“Fue una causa justa en manos bastardas”

“Fue una causa justa en manos bastardas”

 

Por Mariano Volcovich
Ex embajador en Colombia y a punto de convertirse en representante argentino ante el gobierno de Costa Rica, el general Martín Balza ganó prestigio al realizar la primera autocrítica que un jefe de las Fuerzas Armadas realizó sobre el accionar del Ejército durante la dictadura por las violaciones a los derechos humanos. Pero sus cuestionamientos públicos a los jefes de las fuerzas también alcanzaron a los responsables de la guerra de Malvinas. Sobre estos episodios dialogó con El Guardián.
–Usted habló de los errores que se cometieron en el orden político, diplomático y militar. ¿Cuándo arribó a esas conclusiones? ¿Durante la guerra o posteriormente?
–El 2 de abril mi asiento era en Paso de los Libres, Corrientes. Yo llego a mi unidad a media mañana y me dicen “¿vio? Recuperamos las Malvinas”. El 7 de abril, recibí la orden de alistar mi unidad para ir al sur, sin más especificaciones. El 9 de abril, un Viernes Santo, salí a las 21.30 con toda la unidad de artillería montada en tren, 18 cañones, los vehículos, y en la noche del 12 al 13 ya estaba en Malvinas. Cuento esto para indicar la improvisación con la que se trabajó.
–Además de la improvisación usted habló de desaciertos fundamentales.
–Es que ya cuando viajaba en ese tren no tuve dudas de dos cosas: la primera era que Inglaterra iba a reaccionar. Era un presentimiento, sin mayores fundamentos que el conocimiento de la historia de la guerra. Al fin y al cabo era oficial del Estado Mayor argentino y presentía que habría una reacción. Y la segunda era que Inglaterra iba a estar apoyada por Estados Unidos. Y tampoco tuve dudas de otras cosas, como el que tomaba esa decisión era un gobierno militar, desprestigiado totalmente en el contexto internacional por las violaciones a los derechos humanos y el terrorismo de Estado. Pero todo esto eran pensamientos míos.
–De esto último, ¿ya era consciente entonces?
–Tuve una percepción. La euforia también me contagiaba, pero eran dudas que me planteaba como profesional. Quien va a combatir en un terreno insular debe asegurarse dos cosas: dominio del mar y del espacio aéreo local. Sobre el dominio del mar, era claro que nunca podríamos enfrentar a una flota británica. Lo que no me imaginé es cómo fue después. Nunca creí que nuestra Flota de Mar ni siquiera haría un intento por disputar el espacio marítimo y se iba a sustraer totalmente del combate. Eso ya es otra cosa. Al llegar a Malvinas fuimos consolidando nuestros presentimientos.
–¿Por qué?
–Y… nuestros aviones operaban desde el continente, a 700 km de distancia. Tenían contados minutos para atacar un blanco. Más del 60% de las misiones fueron abortadas porque no encontraban los blancos. Claro, en esos 45 minutos los blancos se movían. La superioridad aérea local en Malvinas fue siempre totalmente británica gracias a sus dos portaaviones.
–Ahora, general Balza, el tema es que un militar se prepara toda la vida para la guerra, siendo que en la mayoría de los países esa guerra por suerte no llega nunca. Cuando ese día llegó en la Argentina, en 1982, y bajo un gobierno militar, lo que primó fue la improvisación. Y junto a ella, desaciertos que resultaron catastróficos. ¿Fueron sólo desaciertos, incapacidad u otra cosa?
–Aquí hubo muchas otras cosas. Hubo incapacidad, impericia y carencia de profesionalismo. Y una intención política bastarda que era que esa recuperación obedecía al hecho que, de tener éxito, le permitiera a la dictadura superar su desprestigio y continuar en el poder. Esa era la finalidad. Por eso digo que fue una causa justa en manos bastardas. El profesional de cualquier país se prepara militarmente. Pero no es lo mismo cualquier guerra. Entonces no hay que estar preparado para la guerra en general, sino para una guerra en particular. Lo que pasó acá es que jamás esa guerra fue pensada ni planificada.
–No hablamos hasta acá de lo mal equipadas y el maltrato que recibieron las propias tropas.
–Veamos. Lo de mal equipado… El equipamiento inglés era superior, sin dudas.
–No hablo sólo de armamento. Hablo, por ejemplo, de la vestimenta. O de la cantidad de soldados argentinos que sufrieron “pie de trinchera”.
–Había cierto armamento argentino adecuado. Los 14 o 15 aviones británicos derribados fueron gracias a que teníamos un equipamiento moderno en artillería. El equipamiento de ellos era superior, pero tampoco es que teníamos arcos y flechas. En cuanto al equipamiento individual, no todas las unidades estuvieron sometidas al mismo rigor, porque dependía de muchas cosas. El abrigo mío era el mismo que tenía mi soldado correntino. Hubo unidades que quedaron aisladas en la otra isla, sin entrar en combate por una decisión de Galtieri. Esos sufrieron hambre. Pero usted menciona el pie de trinchera. En muchos casos tuvo que ver con descuidos personales. Los pies se mojaban con la nieve y uno no hacía nada, no tomaba ningún cuidado en particular. Había recursos, como el de quitarse las medias, estrujarlas y calentarlas en algún fueguito. Ahí entra en juego el cuidado personal que cada uno debe tener, pero también la actitud de un jefe que debía exigir eso. Pero los ingleses también lo sufrieron. No lo atribuyo a mal equipamiento personal. De hecho, sé por militares ingleses que a los soldados argentinos muertos les quitaban los borceguíes, porque decían que eran mejores que los suyos. El asunto es que en cada uno de esos temas vuelve a aparecer la improvisación.
–¿Hubo falta de coordinación entre las tres fuerzas? ¿O más que falta de coordinación hubo directamente competencia entre las armas?
–Totalmente. En el continente, el accionar conjunto fue una anarquía propia de la impericia y la imprevisión. Pero en Malvinas hubo ejemplos de acción conjunta, como entre Artillería (Ejército) y el Batallón de Infantería Marina 5, el BIM 5. O la artillería antiaérea, que estuvo integrada entre las tres fuerzas. Pero esto fue en Malvinas, no en el continente.
–Balza, hay muchos testimonios que destacan su actitud y la de Seineldín como héroes de guerra. ¿Cómo vivió luego el hecho de haber tenido que enfrentarlo como jefe del Ejército durante la década del noventa?
–Tengo muchísimos defectos y no soy ningún héroe de guerra. Seineldín tampoco. Héroes de guerra son los muertos…
EL GUARDIAN