19 Apr “La lógica de los nazis fue no dejar a nadie vivo para contarlo”
Por Carolina Keve
Hacia marzo de 1942, alrededor de un 75 por ciento de las víctimas del Holocausto seguían con vida. En febrero de 1943, apenas once meses después, la cifra se invirtió superando cuatro millones de personas muertas. Con esa frialdad con la que muchas veces arrojan la verdad los números, se revela un momento en el que la lógica del exterminio alcanzaba su macabra productividad. Sin embargo, no es ése el período que más interesará al juez Daniel Rafecas en Historia de la solución final (Siglo XXI), sino el anterior, aquél en el que el nazismo empieza a desarrollar un enorme y complejo aparato burocrático y legal con el que irá ensayando diversas políticas de persecución contra la población judía hasta llegar a los campos y las muertes masivas.
En diálogo con Debate, Rafecas desarrolla el tema con vehemencia y reflexiona sobre el papel que tuvo la justicia universal frente a los crímenes de genocidio. La cuestión servirá también para analizar el rol que viene desempeñando la justicia argentina ante los crímenes de lesa humanidad. Desde su experiencia al frente de la megacausa que investiga los delitos cometidos por miembros del Primer Cuerpo del Ejército, revisa el escenario actual y sin dejar de reconocer algunas deudas pendientes reivindica los pasos dados.
¿Por qué se planteó esta investigación?
Diría que son varias inquietudes: filosóficas, jurídicas y humanas. Siempre me interesó, y ya como estudiante universitario y como penalista comencé a pensar estos hechos de la historia desde mi campo; es decir, preguntándome cuál fue el papel cumplido por el derecho y la justicia convencional en los períodos autoritarios, durante el nacionalsocialismo, el estalinismo y la dictadura argentina. Lo interesante es que son momentos que ponen en crisis conceptos centrales del derecho, obligan a preguntarnos para qué sirve, y si es válido y legítimo cuando pasa a ser funcional al autoritarismo y a ampliar el poder punitivo.
¿Y a qué respuesta llegó?
Creo que a partir de la segunda mitad del siglo XX quedó claro que el derecho sólo cobra legitimidad cuando garantiza la vigencia de ciertos derechos fundamentales y derechos humanos básicos. Mientras que cuando es puesto al servicio del dictador, como ocurrió en la dictadura nazi, no fue derecho. Por el contrario, terminó siendo una de las claves que allanó el camino a Auschwitz.
Justamente en el libro describe cómo el nazismo se encarga de construir un aparato legal y burocrático que, incluso, adopta otras formas de persecución antes del exterminio.
Es cierto. Hay un actor que está presente desde la primera medida antijudía hasta 1943 que es Adolf Hitler, pero junto con la burocracia de las SS, que siempre tuvieron bajo su conducción los asuntos judíos. La cuestión de la planificación y de cómo llevar a cabo un exterminio masivo empleando el aparato del Estado es una cuestión central. Por supuesto que es un tema que se fue instalando o reconociendo en las últimas décadas. Al comienzo no se consideraba. Pero lo que busco indudablemente con este libro es mostrar que los seis millones de asesinados no fueron obra de un puñado de fanáticos antisemitas sino que intervinieron miles de agentes estatales, no sólo alemanes sino prácticamente de toda la Europa conquistada, que participaron activamente en el exterminio de niños, mujeres y hombres. Y fue así como se pudo instaurar un sistema en el que cada uno cumplía una función, desde la fabricación de los productos químicos, hasta la construcción de los campos, o solucionando problemas administrativos, o expropiando y blanqueando capitales provenientes de los saqueos a las comunidades judías.
De hecho, según su trabajo, la génesis de los campos de concentración parece darse por decisión de terceras líneas o de jefes comunales antes que por una clara política de Estado, por lo menos hasta que Estados Unidos interviene en la guerra.
Y sobre todo hasta la derrota de la batalla en Moscú. No se puede entender el siniestro camino a Auschwitz si no se observan las alternativas dramáticas de la Segunda Guerra Mundial. No nos olvidemos de que Hitler sentía un enorme desprecio por la Unión Soviética y el plan era, una vez derrumbado ese gigante, deportar a todos los judíos europeos a las estepas siberianas. En esto estaban inspirados en el genocidio armenio que había llevado adelante su aliado de aquel entonces, el imperio turco. No obstante, esto no pasa y es entonces que tienen que buscar una solución alternativa. Y en realidad, es verdad, aprovechan iniciativas individuales que ya se estaban desarrollando en Chelmno y Belzec, por ejemplo, sumando la experiencia de un programa que venía llevando adelante Hitler para el exterminio de los discapacitados mentales con gas en 4 clínicas conocido como programa T-4.
La guerra contra el comunismo también aparece como discurso de propaganda, el comunista y el judío prácticamente aparecen como los grandes enemigos del pueblo alemán.
