28 Jun Macondo
Por Ezequiel Fernández Moores
“A mí ningún macho me toca los huevos amigo.” Fueron las primeras palabras de Heleno de Freitas en el vestuario del Junior de Barranquilla, su nuevo club. El ídolo más dramático del fútbol brasileño antes de Garrincha, que en 1948 tuvo un fugaz paso por Boca, le respondió cortante al empleado del club colombiano que simplemente le había preguntado si precisaba ayuda para cambiarse. “Gilda”, porque era tan vanidoso como el personaje de Rita Hayworth, hijo de familia rica, abogado, galán en trajes de lino, adicto al éter y muerto en un siquiátrico a los 39 años, con 30 kilos de peso y apenas un diente, ya no era el nueve que había anotado 209 goles en 235 partidos en Botafogo. Tampoco el goleador de la selección brasileña en el Sudamericano del 45. Igualmente, Heleno, primer gran ídolo del Junior, se dio el gusto de ganarle al Millonarios de Alfredo Di Stéfano en la famosa “Liga Pirata” del fútbol colombiano. Nadie en Barranquilla quería perder la ocasión de ver jugar al playboy brasileño, cuya vida retrata el film Heleno , que abrió esta semana el Festival Internacional de Cine en Panamá. El interés en Barranquilla atrapó también a un joven periodista del diario El Heraldo, que jamás había ido antes a una cancha. Escribía su tradicional columna, “La Jirafa”, con el seudónimo de Septimus. Era Gabriel García Márquez.
La Feria del Libro que cierra este sábado en Buenos Aires tuvo en uno de sus momentos más emotivos -la presentación de Eduardo Galeano– un aire de realismo mágico del Caribe colombiano, con una historia digna de Macondo, el pueblo ficticio de García Márquez en Cien años de soledad . Galeano, autor de El fútbol a sol y sombra , uno de los libros más maravillosos sobre fútbol, habló en la Feria de Manuel Alba Olivares, un colombiano que perdió la vista a los 11 años y cuya última gran imagen, dijo el escritor uruguayo, fue el célebre gol de Diego a los ingleses. Alba hoy es entrenador de fútbol. “Pide prestados los ojos de sus amigos”, escribió Galeano en Los hijos de los días , su última obra. El fútbol tiene fuerte presencia en esta Feria del Libro.
El abogado Gustavo Abreu presentó su formidable El fútbol y su ordenamiento jurídico (Marcial Pons). Sudamericana armó una mesa con diversos autores (Román Iucht, Gustavo Grabia, Andrés Burgo, Alejandro Wall y Juan Sasturain). Dunken presentó La caída de River , de Gastón Corti. Capital Intelectual, el último trabajo de Alejandro Fabbri ( El nacimiento de una pasión continental ). Hubo también una mesa sobre “Mitos y leyendas del fútbol uruguayo”, con los autores Luis Prats y Ana Laura Lisardy. En el stand de Corregidor lucen una biografía de Osvaldo Zubeldía (de Nicolás Morente), un libro del Racing de Pizzuti (de Natalio Arbiser) y un gran trabajo de Julio Macías sobre todos los jugadores que pasaron por la selección argentina. Siglo XXI tiene, entre otros, Historia social del fútbol (Julio Frydenberg), y Aguilar, el Todo pasa , sobre Julio Grondona (Hernán Castillo). La Feria, que incluyó una charla de Jorge Valdano, presenta hoy Héroes igual (Marcelo Gantman) y Leyendas del rugby (Daniel Dionisi). Y mañana Mary Terán de Weiss (Roberto Andersen), una biografía de la ex tenista despreciada tras el golpe del 55 e ignorada aún hoy cuando se omite que el Estadio de Parque Roca lleva su nombre. En paralelo, la fabulosa Ediciones Al Arco lanzó su enésimo libro ( Aventuras en las pistas , de Luis Vinker); Beto Rodríguez, el gran atleta en silla de ruedas, presentó el jueves en Escobar Sueños sin barreras ; Sebastián Etcheverry escribió Fútbol siempre juego ; Marcelo Roffé presenta el viernes 11 un nuevo libro sobre sicología y deporte, y librofutbol.com, oportuno, ofrece, entre otros, Mourinho, los secretos de su éxito y Senda de Campeones. De La Masía al Camp Nou , de Martí Perarnau. El deporte, está claro, tiene quien le escriba.
