07 Jul Prometeo: Ridley Scott y un viaje de regreso a los orígenes
Por Marcelo Stiletano
En tiempos antiguos, los griegos comenzaron a hacerse preguntas sobre el origen de la humanidad a través del mito de Prometeo, aquel hijo de Titanes que se animó a entrar sin autorización en la morada de los dioses para robarles el fuego y las artes y desatar así para siempre la ira de Zeus contra él y contra todo el género humano a partir de ese momento.
En los albores del siglo XXI, con la ayuda del más vanguardista apoyo tecnológico que el cine pueda ofrecer en una producción de 200 millones de dólares, pero sin perder de vista una inconfundible impronta clásica, Ridley Scott retrocede en el tiempo y a la vez decide regresar, después de tres décadas, a la ciencia ficción y al futuro para plantearse interrogantes parecidos.
El nombre mentado en los mitos griegos será al mismo tiempo el ancla, la brújula y el horizonte de una de las películas más ambiciosas de 2012. Prometeo ( Prometheus ) -cuyo estreno anuncia Fox para el próximo jueves- es el título del nuevo film de Ridley Scott, y a la vez de la nave espacial que llevará al espectador a una doble travesía por el espacio y por el tiempo.
Con esta producción rodada en imponentes escenarios naturales de Escocia e Islandia, Scott explora buena parte de lo que en 1979 construyó a través de Alien, el octavo pasajero -desde entonces, y hasta hoy, uno de los títulos más influyentes y decisivos del cine de ciencia ficción- y, con el mismo espíritu, se propone reinventar desde la pantalla ciertos mundos futuristas en un recorrido con visibles referencias que van desde 2001, Odisea del espacio hasta Avatar .
Asociación libre
Con todo, un cauteloso Scott se encargó en los días previos al estreno de Prometeo -extendido en casi 40 países a lo largo de las próximas dos semanas- de aclarar a quien quisiera escucharlo que las conexiones entre su nuevo film y Alien deben interpretarse de un modo muy libre y flexible
Después de cinco secuelas y una serie de productos derivados de las películas, Scott no está de acuerdo con identificar a Prometeo como una pura y estricta precuela de Alien, el octavo pasajero , por más que en este film transcurre en su mayor tiempo -como aquél- dentro de una nave espacial, con una científica (Noomi Rapace, precursora del personaje de Sigourney Weaver) enfrentada a criaturas de aspecto horripilante y tremenda capacidad destructiva. Son las mismas que aparecieron por primera vez en la película de 1979, inspiradas en los diseños originales de H. R. Giger, cuya influencia en el género de allí en más resultó extraordinaria.
Con todo, Scott prefiere tomar distancia de inevitables asociaciones con un pasado y un género al que vuelve luego de tres décadas y prefiere sugerir que Prometeo inaugura una “nueva y grandiosa mitología”, cuya inspiración -según declaró a The New York Times- coincide con las grandes preguntas que se hace la ciencia en estos días acerca de las posibilidades de encontrar vida fuera de la Tierra. Cuenta el diario neoyorquino que el cineasta parece haberse interesado mucho en las investigaciones que, en tal sentido, apuntan a las arenas marcianas y a los océanos congelados que cubren la superficie de Europa, uno de los satélites de Júpiter.
Pero las más rigurosas fuentes científicas no son el único estímulo del realizador de Gladiador , para quien “tiene mucho sentido” la supuesta evidencia arqueológica de la presencia de extraterrestres en algunas ruinas precolombinas halladas en Perú, tal como se relata en Recuerdos del futuro (1968), documental que trasladó al cine el best seller de Erich von Daniken.
El valor de un mito
Con estas premisas, Scott retomó algunos de los temas de sus anteriores incursiones en la ciencia ficción, enriquecidas ahora a partir de una reelaboración para el cine del mito prometeico y sus derivaciones. Sobre todo, porque en el relato de los griegos, la traición de Prometeo al mandato de los dioses determina el final de la edad de oro (equivalente al paraíso original de los cristianos) y el comienzo de una etapa de castigos y sufrimientos, la llamada edad de hierro. En ese tránsito, como sugiere el ensayista y filósofo francés Luc Ferry ( La sabiduría de los mitos ) se impone la necesidad de plantear el origen de la existencia humana. “Es imposible reflexionar acerca de la sabiduría de los mortales sin tomar en cuenta su situación única dentro del cosmos, aunque a primera vista fuera desastrosa”, señala Ferry.
De esa premisa partió Damon Lindelof, uno de los artífices de Lost , para elaborar el argumento de Prometeo . Un punto de partida que, en su mirada, es el mismo de toda la ciencia ficción en su conjunto: aquí, el sencillo hecho de plantearse las preguntas resulta más activo, poderoso y movilizador que cualquier respuesta posible. Se lo dijo a The New York Times: “Aquí lo más importante es no ser pretencioso y sí consciente de que una película debe entretener y emocionar al público. No tiene sentido quedarse con la visión de un grupo de personas sentadas en círculo discutiendo entre ellas sobre el sentido de la vida”.
El paraíso perdido
En línea, precisamente, con esas consideraciones ligadas al mito prometeico y sus connotaciones posteriores, Scott llegó a imaginar durante la primera etapa de la larga preproducción que el film podría llamarse Alien: Paradise , denominación que se conectaría en forma cabal y directa con la serie completa iniciada en 1979. En aquel borrador, la idea de colocar el término Alien en el título pesaba más en Scott que recurrir a Tumbas de los dioses , otra opción temprana que se discutía entre el realizador y sus colaboradores más cercanos.
“Había pensado en Alien: Paradise porque se asociaba directamente con nuestra idea de paraíso. Hablar de paraíso nos lleva a hablar de religión, y religión quiere decir Dios, y Dios es el creador de todos nosotros y de lo que nos rodea, y así sucesivamente…”, señaló Scott, que renunció a esa idea originaria, pero no dejó de subrayarla en alguno de las señas particulares que -según se anticipa- constituyen al personaje central del film, la científica Elizabeth Shaw. Su intérprete es la actriz sueca que llamó la atención de Hollywood luego de encarnar en la versión escandinava de la trilogía Millennium , de Stieg Larsson, a Lisbeth Salander. Con su presencia central en la película de Scott, Rapace se afirma en un camino iniciado con otra secuela, en este caso la de Sherlock Holmes , junto a Robert Downey, Jr. y Jude Law.
El personaje de Rapace viaja en el futuro (estamos en 2089) hacia un lejano planeta con la idea de esclarecer los interrogantes que unas antiguas pinturas rupestres halladas previamente en un inaccesible paraje escocés dejaban abiertos en relación con el misterio del origen del género humano.
Junto a Rapace, el elenco central de la expedición (y del film propiamente dicho) también permite jugar con las reminiscencias. Un personaje clave es el de Michael Fassbender, que interpreta a un androide cuyo inquietante conducta remite directamente a los “replicantes” de Blade Runner . También aparecen Charlize Theron, Guy Pearce (representante de una poderosa empresa de alcances galácticos empeñada en sostener financieramente el proyecto), Idris Elba y Logan Marshall-Green.
La complejidad del futuro expuesto en Prometeo no le impide al incansable Scott pensar en su propio futuro, pletórico de planes. A los 74 años, trabaja como productor y director en al menos media docena de proyectos, entre los cuales se destaca una posible (y muy esperada) secuela de Blade Runner, como se cuenta por separado. Otro regreso simultáneo al pasado y al futuro.
LA NACION