Las arenas de Francia

Las arenas de Francia

Por Tomás Natiello
Francia es un país de enormes atractivos. Aún así, como ocurre en muchos casos, es normal que la industria de los viajes se concentre sólo en unos pocos puntos. París, claro está; Niza y Marsella en la Costa Azul; y algunos centros de esquí en los Alpes pareciera que bastan para disfrutar lo mejor del país. Pero para el viajero con mayor curiosidad, Francia tiene muchísimo más para ofrecer.
En esta época, cuando el verano boreal se acerca, es un buen momento para explorar otras playas en regiones tan diversas como Bretaña o Córcega. Probablemente no se hará un viaje hasta las antiguas Galias solo para visitar una pequeña franja de arena de algunos kilómetros, pero vale la pena ampliar el menú y saber que siempre hay un nuevo destino por descubrir. Y cuando la oferta se agranda, también lo hacen las posibilidades de encontrar el sitio o el producto que mejor se ajusta a los intereses de cada uno. Ya sea que se viaje en familia, que se busque el mejor spot para surfear o que se pretenda dar con ese pequeño sitio desierto en la superpoblada Europa. Aquí, algunas de las numerosas alternativas.

Porto-Pollo,Córcega
La isla donde nació Napoleón es un paraíso para el buceo, la navegación y, por supuesto, para los amantes de las playas. La combinación entre las verdes colinas, las granjas de los alrededores, la piedra volcánica y el mar tan azul como pueda imaginarse dan el marco perfecto para que surjan esas playas tan breves como atractivas. Algunas como Propriano y Bonifacio, en el sur de la isla, se han vuelto clásicos conocidos. Pero entre ambas hay una larga herradura de arenas tan blancas como las de Seychelles que vale la pena ver. Se trata de Porto Pollo. Allí, junto a la playa, se pueden conseguir alojamientos salidos de una vieja película europea como el Hôtel Les Eucalyptus, con vista al mar, y detalles como una clásica cancha de petanque, tradicional juego de pelota del sur de Francia.

Baie d’Audierne,Bretaña
Ubicada en la costa oeste del Cabo de Finisterre, Baie d’Audierne ofrece nada menos que 30 kilómetros de playas, historia y múltiples opciones para el relax o el deporte. Esto se puede verificar en el ambiente familiar de balnearios como Pors Carn; y frente a las olas furiosas de Océano Atlántico que seducen a los surfers en Pointe de la Torche. Justamente allí es posible descubrir la densidad histórica de la región visitando las ruinas de un búnker alemán de la Segunda Guerra que se superponen sobre los restos de una tumba neolítica.

Plage de Ménéham,Bretaña
También en Bretaña, las playas de Ménéham y Neis Vran aparecen como sitios perfectos para quien no busca más que la belleza de la costa. No hay grandes hoteles, al contrario, es un sitio frecuentado por campers, motorhomes y acampantes, que en Europa son categorías que abarcan todas las clases sociales y edades. Lo que congrega a este tipo de viajeros en la región es que no se cobra la estadía en el lugar y es el mejor sitio para disfrutar de cuevas rocosas que se alternan con playas desiertas de arena blanca.

Côte Sauvage,Poitou-Charentes
Como su nombre anticipa, se trata de un lugar inesperadamente virgen en un país con siglos de historia y varias decenas de millones de habitantes. Quizás esto se deba a que para llegar a esta faja de costa inmaculada hay que tomarse el trabajo de caminar al menos 15 minutos para atravesar el Forêt de la Coubre, un pinar que se ve desde la ruta D25 entre Ronce-les-Bains y La Palmyre. Para alojarse, el sitio de referencia es la pequeña ciudad de Royan, donde habrá que comprar todo lo necesario para el día de playa, porque en Côte Sauvage no hay ninguna clase de negocio a la vista.

Argelès Plage,Languedoc-Roussillon
El nombre de la región remite inexorablemente a sus tesoros más preciados: los viñedos de donde provienen un tercio de los vinos franceses, desde sencillos vins de pays hasta delicados espumosos como los blanquettes de Limoux. Con esto en mente, las pequeñas playas mediterráneas del Languedoc se vuelven más atractivas aún. Con los Pirineos de fondo, sitios como Argelès Plage ofrecen una alternativa tranquila en el sur del país. Son apenas ocho kilómetros de arenas doradas y aguas cristalinas. No suelen abarrotarse de gente y, cuando esto ocurre, es apenas por lo que dura algún fin de semana largo. El paraje es prolijo, sin lujos pero muy acogedor. Y en las inmediaciones, además de excelentes bodegas para visitar, hay una gran variedad de hoteles de diversos niveles y precios.
EL CRONISTA