25 Apr “Seré el Picasso de Carlos Saura”
Antonio Banderas provoca síndrome de Estocolmo. Nadie habla mal del actor malagueño en el cine español: los compañeros le respetan y le admiran, quienes han trabajado con él jamás le dedican una palabra negativa y la prensa vive enamorada de un intérprete todo profesionalidad y educación.
El actor habla con el fotógrafo de objetivos y cámaras, de Haití y de cómo quedó atrapado en medio de la revolución tunecina mientras rodaba en ese país Oro negro, de Jean-Jacques Annaud.
El personal del hotel donde se hospeda -su estancia habitual cuando está en Madrid- se deshace en halagos sobre su amabilidad. Y delante de la grabadora Banderas siempre da perlas y no esquiva ningún tema, cinematográfico, político y económico. A pesar de que estos días ha saltado de Los Angeles a Berlín, y de allí a Granada, Málaga y Madrid, y de cierta cara de cansancio, el actor sigue en un movimiento continuo que en los próximos meses le llevará a otro personaje mítico: Picasso.
Llegó a Madrid para asistir a la ceremonia de los Goya, a los que era candidato por su labor en La piel que habito de Pedro Almodóvar, aunque estaba seguro de que no ganaría (dato que los hechos confirmaron). Pero aunque defiende una película que no ha gustado a todos, tampoco es hombre de perder el tiempo en lamentos. Está en un punto alto de su carrera, se ha permitido saltar de una película de Woody Allen a una de Steven Soderbergh y a otra de Almodóvar, y ahora se prepara para encarnar a su estricto compatriota Pablo Picasso (ambos nacieron en Málaga) bajo las órdenes del maestro Carlos Saura en 33 días, una película sobre el período durante el cual el célebre artista pintó su clásico Guernica. Para Saura, el film constituye un encuentro entre dos de sus pasiones: el cine y la pintura (recordar su Goya en Burdeos).
Pero Banderas es hombre de intereses múltiples. En la entrevista que sigue habló de Saura y del Guernica, de Almodóvar y La piel que habito, y también de la crisis económica que también lo afecta.
– Su carrera ha mutado radicalmente desde que cambió de representantes: lleva hechos de un tirón un Allen, otro Almodóvar, un Annaud, un Soderbergh…
– Y viene uno bueno en verano, que es Carlos Saura. Seré el Picasso de Saura en 33 días. Es un personaje que me ha perseguido durante mucho tiempo y siempre lo había rechazado. Me merece mucho respeto porque soy malagueño, porque nací a cuatro cuadras de donde lo hizo él. Siempre me ha fascinado: salvando las distancias, se fue de Málaga un poco más joven que yo, y sentía como yo una nostalgia brutal por la tierra. Tuve la suerte de conocer hace tiempo a su hija Paloma, y me contó que Picasso nunca abandonó su idea de volver a Málaga. También me dijo que le gustaba oírme porque yo hablo el español con el acento cerrado malagueño -que le recordaba a su padre-, de zeta pura. En mis inicios, cuando vine a Madrid, lo escondía por cierto complejo de inferioridad. Ahora no. Es una película especial, porque cuenta los 33 días de creación del Guernica en mitad de la Guerra Civil, con un Picasso a quien el corazón se le va a España… Con sus dudas ante el encargo de un mural, que se le van cuando ve las imágenes del bombardeo de Guernica.
– Es un momento de furia creativa, en el que Picasso usa incluso malos materiales en pos de la rapidez.
– He hecho ya mis deberes, he investigado y he leído que él lo pintó con cierta idea de provisionalidad, que no iba a permanecer. Picasso le decía a la gente que le rodeaba: “Cuando acabe la exposición haced lo que queráis con él”. Y al mismo tiempo se contradecía: “Esto es un regalo para España, para las dos Españas, para la izquierda y para la derecha”.
– España vive ahora una profunda crisis, con reformas drásticas incluidas.
