El testamento de Havel

El testamento de Havel

Por Pablo De Vita
na artera jugarreta del destino hizo que la última aparición pública de Václav Havel fuera silenciosa. Al saludar al Dalái Lama, invitado para una conferencia en el Palacio de los Congresos de la capital checa, sólo pudo susurrar unas pocas palabras. Ya estaba muy débil por el cáncer de pulmón y por afecciones respiratorias que lo aquejaban desde los duros años de prisión. Havel murió mientras dormía, una semana después de ese encuentro. Voz de los perseguidos en tiempos del comunismo, último presidente de Checoslovaquia y primero de la República Checa, escritor, dramaturgo e incluso cineasta, Havel fue, ante todo, un visionario, con un legado tan inabarcable como su profusa producción intelectual. En su autobiografía, Sea breve, por favor , revela su perplejidad ante el sitial en el que lo puso la historia:
A veces también soy consciente de lo absolutamente increíble en mi destino. Y hasta dejo de entender mi vida. Incluso me imagino como una especie de pequeño error de la historia. ¿Cómo pudo pasar que yo -precisamente yo- me encontrara en el epicentro de unos acontecimientos tan importantes que marcarían el futuro de muchas naciones y de millones de personas? A veces pienso que estoy soñando mi vida y que en un momento dado me despertaré de todo esto.
Havel nunca se consideró un político tradicional y sí un ciudadano políticamente activo, que aceptó la función presidencial para no desilusionar a los que habían creído en él. El 20 de septiembre de 2002, cuando faltaban meses para finalizar su mandato en el Castillo de Praga, en un discurso para graduados universitarios en Nueva York, publicado luego con el título “Václav Havel: el dramaturgo como Presidente”, reflexionaba:
Se acerca la época en que aquellos que me rodean, el mundo y mi propia conciencia ya no me preguntarán cuáles son mis ideales, ni me preguntarán qué deseo cumplir y cómo quiero cambiar el mundo, sino que comenzarán a preguntarme qué he logrado, qué ideales he cumplido y cuáles fueron los resultados, cómo quiero que sea mi legado y qué clase de mundo quiero dejar detrás de mí.
Los funerales de Estado realizados en Praga combinaron la solemnidad de los líderes mundiales con el fervor de miles de personas que despidieron al líder de la Revolución de Terciopelo, que acabó con el comunismo en Checoslovaquia sin disparar un solo tiro.
Havel nació en una familia de enorme influencia intelectual. Su tío Milo? fundó los estudios cinematográficos de Barandov y era un próspero empresario cinematográfico; Václav Havel padre, de profesión ingeniero de construcciones, en 1948, al nacionalizarse todas las empresas familiares, se convirtió en un modesto empleado. El abuelo del escritor había edificado el imponente palacio Lucerna, en el centro de Praga, donde se encuentra el cine más antiguo de la ciudad, aún en actividad. Allí el ex presidente checo estrenó su única película como director, La partida , hace alrededor de un año. Hace muy pocos días, la Academia de Cine Checo le otorgó a este film el premio al mejor guión.
De acuerdo con los dictados del Partido Comunista, siendo muy joven Havel tuvo inconvenientes para poder graduarse en la Facultad de Economía de la Universidad Politécnica Checa. Se le objetaba su “origen burgués”. Al promediar los años 60 ingresó en la Academia de Artes Escénicas como estudiante de asesoría teatral. Al mismo tiempo, colaboraba en el Teatro de la Balaustrada (Divadlo Na Zábradlí), donde estrenó varias de sus obras más famosas, entre ellas Una fiesta en el jardín (1963), que le ganó su fama como dramaturgo, y El comunicado (1965). Son ácidos desafíos al régimen comunista, herederos de la tradición satírica y moral que comenzó a desarrollarse en Bohemia hacia 1320, con la diferencia de que en aquel tiempo la temática era acorde al clima místico de la época de Karel IV.
En la dramaturgia de Havel la relación del hombre con el sistema social y político es fundamental. La pieza que lo convirtió en un referente teatral de la escena europea presenta la historia de un joven que mediante una adaptabilidad sin precedentes logra un rápido ascenso, que lo coloca en una posición por encima de sus aptitudes, aunque al terrible precio de perder su identidad. El comunicado es definitivamente deslumbrante. Transcurre en una oficina sumergida en la burocracia, donde la lengua oficial, llamada “ptydepe”, ante el desconcierto general, es reemplazada por la “churokur”. Nadie llega a conocer la primera y mucho menos a dominar la segunda. Lo cotidiano es reemplazado por un discurso despersonalizado, en un universo codificado donde los profesionales (de las especialidades más delirantes) siempre dan respuestas. aunque no necesariamente se corresponden con las preguntas que se les hacen. Estos personajes de moral vacua pueden encontrarse también en otras obras del autor, como Una mariposa en la antena (1968), La creciente dificultad de concentración (1969), La audiencia (1972), La inauguración (1975), Ópera de los mendigos (1975), Largo desolato (1984) y La tentación (1985), trabajos en los que reflexiona sobre la desintegración del hombre y su responsabilidad en el devenir del mundo.
