Escuchar a los chicos para prevenir

Escuchar a los chicos para prevenir

Por María Elena Polack
Más allá de los niveles socioeconómicos o culturales, la adolescencia en la Argentina, en Barcelona, en Lyon o en París parece reclamar lo mismo: ser escuchada, tener límites comprensibles y aplicables y tratar de resolver una angustia central en la etapa escolar, como es la pertenencia al grupo de amigos.
Así lo resume Mónica Toscano, psicóloga argentina que ha desarrollado un sistema de prevención de la violencia en el aula que se aplica desde hace casi 10 años en diversas escuelas públicas y privadas de Buenos Aires, de París (por pedido del municipio de la ciudad), de Lyon y de Barcelona.
El método lleva su nombre -Mónica Toscano Prevention in Act- y ha atendido a más de 10.000 adolescentes en la última década. El próximo viernes buena parte de sus experiencias de campo serán difundidas en la presentación de su libro De la infancia a la adolescencia . Parámetros teórico-prácticos II del método Mónica Toscano Prevention in Act, en la Sala Domingo F. Sarmiento de la Feria del Libro.
“Nosotros apuntamos a la prevención en acto, que es la que permite una modificación de la situación conflictiva, escuchando las voces de los chicos”, explica a LA NACION durante una entrevista en la que el suicidio de Víctor Feletto (ver aparte) sobrevuela el encuentro.
“El problema claro que viven los chicos es la relación con sus amigos. Y es muy importante determinar qué es lo normal y qué es lo anormal”, sostiene Toscano, que ha obtenido los premios de la Fundación Freudiana de Nueva York, en 1985, y Ciudadano Europeo del Foro Europa, de 2009.
“Lo que pudimos descubrir con la aplicación del método es que los chicos padecen las mismas situaciones. La pertenencia al grupo de amigos es la problemática más importante para los chicos”, expresa, al comentar que inicialmente las autoridades escolares le pedían abordar problemáticas como adicciones.
“Los chicos no quieren hablar de las adicciones o del alcohol. Quieren hablar del tormento que viven todos los días en la escuela. Para pertenecer a un grupo los chicos pagan peajes muy altos. La mayoría de las veces tienen que pasar una prueba”, afirma, al advertir que “hay que empezar a leer signos de las situaciones que viven los chicos en la escuela para poder actuar”.
¿Cómo es el método? “Es discursivo y está fundamentado en lo que dicen los chicos”, responde, para deslizar que “hay que volver al concepto de límites”.
“Cuando se produce una falta de límites, el chico queda soltado a un sistema social. No se puede no tener una ley. Proponemos un límite ordenado, entendido y coherente. Los chicos piden límites y si le pongo un límite a un chico, ese chico puede ponerle un límite a la crueldad de otro chico”, amplía.
Y sugiere a los padres fomentar “un espacio de encuentro para escuchar a los chicos”. A los docentes, “aprender a leer los signos porque habla el chico que maltrata y habla el chico que se deja maltratar”. Y a los adolescentes “socialmente pedirles disculpas y abrir más espacio para escucharlos en sus angustias y en su dolor”.
“El método nos permite escuchar las expresiones de violencia en edades cada vez más tempranas. En la medida en que podemos trabajar, capacitar a los docentes, podemos desarmar una situación que se empezó a gestar de muy pequeños y en la adolescencia termina en situaciones tan graves que hace que un chico con estructuras debilitadas pase cosas como pasaron hace unos días”, dice Toscano al referirse al caso Feletto.
“Un chico llegó a esta situación porque este lugar de encasillamiento no empezó ese mismo año. Empezó hace muchos años”, concluye.
LA NACION