De noche, todavía se fuma en la ciudad

De noche, todavía se fuma en la ciudad

 

Por Nora Bär
Buenos Aires dio un paso decisivo para convertirse en una ciudad libre de humo con la reglamentación de la ley de control de tabaco (N° 3718). La norma, que había sido sancionada a fines de 2010 por la Legislatura porteña, establece que no se podrá fumar en ningún espacio cerrado con acceso público, como bares, restaurantes, salas de fiesta, locales bailables y shoppings, ni en ningún otro lugar donde haya trabajadores. También elimina las áreas separadas para fumadores.
Sin embargo, un estudio de observación directa realizado entre marzo y abril indica que para gozar de un medio ambiente más saludable para todos todavía resta el último paso: cumplir con la disposición, especialmente después de la caída del sol.
Según el trabajo de la Alianza Libre de Humo de Tabaco , la noche porteña no hace caso de reglamentaciones. A tres meses de la entrada en vigor de la ley, de 250 establecimientos evaluados (restaurantes, bares, discotecas, shoppings, salas de juego, instituciones de salud pública y oficinas gubernamentales) un 26% del total no la cumplía. Aunque hospitales, restaurantes y shoppings mostraron un alto acatamiento, no sucedió lo mismo en el 60% de los bares nocturnos, el 87% de las discotecas ni en ninguna de las salas de juego. Es más, los voluntarios de Aliar también vieron fumar en la Legislatura porteña y en el Poder Judicial de la ciudad.
“Esto ocurre por la débil acción de los órganos de fiscalización, que son permisivos y no hacen controles sistemáticos ni imponen las multas correspondientes -dice la doctora Marita Pizarro, coordinadora nacional de la Alianza Libre de Humo de Tabaco (Aliar), que agrupa a más de 100 organizaciones de la sociedad civil-. Permanentemente nos comentan que la norma sólo se cumple cuando se está desarrollando una inspección.”
El estudio consistió en visitar 32 barrios porteños y observar el comportamiento de los asistentes a diferentes locales nocturnos que se tomaron como muestra. La visita fue anónima.
“El incumplimiento es mayor de noche que de día -dice Pizarro- y se da más en los bingos y discotecas. En uno de ellos, cuando me dirigí al personal de seguridad solicitando un lugar libre de humo, me dijo que lamentablemente no tenían áreas abiertas para los fumadores y que por lo tanto estaba contemplado que se fumara adentro. Y agregó que la ley no se cumplía en esas salas muy a su pesar, porque le preocupaba su propia salud.”
Pizarro atribuye gran parte del incumplimiento a que la ley no especifica un órgano de control. “En realidad, sería el Ministerio de Salud de la CABA -dice Pizarro-; ellos tienen que asegurarlo durante las 24 horas. Pero aunque reciben denuncias por el 147, no nos consta que se haga nada al respecto.”

La salud se hace humo
En un reciente taller realizado en Colonia, Uruguay, sobre prevención del tabaquismo, el doctor Gustavo Sóñora Parodi, asesor legal de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias para América Latina, y experto en legislación para el control del tabaco, destacó que una condición indispensable para que se cumplan estas leyes es contar con “un sistema de inspección y fiscalización con poder y recursos suficientes”.
Entre 2008 y 2010, México, Montevideo, Río de Janeiro, Bogotá, Lima y San Pablo se convirtieron en ciudades “libres de humo”. Esta última dispuso de una flota de vehículos e inspectores especialmente dedicados al control.
Según la doctora Marta Angueira, jefa del Servicio de Promoción y Protección de la Salud del hospital Ramos Mejía, coordinadora de la red Tabaco o Salud y del Programa de Prevención y Control del Tabaquismo de la ciudad, el humo de cigarrillo que se aspira pasivamente (o “de segunda mano”) es aun peor que el que aspira directamente el fumador.
“En la corriente «secundaria», la partícula es más pequeña y penetra más profundamente en el pulmón -explica-. La punta de un cigarrillo llega casi a mil grados de temperatura, su combustión es más completa y por eso el humo primario tiene menos monóxido de carbono que en el pasivo. Por otra parte, la corriente secundaria tiene más amoníaco, más nitrosaminas (sustancias carcinogénicas), se absorbe más y llega más rápido al cerebro que una droga endovenosa. El humo del tabaco es la mayor fuente de contaminación por partículas pequeñas: es diez veces más contaminante que un motor «ecodiésel».”
Se calcula que la atención de enfermedades causadas por el tabaquismo insume casi $ 500 millones anuales o un 12% del gasto en salud del presupuesto porteño, donde fuma alrededor del 31% de los adultos. Es decir que la prohibición de hacerlo en lugares cerrados beneficia a casi el 70% de la población.
Entre los grupos más vulnerables y que más preocupan a los médicos está el de las mujeres, y en especial el de las embarazadas. “Se sabe que el efecto protrombogénico [formador de coágulos] del cigarrillo se multiplica por cinco cuando se combina con anticonceptivos orales -subraya Angueira-. Alrededor del 20% de las embarazadas fuma, pero el problema no es sólo de las fumadoras, sino de las que están expuestas al humo del tabaco en la casa o en el trabajo. Un estudio dinamarqués muestra que las chicas que trabajan en los bingos tienen cinco veces más abortos.”
La experiencia del último lustro indica que dejar de fumar es la medida más efectiva para bajar las tasas de infarto. En Uruguay, luego de dos años de restricción hubo un 38,5% de reducción en los casos de infarto en menores de 45 años, un 15% en los de 46 a 64, y un 17% de descenso en los mayores de 65. Se calcula que entre el 10 y el 15% de las personas dejan de fumar precisamente por las normas de espacios libres de humo.
Pizarro destaca que la norma también prohíbe la publicidad y el patrocinio de cigarrillos, excepto en puntos de venta. “Pero no define qué es un punto de venta -afirma-, y así permite que haya publicidad y se vendan cigarrillos en todos lados, particularmente en los boliches. Eso también lo vimos en nuestro estudio.”
“La ley no estigmatiza al fumador, simplemente le dice dónde puede fumar -concluye Angueira-. Son los dueños de los locales quienes deben hacerse responsables de la salud de los empleados y del público asistente. Entre todos tenemos que hacer que se cumpla.”
LA NACION