A comienzos de los años 60 Havel sólo era conocido en pequeños círculos intelectuales checos que se encontraban en los márgenes de la propaganda oficial, como la revista Kveten , fundada por el poeta Karel ?iktanc, donde publicó sus primeros trabajos. También se lo conocía por los discursos críticos que pronunció en la Unión de Escritores Checoslovacos y que le significaron el primer veto del Partido Comunista: fue eliminado de la lista de candidatos al Comité Central. “El mundo de la literatura oficial me era ajeno, no me interesaba y me burlaba de él; participar de los acontecimientos de la mesa de Kolái en el café Slavia me parecía cien veces más importante que publicar”, escribe en Interrogatorio a distancia .
En 1975 Checoslovaquia había firmado la Declaración de Helsinki sobre Seguridad y Cooperación, para asegurar los derechos humanos y civiles. Poco tiempo después el grupo de rock checo Plastic People of the Universe fue condenado por un tribunal, con el pretexto de que su lenguaje era procaz. Ya había sido aplastada por los rusos la Primavera de Praga, de 1968, y el país estaba en pleno “período de normalización”, lo que implicaba volver a la etapa anterior a las reformas. Al encontrarse prohibida la oposición organizada, la juventud disidente se concentró en el rock. Las autoridades lo prohibieron. Havel envió una nota al escritor alemán Heinrich Böll, de gran prestigio y popularidad y ganador del Premio Nobel un par de años atrás, para pedirle su solidaridad con los jóvenes checos.
Contra aquel fallo judicial protestaron importantes intelectuales. Ellos crearon una agrupación para reclamar el respeto a las garantías individuales. Se denominó Carta 77 (por su primer documento, fechado un 1° de enero de 1977) y tenía tres portavoces ante la opinión pública: el filósofo Jan Patocka, el ex ministro de Asuntos Exteriores Jirí Hájek y Havel, que desde ese momento y hasta la caída del comunismo pasó por todas las etapas posibles del encarcelamiento: prisión preventiva, prisión condicional, arresto domiciliario y prisión incondicional por subversión. La más conocida de esas etapas es la que se desarrolló entre junio de 1979 y marzo de 1983, gracias a las cartas que envió desde la cárcel a su primera esposa, Olga Havlová, recopiladas en el libro Cartas a Olga . Allí plantea algunos temas constantes de su pensamiento, como la identidad y el lenguaje.
Al tener la necesidad de sortear la férrea censura para que las cartas llegaran a manos de Olga (y circularan clandestinamente entre los disidentes), su redacción debía evitar temas prohibidos. “No tardé en comprobar que las cartas redactadas de manera clara no pasaban la censura, que era necesario expresarse de forma retorcida y confusa. Me acostumbré a escribir frases larguísimas llenas de formulaciones complicadas (hablando, por ejemplo, del ?régimen’, tenía que decir algo así como ?el aparente entorno social del no-yo’)”, explica el autor en el prólogo. Conmueve recordar el homenaje organizado por el festival teatral de Aviñón en 1982, Una noche con Havel , en el que participaron, entre otros, Samuel Beckett y Arthur Miller y que duró desde las diez de la noche (la hora en que Havel se acostaba en su celda) hasta las cuatro de la mañana, la hora en que era despertado para comenzar con la rutina de trabajos forzados.
Cartas a Olga es un valioso testimonio del sentir de un hombre ante la realidad de su tiempo. Se develan allí las obsesiones, miedos y esperanzas de quien carece de un destino claro en el horizonte, junto con el relato de diferentes padeceres cotidianos y problemas de salud. En la única carta semanal que se le autoriza a enviar reflexiona sobre su vida y también acerca de la literatura, el teatro, la televisión y, aun, los sueños: “Sueño mucho. Hoy, por ejemplo, he soñado con Milo? Forman. Estuve en Estados Unidos rodando una película con él. Milo? me persigue terriblemente en sueños” (carta 17, 31 de diciembre de 1979).
Havel participó en varias películas, como Kazdy mlady muz , la ópera prima de Pavel Jurá?ek que también supuso el primer papel de importancia para el gran actor checo Pavel Landovský. El veterano intérprete de Marketa Lazarová de Franti?ek Vlá?il, la mejor película checa de todos los tiempos según los críticos de ese país, compartía una escena con Havel, que tiene un pequeño papel como paciente de un hospital. También intervino en el documental Ein Anlaß zum Sprechen, retrato del renovador nuevo cine checo de los años 60 que incluye a Milo? Forman, V?ra Chytilová, Jaromil Jire?, Ji?í Menzel e Ivan Passer en los pasillos de la Escuela de Cine FAMU. El director de ese documental fue Haro Senft, uno de los fundadores del Nuevo Cine Alemán, galardonado recientemente en el Festival de Berlín. En los años 60, 70 y 80, el prestigio de Havel cruzó las fronteras de su patria. En la República Federal de Alemania se exhibió por televisión una puesta de la obra Una fiesta en el jardín , y más adelante, la televisión inglesa y la alemana emitieron El comunicado. Directores como Kaspar Rostrup, Jean-Louis Comolli y Ji?í ?i?ka llevaron a la escena diversos textos de Havel en Dinamarca, Francia y Estados Unidos.
