que la primera obra a la que lo llevaron sus padres fue el musical El hombre de L a Mancha. El pequeño Sorkin tenía cinco años y el impacto fue tal que las aventuras del Quijote hechas canción llegaron, con más de cuarenta años de demora, hasta su nuevo programa. No sólo porque la trama gira en torno al “quijotesco” intento de un grupo de periodistas y productores por hacer el mejor noticiero posible, sino porque en más de una ocasión la obra de Cervantes -y su versión de Broadway-, son nombradas por los protagonistas. Esos que de tan idealistas a veces más que hablar sentencian y pontifican, un tono que los medios en los Estados Unidos no apreciaron demasiado. Algo que señalaron en cuanta crítica del programa fue publicada, armando una polémica que Sorkin asegura que no le molesta .
Hasta que alguien osa preguntarle por esas polémicas y por un rumor que lo persigue hace años: dicen que el guionista no es de lo más generoso a la hora de darle crédito al trabajo de sus colaboradores. Entonces, lento pero seguro, estalla. Y a esta altura de la entrevista, cuando uno creía haber escuchado el verdadero sorkinismo de boca de su propio creador, se da cuenta de que estaba equivocado. La balacera empieza ahora. A los refugios. “Es difícil no sonar a la defensiva cuando uno se está defendiendo pero -dice y arranca- yo no soy el que asigna los créditos, eso lo hace el sindicato de guionistas. En The West Wing escribí las primeras cuatro temporadas del programa: 88 episodios, yo solo. Sin embargo, si te fijás, en muchos de esos capítulos mi nombre aparece junto al de otro guionista. Eso no es porque el sindicato lo pidió, es porque yo lo pedí. Lo mismo pasa en algunos de los capítulos de Newsroom, porque si algún personaje dice aunque sea una línea de diálogo que no haya escrito yo, el que la escribió recibe el crédito. Aunque sean tres palabras en 50.000”, concluye algo agitado pero se calma. Parece que pasó la tormenta y el tema quedó terminado. Pero no. Sólo se estaba tomando un respiro para volver a la carga contra el sindicato de guionistas que siempre asume que el productor ejecutivo -él en este caso-, quiere birlarles el trabajo a los que escriben. “Desde el arranque suponen que los quiero cagar. Yo no robé el crédito de nadie, yo le di el crédito a mucha gente. ¿Ok?” Fin del soliloquio, de la entrevista y del discurso hecho paliza. Como sus diálogos, cruce de ríos violentos, choque de trenes a máxima velocidad. Sorkin en estado puro. Tómelo o déjelo.
A él le da igual y no le hagan explicarlo de nuevo..
LA NACION