Superpoderes y poder

Superpoderes y poder

Por Alejandro Schang Viton
e supone en círculos esotéricos que fue Zoroastro el que introdujo la magia en Persia y fue el mago Ostano, asesor de Jerjes en sus conquistas, el que la difundió por Grecia y ayudó a unificarla con el poder político. Desde entonces, adivinos, magos, nigromantes, manosantas y chamanes anduvieron por cortes y gobiernos.
Filósofos como Pitágoras, Empédocles y Demócrito atravesaron mares y soportaron penalidades para aumentar sus conocimientos mágicos. Según antiguas crónicas, el emperador chino Wu Ti, que vivió en el siglo I antes de Cristo, practicaba el arte de la alquimia bajo la influencia del renombrado Li Schao Chung.
Por su parte, Alejandro Magno fue acompañado en sus expediciones por un mago que lo orientaba en sus propósitos. Y el gran Paracelso (1493-1541), médico, filósofo y hermético, profesaba la astrología y creyó descubrir, siglos después del reinado de Wu Ti, las fórmulas para convertir un objeto en oro y para prolongar la vida. Definió la magia como “el arte de cosas sobrenaturales en la Tierra, pura en sustancia, que se transforma en brujería inminente para perjudicar a los hombres”.
Un dato incierto: los estudiosos afirman que el mago Merlín, protector del rey Arturo, que vivió alrededor del siglo V, habría sido hijo de un íncubo, es decir un demonio masculino, y una virgen. Además atesoraba el secreto del Santo Grial.
Con la invasión árabe a España, cuya influencia duró más de siete siglos, la península desbordó de toda clase de hechiceros hasta que el advenimiento de la Inquisición en Europa comenzó a poner límites a los que deambulaban con la bola de cristal a cuestas, más sus cartas, elixires mágicos y amuletos.
Entre los siglos XV y XVI, los conquistadores también llevaron a las nuevas tierras muchas de sus creencias vinculadas con lo sobrenatural. En Historia g eneral y natural de las Indias, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo cuenta las aventuras del adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que fue tenido por taumaturgo. Alvar Núñez recorrió a pie, con otros tres compañeros, más de 11.000 kilómetros. Una vez, en un sorpresivo encuentro con nativos caníbales, él y sus compañeros sobrevivientes de los 600 hombres que salieron de La Florida en 1528, no tuvieron otra opción que ejercitar artes mágicas inventadas, ante la propuesta del cacique, devastado por una peste que diezmaba a su pueblo: N os curás o te comemos. Ayudado por la Santa Providencia curó a todos y los cuatro hombres blancos fueron idolatrados.
Al respecto, el historiador Daniel Granada afirma en su obra Supersticiones en el Río de la Plata , que los nativos, agradecidos, “les dieron una calabaza, símbolo de su autoridad mágica, que llevaron consigo y lograron prestigio de semidioses”.

Caciques y Saint Germain
A partir de la publicación del libro Malleus Maleficarum en 1487 se desató en Francia y Alemania una verdadera cacería de brujas. Sus autores, Heinrich Institoris (1430-1505) y Jakob Sprenger (1436-1495), crearon el primer manual sistemático para perseguir practicantes de artes mágicas y no sólo fue un éxito editorial, sino también el referente más utilizado en las persecuciones.
También fue reprendido el gobernador de Chile Martín Ruiz de Gamboa, que en 1585 fue llamado por el Santo Oficio porque consintió, en guerra, que un cacique prisionero, en grave estado de salud, se hiciese tratar por una machi, es decir, una sacerdotisa mapuche.
Mientras, en Italia, Catalina de Médicis, casada con Enrique II de Francia, vivía rodeada de astrólogos, entre ellos Miguel de Nostradamus. Se dice que ella misma interpretaba los mensajes de los astros desde su pequeño observatorio, en lo alto de una de las torres de su castillo. Catalina fue promotora de la gran matanza de los Hugonotes, la noche de San Bartolomé, que sucedió entre el 23 y 24 de agosto de 1572.
Otro monarca, Federico el Grande (1710-1784), tenía buena relación con numerosos brujos y astrólogos. Es bien conocida su amistad con el renombrado conde de Saint Germain, que no sería otro que el príncipe Rákóczi de Transilvania, nacido en 1710, pero que, aseguran, estuvo en Buenos Aires en 1910 y también en Rusia en octubre de 1917. Se cree, además, que el conde era la reencarnación de Francis y Roger Bacon, y también de San Albano.

Aventuras en las pampas
Siglos después, por nuestras pampas, entre la puja de malones y las construcciones de fortines, los poderes ocultos también eran cosa de todos los días. Señala, por ejemplo, Meinrado Hux en su libro Caciques Puelches, Pampas y Serranos que el cacique pampa Juan Catriel (1810-1866), gran amigo de Juan Manuel de Rosas, era un gran creyente de la hechicería. En una carta de 1848, un tal Barragán, de Tapalquén, admite que “el cacique Juan Catriel pidió una escolta para matar al gualicho que tiene a maltraer a un hijo suyo”.
Brujos y poderosos siguieron juntos a lo largo de la historia. La corte rusa tampoco pudo librarse de estos excéntricos personajes. Grigori Yefimovich, conocido como Rasputín (1869-1916), fue el curandero que acompañó por un tiempo a la familia imperial rusa y con sus artes salvó al hijo del zar Nicolás II. Durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill se sirvió de medio centenar de brujos para enterarse del ataque de Alemania. Y Adolfo Hitler conoció al mago ruso George Gurdjieff vía el general Karl Hausshofer, miembro del grupo esotérico Thule.
Más tarde, Tomás Eloy Martínez, en La novela de Perón, describió al fundador de la doctrina justicialista rodeado de un clima esotérico creado por su colaborador y secretario privado José López Rega.
En el actual gobierno se desconoce si hay algún asesor consultando los astros o la tradicional bola de cristal. Sí se rumorea que el jefe de gobierno de la ciudad habría hecho curar algunas de sus oficinas, y que representantes de otras fuerzas políticas como Francisco de Narváez y Pino Solanas cuentan con sus respectivas cartas astrales y al menos creen en la revolución… solar.
LA NACION