27 May El Malbec, nueva señal de identidad argentina en el mundo
Por Jorge Argüello
Levantar una copa de malbec argentino en Estados Unidos ha dejado de ser en estos días una mera expresión privada de nuestras añoranzas personales. Y en este abril, en Washington, florecerá como gesto público y orgulloso de identidad de todo un país, en especial de la de los hombres y mujeres que, optimistas, miran lejos y hacia el futuro desde las vides de Cuyo.
El martes pasado, ya se celebró el Día Mundial del Malbec, establecido por Wines of Argentina (WOFA), responsable de la imagen del vino argentino en el mundo. La fecha motiva eventos en 36 países. Aquí, en Estados Unidos, ya los hubo en Nueva York, Los Angeles y Seattle.
Pero en Washington, esta semana, otra celebración histórica le añade un reconocimiento especial a la empresa humana de la expansión del malbec, que en 1853 empezaron un visionario -Domingo F. Sarmiento- y un agrónomo apasionado que trajo la cepa desde Francia -Michel Aimé Pouget- y que después alimentaron miles de argentinos puestos a perseverar en la tierra, a producir en bodegas y a comerciar hoy sin fronteras.
Este año, la embajada argentina en Washington fue sumada al festejo de los 100 años del “Festival Nacional de los Cerezos” (National Cherry Blossom Festival), que en cada primavera celebra la amistad entre Japón y Estados Unidos cuando florecen los más de tres mil cerezos donados por Tokio hace un siglo y que rodean el Monumento a Jefferson en la Tidal Basin.
En 1909, por iniciativa de la primera dama estadounidense, Helen Taft, y de la esposa del embajador japonés, Iwa Chinda, se sembraron cerezos traídos desde Tokio que se convertirían en parte del paisaje de la capital norteamericana, con más de tres mil ejemplares en la actualidad.
También un abril, pero de 1853, Sarmiento creaba una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura, en cuyas huertas de Mendoza y después de San Juan el agrónomo Pouget plantaría las primeras semillas de uvas malbec, originarias de Burdeos y Cahors. Como pasó con los cerezos de Washington, ese fruto de la tierra de otros pueblos terminaría nutriendo la identidad argentina.
Sarmiento recordaría una década después: “Desde el principio faltó el agua indispensable y la mano de obra prometida. Sin embargo Pouget supo ingeniarse con su trabajo personal de labriego par salir airoso en la empresa, hasta que el yermo del Oeste tuvo la gloria de ver madurar el primer racimo de uva francesa”.
Pero como la historia de todo pueblo, los cerezos y el malbec también tuvieron sus avatares. Las plagas consumieron los primeros árboles enviados por Tokio, que no cejó en su esfuerzo y en 1912 -hoy hace un siglo- reenvió varios miles más. A su vez, el malbec casi desapareció en Francia y se confundió durante décadas en los blends argentinos, pero a fines de los 80 otra avanzada de emprendedores lo recuperó como varietal y hoy es sinónimo del mejor vino argentino.
La cepa ha traspasado sus primeras fronteras mendocinas para ser cultivada en Cafayate (Salta), Chilecito (La Rioja) y, por supuesto, los valles de Tulum, Ullum, Zonda o El Pedernal, sin olvidar el Alto Valle del Río Negro y Neuquén. Y en 2010, se exportaron más de 4 millones de cajas del varietal a Estados Unidos, donde el malbec comienza a ser el fruto de un país amigo tan tradicional como los cerezos de Washington o la Estatua de la Libertad regalada por Francia.
La WOFA se preocupa en remarcar que la elección del Malbec, que en la Argentina se expresa de manera muy particular, única, es consecuencia de un “acuerdo y de un consenso previo entre cientos de productores”, que marca el comienzo de la vitivinicultura moderna en un país que acompaña su expansión.
Entre 2002 y 2011, las hectáreas cultivadas con uva malbec crecieron casi 80 por ciento y la producción, casi 150 por ciento. Argentina vendió vino al mundo por unos 800 millones de dólares en 2011 y aproximadamente la mitad fue de malbec.
Así llegamos al 2012, cuando se cumple un siglo del mismo National Cherry Blossom que siguió uniendo a Estados Unidos a Japón, incluso, después de la II Guerra Mundial. Como parte de los tradicionales festejos, este año se incorporó el Día Mundial del Malbec. El viernes, nuestra Embajada realizará una recepción, con el embajador de Japón como invitado especial, además de personalidades de la ciudad y empresas patrocinantes de la celebración de los cerezos.
Al día siguiente, el 21 de abril, Argentina será uno de los patrocinadores principales de otro festejo local relacionado, la “Cherry Blast”, en el que se servirá exclusivamente vino argentino. Argentina ofrecerá entonces su malbec como hace un siglo Japón ofreció sus cerezos.
Como siempre en esas reuniones, habrá preguntas. Sobre el país, sobre su gente, su economía, sus proyectos, sus posibilidades y, en este caso, sus vinos. Se narrarán curiosidades y, claro, se caerá en tópicos. Y, seguramente, la literatura, el tango y el fútbol, Borges, Gardel, Evita y Messi, tendrán que comenzar a compartir el podio con otro clásico argentino: una copa de malbec.
EL CRONISTA