Venecia, al ritmo de la Regata Histórica

Venecia, al ritmo de la Regata Histórica

Por Giorgio Benedetti
Pocas cosas podrían recordar más a Venecia que una góndola. Para una ciudad que no dispone de calles asfaltadas, nada sería capaz de engalanar mejor sus pasajes de agua que el andar pausado e imperturbable del remo. Desde siempre, la figura esbelta y apuesta de esos cisnes negros resbalando por los canales ha impregnado este lugar con una magia especial.
Uno de los primeros lujos al que se acostumbró el pequeño imperio insular cuando estabilizó su poderío marítimo fue al de la regata. Cada vez que hubo que festejar, cada conmemoración, o cada visita de importancia, el dux (máxima autoridad administrativa) organizaba una competencia que siempre llevaba implícita la intención de ostentar aquello por lo que se respetaba a Venecia: el dominio de las aguas.
Tanto la etimología del termino “regata” como el origen de esta práctica quedaron perdidos en el tiempo. Algunos historiadores aseguran que las primeras se corrían para las Fiestas de la Purificación de la Virgen (2 de febrero), otros apuntan que se necesitaban 15 remeros e, incluso, algunos las datan en el siglo XII.
Lo cierto es que desde 1315, cumpliendo con un decreto gubernamental, comenzó a correrse una regata oficial anual con barcos a remo que requerían hasta 50 hombres. Cuando en 1380 Venecia vence a Génova en la Batalla de Chioggia, la supremacía en las aguas fue sin duda determinante. Muchos de los remeros, por supuesto, eran los mismos que participaban en las regatas deportivas.
En 1493 se llevó a cabo la primer regata femenina, y en 1531, con el imperio en su apogeo, las leyes institucionalizaron cuatro regatas anuales. En el siglo XVIII, la Venecia extravagante de los grandes cafés, de Vivaldi y de Casanova se tradujo en espectáculos calificados en varias oportunidades como decadentes, en los que participaban enanos, jorobados y remeros de más de 60 años.
Evidentemente no importó que el Véneto fuera pasándose de mano en mano; tanto el imperio napoleónico como el austríaco supieron gozar de sus festividades típicas entre guerra y guerra. En 1825, se bautizó con el nombre de Regata Real, el más importante de los eventos anuales, a llevarse a cabo el primer domingo de septiembre. Allí, la gran competencia deportiva sería antecedida por un soberbio desfile con las más importantes embarcaciones.
Entonces el esplendor de los decorados para los barcos no tuvo límites. Las familias más adineradas se lanzaron a exhibir su distinción en lo grandioso de las góndolas y en la elegancia de sus remeros. Leones alados, figuras de caballos bañadas en oro, banderas y simbolismos mitológicos e históricos vistieron los desfiles con tal jerarquía que ningún otro pudo superarlos en importancia.
Todos los años, en la semana previa a la regata llamada settimana de passion, las calles venecianas se llenaban de movimiento. Ferias, juegos de apuesta, ceremonias religiosas y orquestas públicas se forjaron en el Véneto como una suerte de comunión entre los pobladores. Los remeros, alejados del barullo y dedicados de lleno a su entrenamiento, el día anterior a la competencia llegaban hasta la Madonna della Salute para ofrecer distintas partes de sus botes y una plegaria de protección.
Con el correr de los años, lo único que se transformó de la Regata Real fue su nombre. Hoy por hoy, podría decirse que la Regata Histórica no ha cambiado mucho, y que sin dudas continúa siendo la celebración preferida de esta próspera región del norte italiano. Por eso mismo, el 2 de septiembre, con una Venecia adornada en flores, repleta de damas con ropas gregorianas y gondoleros de sofisticadas vestimentas, se largará el desfile inaugural de la Regata Storica. Una a una, las suntuosas góndolas, esas que inspiraron escritores, pintores y poetas, irán en fila por el Canal Grande entre los palazzi. Al llegar al Puente de Rialto -el sitio más importante del recorrido- los gondoleros alzarán sus remos en señal de que ellos todavía se deben a la ciudad; a la mismísima Venecia de las calles de agua.

Las góndolas hoy
Las 400 góndolas que de manera romántica hoy recorren Venecia, fueron construidas a mano, utilizando nueve tipos de madera distinta (abeto, alerce, caoba, cerezo, haya, limero, nogal, olmo y roble), con técnicas que datan de 1880. Fabricar y ensamblar sus 280 piezas, lleva un tiempo aproximado de tres meses y un costo de 14.000 euros.
Adaptadas para recorrer los canales estrechos y poco profundos, sirvieron para transportar bienes y personas, aunque con el desarrollo del turismo devinieron en un paseo esencial de la experiencia veneciana. Sin su forma asimétrica -una imperceptible curbatura de 24 centímetros en la proa hacia la derecha- encargada de contrarrestar la fuerza del remo, la góndola iría dando vueltas. En 1562, se decretó que todas fueran de color negro para evitar ostentaciones.
Extrañamente, el gondolero veneciano va parado, empujando el remo para desplazar el barco en la dirección en la que mira. De pantalón oscuro, remera a rayas y un sombrero de paja adornado con una cinta negra, conserva a simple vista algo de la imagen heroica y entrañable con la que supo envolverse desde un principio. Una leyenda local cuenta que los remeros nacen con los pies palmeados para desplazarse mejor por el agua.
EL CRONISTA