Roxana Morduchowicz: “Para los adolescentes, no existe frontera entre lo real y lo virtual”

Roxana Morduchowicz: “Para los adolescentes, no existe frontera entre lo real y lo virtual”

Por Malena Azcona
Según datos del Ministerio de Educación argentino, el 95 por ciento de los adolescentes tiene acceso a Internet y el 75 por ciento de los chicos de entre 13 y 17 años tiene un perfil personal en una red social (principalmente en Facebook). Frente a esta estadística, Roxana Morduchowicz, consultora de la Unesco en temas de comunicación, medios y juventud, investigó y llegó a distintas conclusiones que publicó en su libro Los adolescentes y las redes sociales. Morduchowicz rompió con el mito de que los jóvenes pierden el tiempo en Internet. Según su teoría, las redes sociales los ayudan a construir su identidad. Además, desmiente que los chicos se aíslen al navegar, ya que, dice, el principal uso que hacen los jóvenes de Internet es comunicarse con sus amigos. Morduchowicz, actualmente directora del programa Escuela y medios del Ministerio de Educación nacional, es autora de otros cuatro libros (El capital cultural de los jóvenes, La generación multimedia, La tevé que queremos, Los jóvenes y las pantallas).
En su último libro, usted afirma que las tecnologías crearon una nueva cultura juvenil, ¿en qué sentido los nativos digitales se diferencian de las generaciones anteriores?
Los adolescentes que tienen menos de 18 años pertenecen a la llamada generación multimedia. Por dos motivos: la primera razón es por la diversidad de medios y de tecnologías que hoy existen y antes no existían. Pero además, y fundamentalmente, porque las prácticas y los usos son en simultáneo: mientras hacen la tarea, ven televisión, navegan por Internet, escuchan música, hablan por celular y mandan mensajes de texto. Los estudios a escala mundial demuestran que no hacen su tarea mejor o peor; sino que, simplemente, la realizan de otra manera. Además de todo esto, se diferencian en su forma de sociabilizar. Si bien para los adolescentes de todos los tiempos, la figura de sus amigos fue siempre importante, cambió la manera de relacionarse con los demás. La vida social de los adolescentes de hace unos años, además de por la escuela y el barrio, pasaba por el teléfono de línea, que era muy controlado porque era caro. Ahora, los chicos menores de 18 años disponen de una variedad de medios y soportes para su vida social: del teléfono de línea para hablar, del celular para mandar mensajes de texto y de Internet para el chat, para el blog y para las redes sociales. Los jóvenes de hoy tienen su vida social mediada por una tecnología que antes no existía. En ese sentido, son diferentes, pero de ninguna manera esto quiere decir que sean menos sociables. Las tecnologías generaron nuevas formas de sociabilidad juvenil. En la Argentina y en el mundo, el principal uso que hacen los chicos de Internet es social: se conectan para chatear o para estar en las redes sociales.
Estas nuevas formas, ¿les han quitado tiempo a los tradicionales lugares de encuentro? Porque el día sigue teniendo 24 horas.
Sí. Ya no se ven en el café, en el club o en el barrio; se ven en el chat o en una red social. Son maneras distintas de relacionarse con el otro, pero la prioridad sigue siendo comunicativa. Además, esto no tiene que ver sólo con la nueva cultura juvenil, sino que se relaciona con el tema de la seguridad: los adultos prefieren que los chicos se queden en sus casas. Y allí, la compañía son, fundamentalmente, las pantallas. Específicamente: la televisión, el celular y la computadora.

Usted habla de dos esferas entre las cuales se desarrolla hoy la vida de los adolescentes. ¿Cómo son esas dimensiones?
Los chicos de hoy viven entre dos dimensiones: la real, que también llamamos offline, que es la de la vida diaria de la escuela, del club, del barrio; y la online, que es la del ciberespacio, la virtual. Pero para los jóvenes, la frontera entre estos dos mundos no existe. No son antagónicos, no se enfrentan ni se confrontan, son una continuidad y se complementan.