– El momento es muy complicado, y el resultado de las medidas que el gobierno está tomando no lo veremos en mucho tiempo. Me alío con la gente que cree que los recortes son necesarios para rebajar el déficit, pero al mismo tiempo no se está jugando en la otra parte del problema, que es crear trabajo. No hay estímulos en esa dirección, probablemente porque se está intentado ir demasiado deprisa, y ya no hablo del gobierno español, sino de Europa, de Berlín, que dicta las normas que se aplican en los países que estamos en problemas. ¿Cuánta gente se va a quedar en la calle? Es complejo, yo no quiero radicalizarme en la crítica a determinadas acciones. Lo que me preocupa es esa sospecha que también ronda a los indignados o a quienes acamparon en Wall Street: que no estamos gobernados por quienes hemos votado, sino que hay otros poderes que no presentan cuentas ante los electores y son quienes dictan las políticas económicas: llámese mercado, lobbies, agencias de clasificación… ¿Se están produciendo golpes de Estado económicos? Parece que estamos al final de una era: puede que haya una evolución o a lo mejor tensan demasiado de la cuerda y estalla la revolución. Con las primas de riesgo y ciertas políticas alemanas me entran bastantes sospechas. Y hablo desde mi opinión de actor, no soy un economista.
– ¿Nota la crisis en su productora, a su alrededor?
– Sí, tengo una familia muy extensa y hay ya varios parados. El cine español, que siempre está en estado de crisis general, ahora vive un momento de paro en los rodajes. Literalmente. No solo por problemas de financiación, sino que se añade la incertidumbre ante lo que vaya a pasar.
-Viene a unos Premios Goya (la entrevista se realizó antes de la entrega de los premios) en los que no es el favorito.
– No voy a ganar (el Goya al mejor actor principal lo ganó José Coronado por la película No habrá paz para los malvados). Creo que es el trofeo más cantado. Mi mujer me dijo: “Quiero ir a los Goya contigo”. Le respondí: “Pero es que voy a perder”. Y Melanie me cortó: “Con más razón quiero estar”. Ella estaba ensayando en Nueva Orleans, porque rueda ya, y por eso estará en Madrid menos de 24 horas. Pero ese es el carácter de la mujer con la que me casé. Sería muy ruin por mi parte no ir porque no voy a ganar. Estoy muy agradecido con mi candidatura y con las 16 de la película. Suena a perogrullada, y sin embargo es así. Fue un trabajo interesantísimo, y me ha dejado un poso que no se revela inmediatamente, pero que me ha hecho encontrar unas claves y unas cuerdas nuevas para mi guitarra. Me ha abierto los ojos a nuevos matices.
– Porque Pedro Almodóvar le empujó…
– … a luchar contra mis propios instintos naturales. Después de 26 años juntos, Pedro ha buscado en mí y me ha dejado marca otra vez. A mis 51 años. Qué tipo. Pedro nunca se ha doblegado, siempre ha buscado como lo hace un artista puro y fiel a su personalidad. Viendo un documental de Picasso, me fijé en cómo seguía y seguía pintando aunque tú pensaras que estaba el cuadro acabado. El proceso le llevaba a tantos sitios. Pedro es igual, un buscador, un genio que estará con el tiempo en la categoría de Picasso, Buñuel, Miró, españoles que son su propio estilo. Son libres. En Paramount nos juntaron para una foto a cien actores para celebrar el centenario del estudio. Estaba todo Hollywood y se me acercaron todos a alabar la radicalidad de La piel que habito. En el mundo anglosajón ha dejado huella profunda. Porque en el fondo habla de la creación artística, y mi personaje se comporta como un dios artista y como un monstruo.
-¿Está logrando envejecer a gusto?
– Mucho, a veces me produce satisfacción ver mi madurez en la pantalla. Incluso a veces me gustaría envejecer más rápido.
EL PAIS