04 Aug Africa en portugués
Por Andres Ruggeri y Karina Luchetti
Mozambique no es un destino frecuente para los turistas. A diferencia de otros países africanos –en especial la vecina y poderosa Sudáfrica–, no se destaca por sus parques naturales: el más importante de todos ellos, el de Gorongosa, aún no se ha recuperado de los estragos de la guerra civil, durante la cual los guerrilleros se alimentaron con sus elefantes. Pero tiene una línea costera con algunas de las más bellas playas del Indico y su capital, Maputo, es una ciudad en crecimiento y en vías de convertirse en una de las mayores del Africa austral.
El sur del país es la zona más accesible y donde mejor se puede disfrutar de las playas. Las comunicaciones han mejorado mucho en los últimos años, después de varias décadas de abandono y destrucción. La carretera principal, que recorre Mozambique de sur a norte, fue recientemente asfaltada a nuevo por empresas chinas, dando acceso a numerosos balnearios, tradicionales puertos de pescadores y archipiélagos fantásticos, plenos de arrecifes de coral y fauna marina. Todo en un océano brillante surcado por los antiguos y tradicionales dhows, los pequeños barcos a vela que no han cambiado desde los tiempos de Simbad el Marino.
Se fala portugues Para el viajero argentino, comunicarse con la gente es más fácil que en otros lugares de Africa. El portugués es la lengua colonial, aunque muchos hablan inglés por los turistas sudafricanos (que son la mayoría de los cultores de sus playas) y por la enorme cantidad de migrantes que trabajan o han trabajado en la fuerte economía del país vecino. Pero además se hablan 23 dialectos en el enorme territorio de 2000 kilómetros de largo, por lo que el portugués termina siendo la lingua franca que entienden todos.
Mozambique fue, junto con Angola, una de las colonias más importantes del imperio portugués en Africa. La ocupación portuguesa data del siglo XVI, pero durante siglos se limitó a las zonas costeras del norte y algunos enclaves comerciales, hasta que en la segunda mitad del siglo XIX –con el reparto del conjunto del continente por las demás potencias europeas– los portugueses avanzaron hacia el interior. Fue en ese momento cuando la capital de la colonia se trasladó al sur del país, y con ella el peso económico y político de la colonia. Los portugueses la llamaron Lourenço Marques.
La capital sigue estando allí, pero su nombre actual es Maputo. Hasta fines del siglo XIX la ocupación portuguesa se había centrado en una isla de la bahía donde se ubica la actual capital, sobre la costa del Indico, y posteriormente en un caserío alrededor de una fortaleza. La razón del traslado de la capital fue el crecimiento y expansión de la colonización europea (ingleses y boers, descendientes de holandeses) en Sudáfrica, especialmente a partir del comienzo de la explotación minera en la zona donde ahora se erige Johannesburgo. La salida de los minerales era más rápida a través del puerto de Lourenço Marques que por las ciudades sudafricanas, lo que provocó no sólo el desplazamiento de la administración portuguesa sino el rápido crecimiento de la capital.
Hoy, lejos de aquellos tiempos, Maputo sigue vinculada económicamente a la gran potencia económica de la región. Después de la independencia mozambiqueña, en 1975, el país fue gobernado por el movimiento que encabezó la lucha por la liberación, el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), que estableció un régimen socialista y debió enfrentar la guerrilla financiada por los racistas sudafricanos y una larga y cruenta guerra civil que duró hasta los acuerdos de paz de 1993. Las huellas de esa guerra todavía son visibles en todo el país y en la capital.
Sin embargo, Maputo es un destino que puede atraer al viajero. La ciudad combina las edificaciones suntuosas de la vieja capital colonial con los edificios de arquitectura soviética del período socialista, las construcciones nuevas de capitales chinos y una naturaleza exuberante que la rodea e invade. Como una metrópoli africana en crecimiento después de décadas de estancamiento y crisis, es una urbe dinámica e interesante.
Esquinas revolucionarias Caminar por las calles de una gran capital africana es toda una experiencia. Un ambiente colorido de comercio callejero; viejas estructuras coloniales que parecen venirse abajo junto a recientes y lujosos edificios que muestran el poder de la nueva burguesía; naturaleza que desborda el cerco de plazas y parques; mercados donde se ofrece medicina tradicional junto con baratijas chinas, herramientas, tarjetas de celular, comida, lo que sea. En el caso de Maputo, todo esto en medio de un paisaje urbano que a veces parece pujante y otras da la impresión de que la guerra civil terminó ayer y no hace casi 20 años.