¿Esto qué significa?
El concepto de intimidad que manejan es diferente. Los chicos de hoy suben a sus perfiles en las redes sociales, información, texto o imágenes que para cualquier adulto pertenecerían a la vida privada. Los jóvenes no tienen la misma noción de privacidad que los adultos. Esto sucede básicamente por tres motivos: el primero es que para los adolescentes, uno de los valores prioritarios es la popularidad: tener una lista de muchos amigos es un valor. Si para lograrlo es necesario que cuenten un poco más sobre ellos, lo van a hacer. El segundo motivo es que los chicos no suelen medir el alcance de Internet y, en general, piensan que nadie que no es su amigo o conocido va a estar interesado en leer su blog o en mirar su perfil. No entienden Internet como una plaza pública, donde cualquiera puede pasar por ahí y mirar. Se preguntan: “¿Por qué alguien que no me conoce va a leer mi blog o mirar mi perfil?”. El tercer motivo es que los adolescentes se consideran autoinmunes. Una de las cosas que más dicen es: “A mí no me va a pasar nada. Yo soy un experto y sé lo que hago. A mi papá o a mi mamá puede ser que les pase algo, pero a mí, no”. Sienten que son invulnerables a cualquier riesgo que pueda traer un uso inseguro o no responsable de Internet. De hecho, en encuestas hechas en todo el mundo, cuando se les pregunta a los chicos quién es el que sabe más de Internet y computación en su casa, casi el 90 por ciento contesta que son ellos mismos o un hermano mayor. Nunca los padres o los adultos de la casa.

¿Esa respuesta es correcta o se trata de una percepción errada de los jóvenes?
Es cierto que los chicos saben más del manejo instrumental de las computadoras. Pero sobre los riesgos que puede traer, siempre saben más los adultos. Y ahí es donde se necesita la presencia de la familia.
Da la sensación de que hay dos mundos muy separados: por un lado, los adultos que parecen no entender qué hacen sus hijos tanto tiempo en la computadora y, por el otro, los adolescentes que no pueden explicarlo. ¿Cómo acercar estas posiciones?
Lo primero que hay que hacer, que también fue la intención de este libro, es entender por qué los chicos buscan tener su blog o su perfil en las redes sociales: ellos quieren tener un territorio propio. La adolescencia es la etapa de la vida en la que los chicos forman su identidad y tratan de diferenciarse de sus padres. Es el momento en el que salen de la familia. Por eso sus amigos, sus pares, adquieren tanta importancia como referentes. Para crear este territorio, empiezan a vivir y a querer un espacio propio y autónomo, independiente de los padres. Muchos estudios muestran que cuando los adultos de hoy eran chicos, la manera de emanciparse de la casa era con el matrimonio, con el estudio o con el trabajo. Hoy, empieza mucho más temprano y a través de la conectividad. El adolescente comienza a independizarse de la familia con un blog o un perfil en una red social. Es un territorio que les es ajeno a los padres y sobre el cual él tiene control. Para los adultos, el control en el uso de Internet, de la televisión y del celular es una manera de ejercer su autoridad, mientras que para los chicos es una manera de desafiarla y de generar su autonomía. Esta tensión intergeneracional existió siempre: los jóvenes quieren tener su espacio autónomo y los padres buscan controlarlos. Antes no existía tensión con la computadora. Pero existía con la televisión, con las salidas, con los deberes. Lo que hay que saber es que cambió la modalidad: ahora los chicos quieren tener su emancipación a través de la conectividad, y antes el tema era tener una habitación propia o mirar la televisión a cualquier hora.

Usted plantea que los cambios tecnológicos afectan la manera en que los adolescentes construyen su identidad. ¿A qué se refiere?
La adolescencia es una etapa fundamental de la vida, porque empiezan a formularse preguntas clave, como quién soy, cómo me ven los demás y qué quiero contarles a los demás de mí. En ese sentido, el perfil en una red social les viene fantástico. Porque para decidir qué suben a su perfil, ya sea una foto, una imagen, un texto o una información, se hacen esas mismas preguntas. Entonces, crear y construir un perfil en una red social los ayuda en la construcción de su propia identidad. En los comentarios que reciben de sus pares, que son sus audiencias en el mundo virtual, ellos ven si lo que subieron se valida. Por otra parte, los ayuda a ensayar roles: al existir la mediación de una pantalla y no la imagen corporal de otra persona, para muchos chicos, la web es una alternativa fundamental para animarse a otras cosas. Porque hay chicos que cuentan que son tímidos y, en cambio, a través de sus perfiles, pueden asumir roles que en la vida cotidiana no tomarían. Si reciben aceptación de sus audiencias en su blog o perfil, buscan la manera de trasladar a la vida esa actitud que habían asumido online.

