Un paseo por lo mejor del arte italiano, de Rafael a Tiziano

Un paseo por lo mejor del arte italiano, de Rafael a Tiziano

Por Maria Elena Polack
“Nunca pensé que iba a tener la posibilidad de trabajar con estas obras. Me sorprendí al indicar dónde ubicar a Rafael o por qué había que mover un cuadro de lugar”, contó sin salir de su propio asombro el curador Angel Navarro al recorrer Meraviglie dalle Marche, la muestra de 600 años de pintura italiana.
El Museo Nacional de Arte Decorativo albergará desde pasado mañana y hasta el 30 de septiembre próximo un conjunto de 43 obras de 15 museos de la región de Las Marcas que recorre lo más destacado de 600 años de pintura italiana.
Recorrer la delicada exposición, montada con mucho cuidado, ya que no pueden tocarse las paredes de las salas, e iluminada de manera que la grandiosidad de las obras no compita con las formidables salas del Palacio Errázuriz, es una experiencia sorprendente, ya que se encuentran grandes obras de los más notables artistas italianos. Si hacer una mención económica puede servir para dar una dimensión de la excelencia, valga contar que los costos de seguros y transporte de las obras supera los 600.000 euros. La exhibición está organizada por Artifex (compañía de eventos culturales); tiene el patrocinio de Hope Funds, empresa argentina de inversiones, y el apoyo del Museo Nacional de Arte Decorativo.
Del gótico internacional al esplendor del Renacimiento. Esa podría ser la definición de estilo de la muestra que permite observar la evolución de los maestros: el manejo de las perspectivas, el alargamiento de las imágenes humanas, el cambio de los colores, la introducción de la naturaleza muerta y el uso de sombras y nubes como símbolo del más allá, del mensaje divino a los seres terrenales. Es que, básicamente, la pintura de la época que compendia Meraviglie dalle Marche es religiosa.
Si bien las 43 obras son indiscutibles, hay algunas verdaderas joyas para observar la evolución plástica. El recorrido está indicado para comenzar con la etapa gótica internacional que va a tener vigencia en el siglo XV. Una parte de una gran predela de un altar brinda una idea avanzada de perspectiva y de introducción del paisaje en la pintura.
Santa Catalina de Alejandría, de Rafael Sazio, conmueve por el modo en que el gran maestro trabaja el rostro y las manos de la figura en pátina marmolada de principios de 1500. Rafael muere el 6 de abril de 1520, fecha considerada por los expertos como el fin del Alto Renacimiento y el comienzo del arte manierista.
“Suceden muchas cosas interesantes en el siglo XVI. Los artistas trabajan oponiéndose a las normas anteriores a esa época. Se empieza a experimentar con formas y surge un conflicto entre la Iglesia y las transgresiones artísticas. Las figuras humanas se alargan, cambian los colores que se destiñen hasta perder el sentido de la realidad. Las pieles son translúcidas, como de cera, y las miradas son displicentes”, explica Navarro, mientras señala, por ejemplo, a Virgen con el Niño y santos, de Lorenzo Lotto.
La sala del siglo XVII tiene obras vinculadas con Caravaggio, ese original maestro de la luz. Orazio Lomi, conocido como Gentileschi, deslumbra con La Virgen del Rosario, mientras Giovanni Francesco Guerrieri incursiona en la naturaleza muerta en Magdalena penitente.
Muy curiosa resulta Traslación de la Santa Casa, de Joseph Heintz el Joven, que interpreta la mudanza de la casa de Belén a Roma que hacen los ángeles, entre las luchas humanas y la protección de la Virgen.
Aunque de origen flamenco, Pieter Paul Rubens deslumbra con el enorme tapiz la Asunción de la Virgen, que deja sin adjetivos al visitante. Rubens vivió en Italia e hizo obras destacadas para la Iglesia, gracias a la influencia del duque de Mantua.
Para llegar más al fondo de la exposición, habrá un ciclo especial de 10 conferencias de historiadores del arte durante estos tres meses
LA NACION