Llaman la atención del visitante también los nombres de las calles. Carlos Marx, Vladimir Lenin y Mao Tse Tung son las principales arterias, junto con Eduardo Mondlane, el primer líder del Frelimo, asesinado antes de la independencia. Pero a pesar de poder cruzar la esquina de Carlos Marx y Mao Tse Tung, o Salvador Allende y Julius Nyerere, del socialismo no queda mucho más que los nombres de las calles. Aunque el partido gobernante es el mismo, el régimen económico está lejos de ser marxista: el comercio invade las calles de Maputo y las grandes empresas multinacionales están presentes como en cualquier otra parte del mundo. Sin embargo, el edificio más alto de la nueva Maputo es la Cámara de Comercio Chino-Mozambicana, con dos leones de estilo oriental adornando la entrada. Un nuevo y moderno shopping, enclavado en pleno centro, muestra el cambio de la economía y el surgimiento de una nueva clase con capacidad de consumo. Para el visitante, no obstante, lo más atractivo es el refugio que el aire acondicionado puede dar al sofocante clima del verano africano.
No se puede omitir en una visita a Maputo el Viejo Mercado, donde los campesinos de los alrededores y los pescadores artesanales venden a viva voz sus productos: frutas de todo tipo, muchas de ellas extrañas para nosotros, pescados del rico y variado océano Indico, verduras, especias y carnes de variados animales se ofrecen al comprador en una feria animada y multicolor situada en un viejo edificio de más de cien años de antigüedad.
Otro punto destacado de la ciudad es la estación de ferrocarril, construida por el famoso ingeniero francés Gustave Eiffel. Un enorme y bien conservado edificio de fines del siglo XIX, con toda la pompa de los entonces pujantes imperios coloniales europeos, era la cabecera del estratégico ferrocarril que traía el oro y los diamantes del Transvaal para ser transportados a Europa.
Los cambios políticos de los últimos tiempos se ven claramente en el devaluado Museo de la Revolución. Hay testimonios y reliquias del pasado revolucionario, fotos del líder de la independencia Samora Machel con Fidel Castro y un curioso cuadro donado por Corea del Norte, donde las multitudes africanas tienen cara de coreanos. La muestra termina abruptamente en 1986, el año en que Samora murió en un sospechoso accidente aéreo.
Navegando en dhow No se suele pensar en Africa como destino de playa, pero apenas saliendo de Maputo la ruta lleva directamente a la costa del Indico y a una serie de balnearios casi vírgenes de singular belleza. La mayoría de los lugares son visitados en grandes cantidades por sudafricanos que, con camionetas y botes neumáticos a cuestas, se distribuyen entre las playas de Xai Xai, Bilene, Inharrime, Inhambane, Tofu y Vilanculos. Desde este último lugar se puede visitar el paradisíaco archipiélago de Bazaruto, un parque natural a unos 15 kilómetros de la costa del continente, cuyas islas están rodeadas de arrecifes de coral.
En todas esas playas y pequeñas ciudades la actividad principal es la pesca, que los pobladores de-sempeñan desde hace centenares de años como recurso de supervivencia y comercio. En Tofu, uno de los lugares más frecuentados por los turistas, se suelen ver cuadrillas de pescadores con amplias redes, pero también con arpones y hasta largas lanzas que usan para atrapar peces de todo tipo, langostas gigantescas y mariscos diversos, a veces en las mismas playas, con el agua hasta las rodillas.
Las más interesantes son Bilene, Tofu y Vilanculos. Bilene, sólo 150 kilómetros al norte de Maputo, es una pileta natural formada por un brazo de mar, protegida del océano abierto por una lonja de arena. Tofu, ya unos 400 kilómetros hacia el norte, está en la península de Inhambane, a la que se puede llegar por tierra por una ruta en bastante mal estado, o desde la ruta troncal que pasa por Maxixe, del otro lado de la bahía. Desde allí se cruza en unos 40 minutos en un vetusto transbordador, en lancha o incluso en dhow. Inhambane es una interesante ciudad, anteriormente un centro colonial importante, con una fuerte comunidad árabe de comerciantes instalados allí desde hace siglos. Toda la costa oriental del Indico fue, durante largo tiempo, el circuito privilegiado del comercio ultramarino de árabes e indios antes de que todo fuera dominado por las potencias europeas.
Ya a más de 600 kilómetros de Maputo está Vilanculos, una ciudad que da acceso al archipiélago de Bazaruto. La excursión a Bazaruto se puede hacer en el día, visitando algunas de las islas, o permanecer allí el tiempo que se quiera, pues hay comunicación permanente con la costa. Pero aunque se vaya y vuelva en una jornada, es una ocasión para hacer un viaje en dhow, el típico barco en que los árabes y swahilis recorrieron estas costas durante cientos de años. Navegar en estos veleros de una sola vela latina, muchas veces sin motor, con una tripulación de un “capitán” y un grumete, es una forma de volver a sentir el ambiente marino de muchos siglos atrás. Mozambique es un país para descubrir, en un continente que todavía suena exótico y salvaje, sólo un poco más allá de la muy visitada Sudáfrica.
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