Usted hace un análisis de los estereotipos de los adolescentes que hacen los medios de comunicación. ¿De qué manera lo podría describir?
En la Argentina y en el mundo, los jóvenes están escasamente representados, sobre todo en la televisión. Y, cuando surgen, lo hacen de una manera estereotipada, en clichés, generalmente negativos. Vemos dos grandes estereotipos fuertes. En los noticieros aparecen como víctimas, porque son explotados, abusados, maltratados, golpeados; o como victimarios, porque agreden, son violentos, drogadictos o toman alcohol. Lamentablemente, estas imágenes encasillan y contribuyen a instalar una imagen negativa de los adolescentes, generalmente relacionada con el conflicto. Esto es un problema, porque los millones de adolescentes que hay en cualquier sociedad del mundo no se ajustan a estas definiciones. Esos adolescentes existen, pero son una minoría. Sin embargo, representados de esta manera, se amplifican y parece que todos fueran así.

¿Y en la ficción?
Aquí aparece el otro estereotipo, que no tiene nada que ver con el adolescente que presentan los noticieros: es el joven rico, cuya única preocupación es el amor o la falta de amor, que generalmente vive en un barrio cerrado o en una situación de clase media alta para arriba. Estos jóvenes son una parte de la sociedad, por supuesto, pero al igual que los presentados por los noticieros, son una minoría. Ninguno de estos dos extremos es representativo: son clichés. Entonces, tampoco en la ficción entra la mayoría de los jóvenes, los que de verdad existen.

Al leer el libro, parece que todo el tiempo que los jóvenes pasan frente a la computadora les trae beneficios positivos. Pero, ¿no hay ningún aspecto negativo de pasar horas en Internet?
El propósito del libro fue tratar de comprender la cultura juvenil de hoy, que es bien diferente a la anterior. Por eso, hay una óptica de tratar de entender sin juzgar, pero conociendo que cuando el chico crea su perfil o crea un blog está invirtiendo en su propia identidad y en su propia personalidad. Como todos los bienes culturales que están a disposición de los chicos en la sociedad, Internet tiene un potencial extremadamente rico, pero también tiene sus riesgos. Por empezar, una de sus cosas negativas son las horas de uso: si un chico está 15 horas frente a la computadora, aunque cree su perfil y visite sitios documentales y educativos, es riesgoso, no es bueno. Como tampoco sería positivo que pasara 15 horas frente a la televisión o 15 horas leyendo un libro. Ningún bien cultural que absorba la totalidad del tiempo es recomendable. Si en el hogar hay diversidad cultural, el aprendizaje se vuelve más rico. El otro riesgo es el uso irresponsable y no seguro de Internet: sobre eso hay que tener mucha presencia y mucho diálogo.

¿Querer tener una “lista de amigos” es lo mismo que querer tener amigos?
Ellos utilizan la misma palabra, pero son absolutamente conscientes de quiénes son los amigos íntimos de todos los días y cuáles los virtuales. Sin embargo, el foco no está puesto en tener una lista de amigos, sino en lo que eso significa, ya que el valor más importante es ser popular. Y para ser popular no importa si es con compañeros, con conocidos o con amigos: valen todos. Otra palabra que usan mucho es el verbo “ver”. Quieren ver y ser vistos. Entonces, los valores que reivindica hoy el adolescente del siglo XXI son la visibilidad y la popularidad. Por eso, decimos que la intimidad y la privacidad caen ante el deseo de ser popular.

Pero esto es parte de un fenómeno social más amplio…
Mucho de lo que se dice respecto de los adolescentes vale para los adultos. Si tenemos en la televisión un programa como Gran Hermano, que muestra a jóvenes o adultos sin hacer nada, nos tenemos que plantear como sociedad qué mensaje les estamos dando a los chicos. Ellos no son el resultado de un vacío, sino de un contexto social del cual participamos todos los adultos. Un contexto en el que los medios tienen mucho que ver.
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