El auto fantástico

El auto fantástico

Frena, dobla, controla la velocidad, ¡estaciona!, todo, sin necesidad de que un ser humano ponga algo de sí tras el volante. El auto del futuro no está aquí nomás en términos físicos, pero al menos sí temporales: existe, coexiste con esta edición el día de hoy, y lleva recorridos más de 300 mil kilómetros de calles y autopistas norteamericanas. Claro que lo que a primera vista parece un auto sin conductor es, en realidad, un vehículo manejado por una computadora. Lo desarrolló, tras años de ensayo pero todavía mucho más error, un laboratorio de Google, la empresa que a esta altura del partido, está claro, no sólo asienta sus reales en Internet.
Las primeras imágenes que confirmaron que el coche autoguiado era bastante más que un truco cinematográfico llegaron hace poco menos de dos años, cuando el ingeniero en sistemas Sebastian Thrun anunció en el blog de noticias de Google que estaban trabajando en “ayudar a prevenir accidentes de tráfico, despejar el tiempo de la gente y reducir emisiones de carbón, cambiando fundamentalmente el modo de usar el auto”. Thrun, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial de Stanford, fue también uno de los creadores de Google Street View, que rastrilla y fotografía calles de todas las ciudades, de todo el mundo, para que, por ejemplo, cualquiera con acceso a Internet pueda conocer cómo es una esquina determinada al otro lado del planeta.
A decir verdad, Stanley, como fue bautizado el primer prototipo del auto que no precisa un humano al volante, empezó su carrera en 2005, cuando se presentó al Darpa Grand Challenge (organizado por el Departamento de Defensa del gobierno norteamericano) y se llevó los dos millones de dólares en premio. Lo recuerda el propio Thrun en una brevísima (menos de seis minutos) charla TED que puede encontrarse online: “Fue el único auto que completó el Challenge”. Y todavía estaba en ciernes.
Lo estuvo, en realidad, más tiempo del previsto, por un tema del todo imprevisto: desarrollado en Estados Unidos, debía atenerse a leyes locales. Créase o no, el estado de Nevada dictó, en pleno avance del auto inteligente, una ley para permitir autos no manejados por personas. La sanción fue en junio del año pasado. En marzo de 2012, empezó a regir; dos meses después, fue del todo real: el Departamento de Vehículos a Motor de Nevada expidió la primera licencia a un auto que se maneja solo, el Toyota Prius intervenido con la tecnología alumbrada en los laboratorios Google.
“Nuestra misión es que los autos sean capaces de funcionar en cualquier lugar”, explicó Thrun. Por ello, el prototipo conoce las calles de California, las de San Francisco, el trayecto entre San Francisco y Los Angeles. A fines del año pasado, el vehículo llevaba recorridos más de 220 mil kilómetros con escasa participación humana. Hace semanas, esa cifra había crecido en otros cien mil kilómetros. Poco menos de dos mil fueron manejados exclusivamente por el auto.
“Es lo más raro de ver: el auto que se maneja solo”, comenta Thrun en la charla TED, mientras las imágenes acompañan sus palabras del modo más literal: frenando al doblar las esquinas porque cruza una persona, reconociendo que es imposible avanzar porque alguien estaciona, acelerando si nada lo impide, todo eso el auto lo hace sin nadie al volante. Otro video, tal vez más impactante, registró el paseo del auto con dos pasajeros: un copiloto atento a la computadora que controla el programa que controla el auto y un piloto completamente ciego. Nadie, en ningún segundo del trayecto, toma las decisiones de velocidad, dirección, frenada. El auto no roza a nadie, no se acerca de más a nada. Llega y estaciona ante las puertas de un garage.
El sistema, de tan sencillo, resulta irreal: simplemente combina información de Google Street View con un software de inteligencia artificial que, a su vez, se sirve de la información de cámaras y sensores dispuestos en el techo, los lados y las ruedas del auto. De momento, el único accidente que sufrió uno de estos prototipos tuvo lugar hace un año: pero en ese momento funcionaba en modo manual, es decir que al volante iba una persona que lo manejaba.
En promedio, en las grandes ciudades, al menos en las norteamericanas, señaló Thrun, las personas pierden al menos 52 minutos cada día en traslados entre hogares y lugares de estudio o trabajo. “¿Se dan cuenta de que podrían aprovecharlo?”: leyendo, resolviendo algún pendiente o quizá simplemente conversando con quien comparte el viaje, arriesgó Thrun, quien también cree que este tipo de sistema hasta podría alentar el viaje compartido, ya que nadie debería tener la responsabilidad de conducir.
Thrun, que comienza su charla TED contando que a los 18 años su mejor amigo murió en un accidente de tránsito, hace eje en lo que puede deparar para la vida cotidiana un auto capaz de manejarse solo: calles usadas de manera más eficaz, menos atascos, menos choques, menos tiempo perdido. “Estoy esperando que llegue el momento en que miremos hacia atrás y pensemos qué ridículo era ese tiempo en que las personas manejaban autos.”
Ahora se sabe, la mejor manera de reducir los accidentes de tránsito es sacar a las personas del volante.
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