García Márquez, tardío homenaje en esta columna (en marzo cumplió 85 años), no amaba inicialmente el fútbol. Una paradoja para el popular autor cuya obra, dicen los críticos, rompió en Colombia un cierto elitismo literario que dominaba desde Bogotá. El día de su cumpleaños número 23, 6 de marzo de 1950, Gabo escribió “De la santa ignorancia deportiva”, la primera de las siete columnas sobre fútbol que publicó en El Heraldo. “Con esta santa ignorancia de que me vanaglorio en materia de fútbol?”, iniciaba el artículo. García Márquez se sorprendía del hecho de que “once caballeros vestidos de niños se empeñen en demostrarles a otros once, igualmente vestidos, que con las extremidades inferiores puede hacerse en determinadas circunstancias, mucho más de lo que habitualmente se hace con la cabeza”. Gabo se declaraba “incapaz” de “descubrir el misterioso secreto del entusiasmo” de los hinchas. Pero Heleno lo llevó a la cancha. En “Abril de verdad” (1° de abril de 1950) se pregunta si el brasileño “está en capacidad de traducir al castellano toda la destreza con que juega en portugués”. En “El doctor De Freitas” (18 de abril de 1950) admite que Heleno, tras su primer mes en el Junior, demostró que “debe ser un buen abogado” porque “redactó, con los pies, memoriales y sentencias judiciales, no sólo en portugués y español alternativamente, sino con citas de Justiniano, en purísimo latín antiguo”. En “El juramento” (5 de junio de 1950), su artículo sobre fútbol más difundido, acepta haber perdido “el sentido del ridículo” al celebrar el triunfo del Junior de Heleno ante el Millonarios de Di Stéfano. El premio Nobel de Literatura 1982 dice haber ingresado, por fin, “a la santa hermandad de los hinchas”.
En “El fútbol de las grandes potencias” (13 de diciembre de 1950), Gabo cree que “si los hombres de hoy tuvieran un sentido menos trágico y almidonado de la vida” Oriente y Occidente podrían dirimir sus diferencias con un partido de fútbol, con Stalin de centrodelantero de un lado y Truman del otro. Las dos últimas columnas fueron otra vez para Heleno. En “La nota anual” (24 de mayo de 1951), García Márquez recuerda que, a un año de su primera ida a la cancha, el Junior, al que desde esa tarde veía jugar cada 15 días, se empeñaba en decepcionarlo. “Más que fanatismo”, escribe, lo suyo ya era “terquedad”. Y pide la vuelta de Heleno, para tener al menos un “culpable oficial” de las derrotas. Finalmente, en “Heleno por punta y punta” (21 de junio de 1951) escribe sobre la vuelta del brasileño, pero habla de un Heleno más gordo, más “payaso” que “genio”. “Hay que leer estas columnas en el orden cronológico, son un bello manifiesto de cómo un hombre que, para el caso, es el más grande escritor que tenemos, se hace hincha de fútbol”. Me lo dice el colega colombiano Jairo Patiño, amplio conocedor de la obra de García Márquez. Gabo, se lamenta Patiño, no dejó “herencia” en el periodismo deportivo de su país. Peor aún, me agrega con ironía el colega Juan Fernando Rodríguez: “En Colombia, el país de Latinoamérica con más consumo de radio, García Márquez, una condensación de ambos mundos, una transposición de lo oral a lo escrito, no tiene quien lo lea”.
Gabo, que hace unos años contó a la revista El Gráfico su amor por el fútbol, parecía aceptar que, a veces, a fin de “reforzar el efecto literario”, el periodista tenía licencia para “pintar una lágrima en los ojos de una viejecita triste”, aunque ella no llorara. Lo cuenta Artur Domoslawski en su biografía sobre Richard Kapuscinski, un mítico periodista polaco que en algunos de sus textos también buscó “intensificar la realidad”. Kapuscinski cambió de lugar algunos árboles, pero siempre supo describir el bosque. Escuchaba a los excluidos, no sólo al poder. Los periodistas que intentan hacer literatura con el fútbol saben que la gente jamás puede quedarse fuera de su relato. Tampoco la pelota. Y mucho menos si ese balón, como sucedió en el último partido oficial de la selección argentina -triunfo 2-1 ante Colombia, el 15 de noviembre pasado en Barranquilla- lleva el nombre de Macondo.
LA NACIÓN
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