No tiene competencia

No tiene competencia

Michael Phelps no es un atleta: es un océano de tiburones. No es un as de la natación: es la piscina misma. Phelps reescribe el diccionario: bajo su nombre surgen, a modo de sinónimos, natación, oro, historia, Juegos Olímpicos, leyenda. Se arroja a la piscina, nada, gana, se cuelga una medalla, celebra, se retira. Cuenta medallas como si fuese un país entero. Digamos? la Argentina. Con la presea dorada lograda ayer, es tan gigante su legado, que alcanza los 21 metales, las 17 medallas doradas como? la Argentina. La misma cantidad de oros, el mejor deportista de la historia de los Juegos Olímpicos y nuestro país. Phelps tiene 27 años, nació en junio de 1985. Desde que el genio de Baltimore anda tirándose de cabeza por la vida, nuestro país logró apenas cuatro medallas de ese calibre: dos en Atenas 2004, dos en Pekín 2008. Es una comparación maliciosa, es cierto, pero su inmensa proyección (del pasado hacia el? infinito) provoca escozor: cuenta más oros que una infinidad de países, como México, Bielorrusia, Jamaica, República Checa, Croacia, Portugal, Lituania y tantos otros. Phelps desafía a la física: sus marcas no figuran en ninguna enciclopedia.
El norteamericano obtuvo la medalla de oro en los 100m mariposa: es su 21a presea olímpica. Se impuso con un tiempo de 51 segundos y 21 centésimas al sudafricano Chad Le Clos, que fue plata, y al ruso Evgueni Korotyshkin, que se colgó el bronce. “Estoy feliz de que la última haya sido una victoria. Es todo lo que quería”, afirmó el estadounidense, que hoy correrá en los relevos 4×100 estilos en lo que será su despedida olímpica. Una pena infinita: se va hoy, para siempre de los Juegos. Anoche, seguro, ya soñó con la medalla 18, la que hoy, seguramente, va a llegar. Días atrás, había superado las 18 de la gimnasta soviética Larisa Latynina.
Derrotó a sus dos rivales con unos espectaculares últimos 25 metros, en los que pareció volar sobre la piscina del Centro Acuático, que le rindió una gran ovación. “Esta fue una victoria por un margen más grande que las dos anteriores, así que podemos sonreír”, señaló, en referencia a sus anteriores triunfos en esta prueba en Atenas y Pekín. “Una vez que pase mañana (por hoy), creo que van a surgir muchas más emociones. Ahora estoy con la mente puesta en la competencia”, agregó, voraz. Si bien no fue dominador absoluto como había ocurrido hace cuatro años en Pekín, donde había batido el récord de su compatriota Mark Spitz de siete oros en un solo juego (Munich 72), Phelps fue de menor a mayor. “Fue sencillamente cool salir ahí y sentir la energía de las gradas. Hubo mucho ruido las dos últimas noches; nos alientan muy fuerte, así que lo menos que podemos hacer es darles un buen show”, dice, divertido. Irreverente, no tiene la menor idea de lo que su espectáculo provoca.
LA NACION