Las corbatas, en crisis “global”

Las corbatas, en crisis “global”

Por Franco Varise
ara José la rutina diaria es bastante simple. Levantarse, asearse, afeitarse, desayunar un café y ponerse el traje para ir a trabajar. En ese orden estricto. Desde hace unos meses, sin embargo, le aplicó un cambio sutil al mecanismo: ya no se detiene frente al espejo a atar el nudo de su corbata. Es que José, como muchas otras criaturas de oficina, desterró las corbatas de su guardarropa. Ya no es necesaria, piensa.
El complemento o accesorio por excelencia, que acompañó a los hombres durante buena parte del siglo XX, empezó a desaparecer del vestuario cotidiano porteño. También en otras capitales del mundo, donde el debate sobre el uso o no de la corbata está en pleno desarrollo con pronósticos apocalípticos. Salvo en algunos ambientes, entre abogados y escribanos o políticos, el microcentro porteño luce menos corbatas que diez años atrás. O peor aún: quedaron relegadas a posiciones más bajas de las empresas donde todavía se las considera un detalle de distinción o de esperanzada prosperidad.
Jack Smart trabajó muchos años en el ambiente corporativo. Hace tres meses dejó su puesto como director de Unilever para dedicarse al counseling y asesoramiento de empresas (unas 15 de las más variadas). Vivió desde adentro el ocaso de este símbolo de seriedad y del buen vestir que era imprescindible entre los hombres de negocios. Y así lo cuenta:
“Diría que todo empezó en el lapso de los últimos cinco o diez años. En el mundo corporativo ya no se utiliza más salvo en algunos rubros muy específicos. La crisis global de la corbata viene acompañada de otros reflejos de cambios culturales, como el de utilizar el nombre de pila en lugar del apellido. En la City sólo mantienen las corbatas los abogados.”
Según la opinión de Smart, el uso de este accesorio refleja a una persona rígida y no adaptada a los nuevos aires que corren por los pasillos corporativos. “La corbata es como una horca”, sentenció un poco aliviado de no tener que vestirla.
El Poder Judicial podría definirse como la trinchera de la corbata. Y una de las últimas. A pesar de que muchos abogados tienen como clientes a empresas donde la corbata ya no cuadra, ellos concurren a las reuniones uniformados. Y parece importarles un bledo todo eso de que no se usa más. “La verdad es que ni lo pienso: desde que te dan el diploma de abogado te dan también la corbata. Un abogado amigo dice que es una demostración de sometimiento voluntario”, expresó con ironía Marcos Calzolari, un abogado de 38 años que trabaja en una dependencia oficial. Sabe que se están quedando un poco solos: “Hasta los economistas, que son unos vivos, colgaron la corbata”, dijo con malicia.
Mariano Giesso, presidente de la firma homónima, opinó que la corbata comenzó a dejarse hace ya unos 30 años, cuando bancos y otras entidades permitieron a sus empleados no usarla. “El pañuelo comezó a reemplazarla, pero más en el bolsillo del pecho del saco. Hoy vendemos muchos pañuelos precisamente para dar color a esas prendas.”
El gerente de marketing de London Tie, Darío Drappo, también es consciente del cambio. “Evidentemente ha decaído mucho el uso de la corbata. En el casual friday (viernes informal) no se usa ni siquiera en London Tie y, en otras empresas, esa costumbre ya se extendió a toda la semana. También influyó el cambio climático: en verano no las usa nadie”, dijo.
Por eso, esta empresa conocida por abastecer de corbatas al trabajador medio porteño, decidió diversificar sus productos para incluir otros accesorios. “Si siguiéramos sólo con las corbatas en el largo plazo nos quedaríamos fuera del mercado, pero mientras bajan las ventas de esa prenda, suben las de pañuelos”, respiró aliviado Drappo.

La época dorada
Hubo un tiempo en que las corbatas fueron un símbolo de cambio. En la década del 20 y 30 estos accesorios desbancaron al moño y al lazo. Las nuevas generaciones habían adoptado la corbata y, entre la década del 40 y del 50, terminaron imponiéndose en todos los ámbitos. El esplendor perduró, según la “socióloga del vestir” Susana Saulquin, hasta la década del 90, cuando algunos diseñadores internacionales pronosticaron el fin del reinado de las corbatas. Ahora aquellas predicciones se notan en la calle.
“Hoy lo importante es la individualidad y la practicidad; la corbata es un signo de la vieja economía. Alguien con corbata en una reunión con personas de la era digital puede quedar muy descolocado y anticuado”, dijo Saulquin.
Cualquiera que hubiera visto la serie norteamericana Mad Men , ambientada en el mundo de la publicidad de la década del 50, quedaría impresionado con un detalle (entre muchos otros). El protagonista, Don Draper, es director creativo de una agencia y siempre viste, sin excepción, traje y corbata. Una pintura muy distinta de lo que hoy caracteriza al ambiente publicitario, donde encontrar una corbata es casi más difícil que una buena idea, señalaría con acidez Draper.
¿Será la corbata el moño del futuro?
Primero vinieron por el moño; después, por el sombrero. Se llevaron el traje de tres piezas y, ahora, es el turno de las corbatas. La discusión sobre el ocaso de este símbolo masculino llegó incluso a las altas esferas de España. El presidente del Congreso, José Bono, y el ministro de Industria, Miguel Sebastián, protagonizaron en julio pasado una fuerte controversia porque el ministro decidió asistir a una reunión en el Parlamento sin corbata.
Esto desencadenó un pedido de Bono y del diputado José Ramón Beloki para que los diputados mantuvieran “la disciplina del vestido” en el recinto. Sebastián le respondió que no pensaba acatar la sugerencia de la corbata y que, en todo caso, la polémica sirve para que la gente sepa que, al estar sin cortaba, se puede reducir el uso del acondicionador de aire en un grado, ahorrándose un 7 por ciento de energía. “Yo creo que cumplo con lo que tengo que cumplir y voy a seguir diga lo que digan el señor Bono y el emperador del Japón”, declaró a la prensa el ministro enojado.
En los países europeos, de todos modos, la corbata no ha muerto. A diferencia de los Estados Unidos o Asia, los europeos son más afectos a la corbata en sus diferentes variantes. Las marcas Pancaldi y Missoni, las más exclusivas, no bajan sus ventas. Una Pancaldi puede costar hasta 200 euros. Pero quienes las eligen las utililzan más por placer que como un uniforme laboral.
A principios de la década del 90, el diseñador italiano Gianni Versace ofreció su visión del futuro, ahora nuestro presente, en un libro titulado Hombres sin corbatas .
En la portada aparece un modelo desnudo que únicamente lleva puestas unas cuantas corbatas atadas a la cintura. El creativo ya llevaba tiempo sin usarlas.
Versace declaró por entonces al diario milanés Il Corriere della Sera que había decidido eliminarla definitivamente de sus colecciones porque “ya no es un símbolo de distinción, pues se la ponen hasta los bandidos”. Argumentaba que no era posible que la moda masculina no cambiara en lo básico en tantos años.
LA NACION