El nuevo presidente de Francia tiene una oportunidad única

El nuevo presidente de Francia tiene una oportunidad única

François Hollande ha sido elegido presidente de Francia tras haber sostenido que existe una alternativa a una dieta de pura austeridad. Su mensaje reconfortante contrastó con el del presidente actual, Nicolas Sarkozy, quien prometió que las opciones penosas serían recompensadas con puestos de trabajo, crecimiento y un futuro más brillante. En realidad, ninguno de los dos está equivocado.
Como primer presidente socialista en casi dos décadas, Hollande asume el poder en un momento crítico, no sólo para Francia sino para Europa. Después de varios años de una política de apretarse el cinturón, el crecimiento en Europa sigue estancado y son millones los que no tienen trabajo. En Francia, la tasa de desempleo es de 10%, la competitividad declina y los costos laborales están entre los más altos de la OCDE. El país ha tenido déficit de presupuesto durante casi 40 años y este año perdió su categoría crediticia AAA.
Estas son las duras realidades que Hollande debe enfrentar. El candidato triunfante tiene razón cuando sostiene que, sin medidas para promover el crecimiento, un pacto fiscal europeo que requiera recortes presupuestarios y topes en el gasto corre riesgo de dejar la región atrapada en una espiral descendente. No hay esperanza de que Alemania acepte una renegociación del tratado fiscal, pero podría ayudar a la recuperación de las economías periféricas promocionando el consumo interno o a través de un nuevo pacto europeo de crecimiento.
Hollande podría ser el catalizador de un cambio de énfasis muy necesario, pero con dos condiciones. Primero, debe manejar bien las cruciales relaciones con Alemania. Segundo, no debe confundir las medidas estructurales de crecimiento a largo plazo con un programa de corto plazo relacionado con los impuestos y el gasto. Eso simplemente empeorará los obstáculos que le dificultan a Francia lograr su potencial de crecimiento.
En cuanto a Alemania, es tranquilizador que Hollande hablara el domingo con la canciller Angela Merkel. Es probable que los temores a que las hostilidades franco-germanas arrastren a Europa a una tierra de nadie de inacción sean infundados. Hollande, que es un político que tiende a crear consenso, es lo opuesto a su predecesor, cuyo comportamiento impetuoso con frecuencia disgustaba a Berlín. El presidente electo ya ha buscado zanjar las diferencias entre sus promesas de campaña y el rigor alemán dejando de lado sus propuestas más combativas a favor del crecimiento. No puede decirse que lo que queda resulte controvertido.
Más preocupante es lo que Hollande puede hacer en su propio país. Tiene planeado concentrarse en algunos elementos de la reforma jubilatoria de Sarkozy y revertir recortes en el servicio civil. También quiere elevar el salario mínimo y crear 60.000 nuevos puestos relacionados con la docencia. Estas promesas serán costosas.
El nuevo presidente francés no tendrá otra opción que hacer reducciones que resultarán dolorosas. Ha prometido un presupuesto equilibrado para 2017 y eso no puede lograrse si se incrementa el gasto del Estado. Los mercados pueden tolerar unos pocos gestos menores populistas al comienzo de su período –especialmente considerando que en un mes se celebran las elecciones legislativas. Pero Hollande tendrá que ser claro con respecto a qué está haciendo y cuáles son sus metas de más largo plazo. El riesgo es que, si no existe un mensaje fuerte sobre reformas, sus acciones puedan ser malinterpretadas por mercados que ya tienen dudas sobre las finanzas públicas de Europa.
La buena noticia es que Hollande mantendrá muchos de los cambios de los últimos cinco años, incluso aquellas cosas a las que inicialmente se opuso. Además, astutamente insistió en que no se estableciera un presupuesto antes que los auditores del gobierno informaran sobre las finanzas públicas. Lo que los auditores hallen podría librarlo de responsabilidad en cuanto a opciones políticamente difíciles. Las prioridades deberían ser lidiar con el costoso servicio de salud, con las regiones más gastadora y con los costos laborales que son un lastre para la competitividad.
Hollande está en mejor posición que el impopular Sarkozy para conseguir apoyo popular para una agenda reformista. Parece que el Partido Socialista obtendrá la mayoría en las legislativas de junio, y la izquierda ya controla el Senado y las regiones. El nuevo presidente, que para el otoño boreal podría contar con muchas de las palancas que necesita, tiene una oportunidad de oro de cumplir su promesa de traer el cambio a Francia. No debería desperdiciarla.
EL CRONISTA