Cumple sus sueños

Cumple sus sueños


Por Carlos Delfino
Ayer no fue un día más para Mario Fernández. La cancelación de la reunión del hipódromo de La Plata le regaló horas de ocio junto a su familia. Tampoco será un día más el lunes, cuando por la mañana llegue a Miami, lo reciba Víctor Centeno y comience a hacer los últimos trámites para correr en los Estados Unidos. Se unirán el jockey que aquí montará hasta mañana y quien hace tiempo dejó las pistas para ser representante.
“Lo tomo como un viaje más después de ir tantas veces a Colombia, donde vive la familia de mi mujer, pero será una experiencia nueva. Voy ilusionado, con la idea de acostumbrarme, progresar y triunfar”, asegura Fernández, y pronto deja en claro que la ansiedad no atenta para esperar el viaje descontracturado. “A lo mejor al mes extraño, empiezo a moquear y me vuelvo”, dice, y lanza una carcajada. Su pareja es Martha Carolina Zapata, alejada de las pistas por estos días y con dedicación a tiempo completo para Ambar, la hija que tuvieron hace cinco meses. Ellas se sumarán en un par de semanas.
A los 26 años, a Mario se le abre una puerta que pocos se animan a atravesar. “Hace bastante que [el entrenador] Marcelo Sumpf me insistía que tenía físico para ir a correr allá. Me hizo contactos y además, yo hablé con algunos de mis colegas que estuvieron allá, como Francisco Corrales. Me gusta la idea. Cuando uno ve las carreras de allá por televisión o por Internet te dan ganas de ir; soñás hasta con llegar a participar de la Breeders’ Cup“, repasa el jockey, cuya vida cambió por completo en un puñado de años.
Fernández nació y creció en Pigüé, una ciudad bonaerense rodeada de sierras. Tardó dos décadas en abandonarla físicamente, pero siempre está pensando en regresar. Para más adelante suena firme la idea de postularse como intendente. “El turf me dio la oportunidad de conocer bastante y creo que hay mucho por hacer ahí. Tiene mucho turismo y se lo explota poco. No hay universidades y los chicos emigran pronto”, sostiene, casi como si estuviera en campaña política. Es uno de los pocos instantes de la entrevista en los que se pone serio.
“Me fui con el objetivo de crecer acá y ser un número uno. El año pasado pude comprarme mi casa en La Plata y traer a mi familia”, recuerda. Al lado de su padre, Enrique, aprendió a arreglar máquinas de coser y hacer trabajos de mecánica. Sus tres hermanas, todas mayores, siempre fueron sus compinches. Su madre, una compañía presente en todas sus etapas. “Nos va a mantener conectados la tecnología”, anticipa.
“No pasé por las cuadreras. A los 22 debuté en Tandil. Corrí muy poco antes de salir de la escuela de aprendices. Quise entrar a la de San Isidro y no me admitieron por la edad. Por suerte sí tuve lugar en la de La Plata. Me recibieron muy bien”, comenta Mario, que egresó en noviembre de 2008.
El caballo siempre estuvo presente en su vida, más allá de que en el círculo íntimo nadie estaba vinculado a la hípica. “Mi viejo montaba, pero se caía (ríe). Mi abuelo sí quiso ser jockey, pero no se animó por la velocidad. A los 6 años ya me habían comprado un petiso.”
No obstante, antes de desembarcar en los hipódromos probó suerte con el fútbol. “Hasta los 18 jugué en Deportivo Argentino de Pigüé. Era un lateral que le ponía voluntad, pero me daba cuenta que no iba a estar ahí mi futuro”, confiesa, orgulloso de haber participado de torneos internacionales. En Brasil, perdieron por penales en los cuartos de final en 2000.
El turf le está ofreciendo más alegrías, sin dudas. Su paso como aprendiz fue vertiginoso y no sintió la falta de montas cuando se graduó. Su legajo tiene como nombres propios a Ginóbili, el caballo con el que ganó por primera vez, en La Plata; a Gamuza Fina, con la que obtuvo los grandes premios Jorge de Atucha y Estrellas Juvenile Fillies, y a Don Pedal, el de su último éxito grande, el Estrellas Sprint, en junio.
“Ahora me espera otra etapa. Tengo confianza en mis condiciones y será cuestión de acostumbrarse. Por ahí, en poco tiempo tengo que aprender bien el inglés porque me quieren llevar a Nueva York o a California”, se entusiasma. Es un buen punto de partida.
LA NACION