06 Jun Remedio para la melancolía dominical
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Por Ignacio Andrés Amarillo
Las nubes reinaron en la jornada dominical en la que se celebró la Copa Utta, organizada por el sindicato del personal turfístico a toda orquesta, en el Hipódromo de Las Flores. Para las 18, tal como estaba anunciado, y mientras comenzaba a refrescar conforme atardecía, ya había terminado la faena de los pingos y la elección de la Reina del Turf. Así, a esa altura el vocinglero animador anunció “en instantes” la presencia del artista elegido para dar cierre a la fiesta.
Y en menos de lo que habitualmente significa “en instantes”, Gabriel Fernández Capello se apersonó sobre el escenario, delgado como en los últimos tiempos, de jeans oscuros, camisa clara, guantes de cuero (que se sacaría para tocar la guitarra) pulóver negro (que eventualmente abandonaría) y saco sport (quizás el mismo que usó en la gráfica de difusión).
A toda orquesta
“Ya no te quiero” abrió la lista de temas, inmediatamente seguida de “Cobarde”. Mano en el bolsillo, el pelo algo parado y “peinado a los cachetazos” y una sonrisa permanente (que demostró su buen humor en la jornada), tripuló a su ajustada banda en “Viento”, para seguir con un mid tempo similar de la mano de “El pacto”, con esas guitarras a lo western spaghetti, y algún solo para que se luzca Martín García Reinoso en la guitarra (escoltado por Juan Pablo Di Saverio en la otra eléctrica, también con algún pasaje en solitario, y Gonzalo Córdoba en la acústica, y por el eficiente Daniel Castro en el bajo).
De ahí, Vicentico pasó a “Bajando la calle”, una canción oscura, con cierto sabor a algunas creaciones del Indio Solari. Pero a continuación saltó a la luminosa “Luca”, homenaje al calvo italiano fundador de Sumo. Pegada vino “El rey del rock and roll”.
Melódico
A los 30 minutos de show el vocalista pronunció un “hola, buenas noches, buenas tardes” y destacó el honor y el placer de estar tocando en la ocasión. “Muchas gracias por la invitación a tocar, muchas gracias por escuchar juntos hoy. Para nosotros es como cada concierto, un momento único”. “No sé si quieren que compartamos algunas canciones; los señores músicos se fueron”.
“Cállese la boca”, chistó, como quien chumba a un perro, a los que pedían temas específicos o gritaban cosas irrelevantes (como “¡aguante Santa Fe!” o “¡Bichi!”, en relación a la presencia del ídolo sabalero Esteban Oscar Fuertes). Sólo con su guitarra acústica, Fernández Capello entonó las estrofas de “Siguiendo la luna”, de Los Fabulosos Cadillacs, acompañado en los coros por la multitud.
A continuación, acompañado por la elegancia pianística de Sufián Cantilo (también director musical), cantó “Algo contigo”, de Chico Novarro, una de las muestras de la fascinación de Vicentico por el género melódico.
Manos arriba
Ya con los músicos de vuelta, llegó su versión de“Paisaje”, a estas alturas tan popular como la de Miriam Alejandra Bianchi (entronizada como Gilda en el alma popular). El setlist siguió con “Si me dejan”, antes de entrar en comunión con el público en “Las manos”, con centenares de manos arriba.
Destacó el cantante la presencia del baterista Daniel Buira (ex Piojo y director de La Chilinga), definiéndolo como “una bestia”, y Alfredo Martelli en la percusión. Ahí vinieron los solos percusivos de cada uno, con Vicentico cubriéndolo a Buira en la batería (facilitado por el hecho de que ambos son zurdos). Martelli se lució en timbaletas y accesorios, y Buira arremetió más tarde especialmente sobre las congas.
Sobre la misma canción, destacando el espacio que necesitan los músicos para expresarse, hablando de la gente buena que nombra la letra como la que se junta a escuchar música, y saludando al espíritu rebelde que baja todas las noches, encaró un medley con “Hasta siempre”, la guajira que Carlos Puebla le compusiera al Che Guevara, para volver y terminar la canción.
De ahí la banda volvió a las canciones de “Sólo un momento” con “Morir a tu lado” y su ritmo entre dance y tribunero. Ese fue el momento en el que el Cadillac anunció la última canción de la noche, repitió las gracias del caso, y le entró a “Sólo un momento”, hit homónimo de su último disco de estudio.
Cuerpos y gargantas
La huida del escenario fue total, pero de todos modos se esperaban los bises y el artista cumplió, llevando el show a la cúspide y calentando el ya decididamente frío anochecer con “Tiburón”, invitaciones a la danza incluidas: “compartamos el poco tiempo que nos queda dando todo de nosotros, de nuestros cuerpos”.
“Tenemos un problemita que la persona que canta esta canción conmigo… patapúfete (sic)”, fue el argumento para invitar a los presentes a cantar en “Vasos vacíos” las partes de Celia Cruz (en una versión de ritmo lento y cadencioso).
La danza se puso más cumbiera al compás de “Los caminos de la vida”, redondeando la artillería de hits del final. Ahí sí el final fue definitivo y, tras el último chiste (el amague de tirar una toalla) el solista y sus laderos abandonaron el escenario. La fiesta había terminado, fue “sólo un momento” en un domingo otoñal: únicamente restaba el éxodo de los presentes hacia Blas Parera, y hacia la melancolía dominical.
EL LITORAL