Esto es algo muy importante. ¿Cómo se convence a burócratas para que participen del exterminio más grande de la historia moderna? A mi juicio, un discurso antisemita central fue el que identificó al judaísmo con el bolchevismo, aquel discurso que aseguraba que los judíos manipulaban desde el Soviet a la URSS y que, en definitiva, la ideología comunista no era otra cosa que la consagración de la conspiración judeomarxista para apoderarse del mundo. Éste era el mensaje que instalaron Goebbels y todos los medios antisemitas, y que caló muy profundo en la opinión pública. Se llegó a decir, en el marco de la lógica de la guerra total, que así como había un enemigo externo, que era la Unión Soviética, había un enemigo interno que era el judío, que conspiraba para destruir Alemania.
Y en ese entonces ¿se contaba con el apoyo popular?
No, esa tesis no está comprobada. Por algo después de la Noche de los Cristales, Hitler decide cambiar la estrategia y la persecución de los judíos pasa a ser secreta.
Usted cita como antecedente el caso del genocidio armenio, no sólo por la matanza y los mecanismos represivos que empleó sino por la impunidad que lo enmarcó. ¿Cree que si la justicia internacional hubiera actuado ante esos crímenes habría cambiado el escenario para el nacionalsocialismo?
Esa es una página muy triste de la historia universal. Y esto lo digo como hombre de derecho; es decir, como alguien que tiene la fe puesta en el valor simbólico y material de la Justicia. Sí, considero que la historia hubiera sido diferente. Si esos hechos hubieran sido condenados por la comunidad internacional, por lo menos habría cambiado el escenario. No nos olvidemos de que el imperio turco fue derrotado, así que estaban dadas las condiciones geopolíticas para llevar adelante un juicio ejemplar. En cambio, lo que se hizo fueron cortes marciales donde se revelaron a través de documentos oficiales las circunstancias reales de la matanza pero prácticamente todos los responsables de ese genocidio estaban prófugos. Y la sensación que quedó entonces fue que esos crímenes, que inauguraron un hecho de estas magnitudes, quedaron impunes, y por lo tanto fue un mensaje fuerte para los genocidas de décadas siguientes. Era, sin ir más lejos, la lógica de los desaparecidos, no se sabía qué había pasado con los armenios, y fue la lógica de los nazis, intentar no dejar a nadie vivo para contarlo.
Por suerte sí existieron los juicios de Nüremberg, que sentaron un precedente tras el genocidio nazi.
Sí, por suerte Alemania fue derrotada y si bien el plan de exterminio se realizó en gran medida, no fue por completo, y con los juicios de Nüremberg y todos los juicios que vinieron después se pudo avanzar. Se calcula aproximadamente que unos seis mil perpetradores fueron condenados por hechos relacionados con el Holocausto.
¿Y cómo ha evolucionado, en su opinión, la jurisprudencia desde entonces? Sin ir más lejos, aquí el reciente fallo del juez Daniel Obligado, en la megacausa ESMA, introdujo la figura de “politicidio”, reconociendo de esa forma que un genocidio también puede fundarse en una persecución política.
Es un gran debate. El discurso jurídico tiene limitaciones y el juez argentino, al no tener una ley concreta que se refiera al genocidio, tiene que aplicar la Convención Internacional sobre Genocidio de 1948 y el Estatuto de Roma de 1998. De todo el debate y la jurisprudencia posterior surge claramente que los crímenes políticos han sido marginados de la letra de la Convención y lo cierto es que uno como juez tiene que respetar la decisión del convencional constituyente. En este sentido, el caso argentino, que es un claro caso de politicidio, es decir, de un crimen masivo y sistemático llevado adelante por razones políticas, queda marginado de la definición jurídica de genocidio. Esto para nada quiere decir que lo marginemos de la definición sociológica o criminológica, pero en términos jurídicos estaríamos realizando una definición extensiva en perjuicio de la defensa de los imputados, lo que está prohibido por el principio de legalidad.
¿Y la condena contra el represor Miguel Etchecolatz? Allí el tribunal deja sentado en la sentencia que los crímenes fueron realizados “en el marco del genocidio que tuvo lugar en la Argentina entre 1976 y 1983”.
La anterior es la postura mayoritaria, tanto de jueces de primera instancia como de tribunales orales en lo criminal e incluso hay un fallo de Casación que también convalidó esta postura. Pero es cierto que del otro lado existe otra postura, como la del Tribunal Oral de La Plata, que hay que analizar en profundidad pero que termina afirmando que estos hechos sucedieron en el marco de un genocidio. En lo que todos acuerdan y sobre lo que no hay ninguna duda es que estos crímenes son de lesa humanidad y que, por lo tanto, tienen las mismas implicancias que los delitos de genocidio; es decir, son imprescriptibles e inamnistiables.
EL DEBATE