20 Aug Luc Besson: “Todo el mundo va a saber la verdad”
Por Isabel Arias
El director de “El perfecto asesino” retrata en “La fuerza del amor” a Aung San Suu Kyi, la birmana que es Premio Nobel de la Paz.
Mirando hacia atrás la filmografía de Luc Besson se llega a la conclusión de que nunca puede saberse con certeza cuál será el tema y el género que lo mantendrán ocupado en su próxima película. Desde la historia de marginales excéntricos de Subway allá a mediados de los ochenta, hasta los tiros de Nikita y El perfecto asesino , pasando por la ciencia ficción de la hollywoodense El quinto elemento , los intereses de este parisino de 51 años resultan casi siempre imprevisibles.
Esta vez no fue la ciencia ficción, sino la vida real la que lo atrapó, con un personaje extraordinariamente fuerte.
La fuerza del amor narra la historia de Aung San Suu Kyi, la mujer birmana nacida en 1945 cuyo enorme destino fue construido a base de privaciones y ausencias, con una actitud frente a la vida y a las circunstancias que le tocaron vivir siempre más fuerte que las voluntades que quisieron derribarla. Símbolo de la lucha por la democracia en Birmania (hoy, Myanmar) y Premio Nobel de la Paz en 1991, Suu Kyi pasó gran parte de su existencia bajo arresto domiciliario, encerrada por las autoridades del régimen militar de su país, que aún hoy se conserva en el poder. Desde París, el realizador habló telefónicamente con Clarín.
¿Cómo fue el origen del proyecto? ¿Conocía la historia de Aung San Suu Kyi?
Había escuchado sobre ella, pero no la conocía demasiado. Michelle Yeoh (la actriz de El tigre y el dragón y Memorias de una geisha que interpreta a Suu Kyi) tenía el guión y me llamó para preguntarme consejos de producción. Me dijo “Si estás libre como director sería genial, pero debés estar muy ocupado”. Yo le dije que estaba ocupado, por empezar una película, pero que podía ayudarla y aconsejarla. Leí el guión y me conmovió tanto, la historia me pareció tan increíble -de devoción, de amor, de sensibilidad y al mismo tiempo de un gran espíritu-, que llamé a Michelle y le dije que quería participar como director.
En la narración hay dos universos que aparecen con claridad, la vida personal de San Suu Kyi, y su destino político, que en este caso están muy entrelazados.
A mí me interesaba mostrar cómo ella se convierte en la persona que llegó a ser. Desde el momento en que vemos cómo una pequeña niña pierde a su papá, que era un héroe nacional, a los tres años, ahí nosotros ya tenemos la misma mirada que esa pequeña niña. Cuando vemos que esa mujer, que luchó por la democracia de su país durante veinte años, al mismo tiempo pierde a su marido, que a la vez era el marido más bueno que pueda existir, evidentemente no vemos la historia de su lucha de la misma manera. La película no es sólo una biografía política en la que se explica todo, para eso habría que agarrar libros de la historia de Birmania. Yo no podría hacer eso. Por el contrario, mucha gente que amaba a Aung San Suu Kyi y que seguía su lucha, no sabía su historia, ni del drama personal de su vida. Y cuando ahora sabemos que ella ha vivido todo lo que vivió, uno se da cuenta de que su lucha fue doblemente dura.
La caracterización de Michelle Yeoh es formidable. ¿Cómo fue el trabajo con ella?
Para empezar, cuando se es una actriz conocida como ella y aparece un rol como éste, uno sabe que será el rol de su vida, ya que no se ven demasiado seguido estos “grandes papeles”. Michelle estaba muy al corriente de lo que tenía entre manos y trabajó durante más de un año: aprendió birmano, inglés con acento de Oxford, piano, aprendió a moverse, a comer, a pensar como ella. Realmente se impregnó como una esponja para ser física y mentalmente como Aung San Suu Kyi. Cuando entró el primer día de rodaje ya estaba completamente adentro, no podía salir del personaje en el que había trabajado durante tanto tiempo.
Igual que el Premio Nobel ayudó a hacer conocida la situación actual de Birmania, el filme puede ayudar a divulgarla también. ¿Pensó en esto mientras la hacía?
Claro, hemos hecho la película por ella (habla de Aung San Suu Kyi), por su causa. Es el poder del cine. La película se estrenó en 60 países, pasó por 15 festivales internacionales, y después se va a pasar por todas las televisiones del mundo, en video… Los generales tendrán delante de ellos la imagen de eso que han hecho durante todos estos años. No podrán borrarla, es demasiado tarde. La película existe y lo tienen delante de la cara, no van a poder ignorarlo. Todo el mundo que la vea va a saber la verdad. Ya no pueden esconderse más, tienen que enfrentarse con su pasado.
¿Hubo alguna repercusión a partir del hecho de haberla mostrado?
Es muy difícil saber precisamente qué es lo que ha estado en juego, y qué no. Pero yo pienso que todo junto, el Premio Nobel, la canción de U2 ( Walk On , compuesta por la causa Aung San Suu Kyi, presentada en la gira 360º Tour), la presión internacional -de Amnesty, de Human Righs Watch, de la película-, todo eso a través de los años hace que hoy en día (los birmanos) se empiecen a abrir, que después de diez años Suu Kyi haya sido liberada, que pueda presentarse en las elecciones… Todos hemos participado, pero saber el grado exacto en que la película fue determinante, no lo puede saber nadie.
¿Qué es lo principal que le deja el haber filmado la película?
Lo que sobre todo me ha aportado fue encontrar una mujer magnífica, porque esa mujer es… realmente otra cosa, es un modelo de humanidad. Hoy, en esta sociedad cínica en la que estamos, donde el dinero manda, no sabemos más qué es la dignidad, la fraternidad, el compartir, el amor, la amistad, el respeto. Todas esas emociones que están en el fondo del ser humano hoy son realmente tapadas por una sociedad cínica y está en nosotros -artistas, periodistas, la gente de todo el mundo- decir basta. Estamos yendo muy lejos, tenemos que volver a los verdaderos valores de los seres humanos.
Así cierra la entrevista Luc Besson, conmovido por la experiencia a la que esta vez lo llevó el hecho de filmar la realidad misma, una realidad bastante más profunda y tocante que cualquier ciencia ficción que le haya tocado retratar.
CLARIN