Siempre Bolt

Siempre Bolt

Por Mariano Ryan
El mundo del deporte está hecho a la medida de Usain St. Leo Bolt. Porque ese mundo que siempre ha vivido de héroes, encontró desde hace rato uno en ese jamaiquino que dentro de 15 días cumplirá 26 años y que tiene todo lo que necesita una estrella mundial para convertirse en un personaje único, irrepetible. Siempre fue un crack, Bolt. Afuera y adentro de la pista. Y siempre se lo observó con admiración y con respeto. Si lo empezaron a ver con ojos diferentes sus compañeros de Waldensia cuando a los 12 años se convirtió en el aleta más rápido de esa escuela. Y tampoco pudieron pasarlo por alto sus primeros adversarios, aquellos del Mundial junior de 2002 en el que ganó los 200 metros convirtiéndose en el vencedor más joven de la historia del torneo en esa distancia.
El tiempo pasó, las medallas, los títulos y los records se repitieron, la leyenda cobró forma y ayer Bolt, en otra fría noche londinense repitió el título de los 100 metros que había logrado en Beijing 2008. Así sumó su cuarta medalla olímpica. Así dio un aviso de que la descalificación del Mundial de Daegu de 2011 por su salida en falso o la derrota que le propinó su compatriota Yohan Blake en los “trials” de su país hace poco más de un mes estaban bien olvidadas. Y enterradas. El rey retuvo su corona con un tiempazo de 9s63 que además fue record olímpico dejando en el archivo sus propios 9s69 de Beijing. Y aunque estuvo lejos de esos 9s4 largos que su soberbia había pronosticado hace un tiempo, el mundo del deporte respitó tranquilo…
Ver en vivo la final de los 100 metros en los Juegos Olímpicos es un espectáculo fascinante. Todo lo que envuelve a esa carrera que pasa en un abrir y cerrar de ojos (es casi literal) es conmovedor. Desde la previa a la definición, pasando por su desarrollo, por supuesto. Las estrellas de la prueba reina de los Juegos hacen su show. Y lo hacen muy bien. Y Bolt es, seguramente, el que mejor entiende ese juego que seduce a millones de personas en el mundo entero. Desde la tranquilidad de las semifinales -en las que sin esforzarse se clasificó con 9s87 detrás de los 9s82 del estadounidense Justin Gatlin y de los 9s85 del propio Blake- hasta esa definión frente a siete adversarios (tres estadounidenses, dos jamaiquinos, un holandés y un triniteño) en la que se presentó golpeando su puño contra el de un voluntario que nunca pudo, ni quiso, evitar una sonrisa. Después llegó esa catarata de gestos ante la cámara en la presentación, haciendo la mímica de un DJ, moviendo los dedos medio e índice de su mano derecha, sacándose la transpiración, pidiéndole silencio a una multitud de 80 mil personas que esperó durante todo el día esa carrera que es un suspiro.
Allí está Bolt, en el andarivel 7, con Gatlin a su izquierda y con Ryan Bailey a su derecha. Más allá está Blake, su amigo, el que es llamado a convertirse en su sucesor sólo cuando él lo decida. Y más acá aparecen Richard Thompson, Asafa Powell, Tyson Gay y Churandy Martina. Largan, con Martina con la mejor velocidad de reacción. Bolt nunca encuentra su virtud mejor en la largada y esta circunstancia lo certifica, como él va a dmitir un rato más tarde. Pero enseguida levanta la cabeza. Los ojos están bien abiertos, las zancadas son largas, la ventaja es indescontable. No sobra como lo hizo en Beijing, pero le alcanza para destrozar a Blake (plata con 9s75 y record personal igualado), a Gatlin (bronce con 9s79 y record personal) y al resto. Da la vuelta olímpica celebrando, Bolt. Ante miles de flashes que no lo enceguecen. Camina, trota. Celebra con Blake a su lado. El mundo del deporte celebra junto a él.
CLARIN