Pero el verdadero furor por Havel comenzó a partir de la caída del comunismo, cuando se produjo una explosión del género documental en Checoslovaquia, con films en los que a menudo Havel apareció como figura principal, ya no como actor, sino como protagonista político: había alcanzado la presidencia de la nación. Entre esos films se destacan Why Havel? (del experimentado director de Un día, un gato, Vojt?ch Jasný y con Milo? Forman como narrador); Vaclav Havel, un destino bohemio , de Iván Filá, y trabajos con firmas de Juraj Herz, Olga Spatová y Jan N?mec, en los que se pone de relieve su figura.
Impacta de manera rotunda Citizen Havel , la realización de Pavel Koutecký y Miroslav Janek que sigue los pasos de Havel durante su segunda presidencia en la República Checa. La película, backstage del rol presidencial, sólo fue exhibida después de que él dejó el poder y es la aproximación certera al literato que se plantea el desafío colectivo, pero también la mirada íntima a la construcción de un líder político. En la austeridad de su despacho y en la magnificencia del Castillo de Praga, Havel debe asumir su rol de figura insoslayable y enfrentar el curso de la política cotidiana y los resabios del autoritarismo. Miembros del Partido Republicano, formación política de extrema derecha, impugnan su elección como presidente, indignados por la independencia de Eslovaquia, que Havel había consentido con grandeza. Lo acusan de autócrata, fantasma, megalómano, artista neurótico, y afirman: “Hemos elegido una vez a Václav Havel y fue el fin de nuestra amada Checoslovaquia. Elegirlo de nuevo será el fin del pueblo checo”.
La película también muestra la relación con su esposa Olga Havlová. Se ve cómo, ante el fallecimiento de ella, Havel mira desde unas ventanas la fila de ciudadanos que se acercan durante el velatorio. O cuando se coloca al frente de las tareas de rescate en una de las muchas y devastadoras inundaciones que afectaron a Praga.
Estrenado en 2008 en Praga (allí lo vio este cronista en el cine Sv?tozor, ubicado en el centro de la ciudad), el documental llevaba meses en cartel con localidades agotadas. Incluso había una función diaria con subtítulos en inglés para extranjeros y era notable la presencia constante de jóvenes checos que colmaban ese reducto dedicado al cine arte, interesados en conocer el pasado y cultivar el gusto por el buen cine. Durante una segunda visita, dos años después, nos enteramos de que Havel estaba adaptando su última obra teatral, La partida , para el cine. Los canales de televisión y la prensa gráfica reflejaban el acontecimiento del que, empero, no se conocían muchas precisiones. “A mí no me preocupa si la película parece más cine o más teatro, yo la hice tal y como pensaba que debía hacerla y tal como la sentía. El resultado, si es teatro o cine, deben decidirlo los críticos, se lo dejo a ellos”, dijo Havel por la televisión checa al estrenarse su ópera prima, en marzo de 2011. En efecto, el resultado dividió a la crítica cinematográfica de su país. Algunos la consideraron un necesario testimonio de su formulación teatral y otros la redujeron al calificativo de “teatro filmado”.
Havel escribió el texto en 2003, poco después de dejar la presidencia. El personaje de Vilem Rieger, encarnado por el notable actor Josef Abraham, es un canciller que cae en desgracia y debe abandonar el poder y también una fastuosa residencia propiedad del gobierno. En su degradación, el nuevo premier le ofrece como trabajo “asesorar al asesor” ( sic ) de su gobierno. Le prometen que le conseguirán otra vivienda, pero le ordenan que desaloje rápido la actual, porque el nuevo hombre fuerte tiene la intención de convertir la señorial residencia en un club de strippers .
En su versión teatral, estrenada en Praga en 2008, La partida fue un rotundo éxito. Es la mirada amarga sobre un contexto político corrupto que, en lugar de buscar la libertad del individuo, se preocupa exclusivamente por sus intereses personales. Rodada en ?eská Skalice, una pequeña ciudad al noreste de Praga, contó con la actriz Dagmar Havlová, segunda esposa del escritor, como protagonista.
Havel, en una columna publicada por La Nacion hace una década, describía su vida como la experiencia de un hombre que padeció cuarenta años de régimen comunista y, antes, la ocupación nazi. Rescataba la experiencia de haber vivido en un país del centro del continente, un lugar que durante siglos fue “encrucijada de las corrientes espirituales, los intereses geopolíticos y la confrontaciones en Europa”. Václav Havel honró esa tradición: como artista e intelectual que llegó a dirigir los destinos de su país, fue capaz de insuflar esperanza a su pueblo. Por eso una multitud nunca antes vista en Praga se congregó para despedir sus restos. En el país que había ayudado a liberar, Havel fue despedido con honores.
LA NACION